jueves, 7 de junio de 2018

EL POEMA DE LA HIJA REINTEGRADA

Domingo Moreno Jimenes

AGONÍA


I
Hija, yo no sé decirte si la muerte es buena
o si la vida es amarga;
sólo te aconsejo que despiertes, adulta de comprensión más que tu Padre!

II
Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir:
una sábana blanca serán tus días,
una sábana blanca será tu pasado
y tu recuerdo una estrella que frente a frente me iluminará el porvenir!

III
No sé por qué tu agotamiento
me trae una recóndita dicha anegada en lágrimas,
que me hace amainar la pulsación de la tarde.

IV
Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.

V
Hija, hazme tomar la resolución de los otros:
vuelve mi proa añicos
y mi voluntad una piragua;
que nada sea mío desde hoy, que no quiera poseer nada mañana;
desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme;
sin egoísmo de lealtades y sin egoísmo de pureza;
hazme entero el milagro de darme todo a los elementos,
como si fuera en substanciación un ser increado! . . .

VI
Tu vida fue microscópica, pero grande;
el segundo de tu inexistir, eterno!

VII
Hija, ¡cuántas nubes,
cuántos pájaros,
cuántos horizontes insospechados me abre en el amanecer tu ruta!

VIII
Hija mía, para ti la mañana no será clara ni fresca;
verás envuelta el alba en la noche,
y las cosas de mayor transparencia
tomarán ante tus ojos la actitud de un largo crepúsculo.

IX
En este mundo donde sólo se premia la capacidad de fingir mejor,
era justo que llegaras, y después de breves instantes,
ya estuvieras confundida con la cal y con la mariposa, con el carbón y con la piedra.

X
¡Cómo me alivianas la sombra, al advertir desde que te dormiste que en mi derredor todo es sombra!

XI
¡Oh tú, que me enseñaste desde que naciste
a ver la vida con ojo más sabio
y a la humanidad con ojo más triste!
Triste, triste; ¿y no es acaso la suprema alegría de los seres mudables el ser tristes?
Triste fue la faz de la tierra cuando se desperezó el primer hombre.
Triste tiene que quedar la tierra cuando se desentuma en su regazo el último hombre!

XII
¡Oh, tú, que desde que naciste pude decir: boleta de la tumba!
¡Oh, tú, que ya crecida pude decir, por tu desvalidez, la preferida mía!

XIII
Por ti quise cambiar y que la fortuna me sonriera;
y por ti no cambié
y la fortuna no me sonreirá nunca!

XIV
Hija, cada vez que examino tu vida
me doy cuenta que tú eres como mi vida :
una sombra entre dos crepúsculos!

XV
Iba a decir entre dos agotadoras auroras
y ya ves, reincidí, sin querer, entre dos crepúsculos!

XVI
¿Por qué tan pura, tan casta y tan leve, te debas parecer al crepúsculo?

XVII
Olvidaba que toda adjetivación es cruel y ruda:
Dios dio desnudo a los hombres el verbo,
y del lenguaje, sólo debe quedar desnudo el verbo!

XVIII
Toda filigrana de síntesis es una profanación, ¿verdad hija mía?
Ya te puedo buscar sin parcializaciones, sin atributo contingente:
¡serás en mi incompleto nombrar, sencillamente, el vaho de las cosas!

XIX
No te puedo asir con una palabra,
y no debe extrañarte, recónditamente,
porque tú estás para mí más alta que la región de la palabras!

XX
Y vuelvo a caer en las comparaciones.
¡Oh, hija, cuán subordinado estoy a la vida!

XXI
Miserable del hombre que osa creer que después de la sombra la vida es vida!

XXII
De imperfecciones se forman nuestras excelencias
y es toda la existencia del hombre un brazo tendido hacia el turbio porqué de los enigmas.

XXIII
- Tiene el pulso demasiado débil,
pero ese letargo no es la muerte -.
Su médico era mi propia almohada de cabecera
y yo quedé perplejo ante su callado sufrimiento y la miseria de la vida!

XXIV
Si fuera bizco de pensamiento
y tuviera la boca siempre llena de mentidas palabras;
hija, iba a blasfemar por tu dolor. . . pero, ¡perdona!

XXV
Compran caro el suelo donde colocan a los muertos
y ellos son más dueños de la tierra que los hombres que comercian con ellos!

XXVI
Al través de los milenios, los hombres son puñados de tierra
que se deforman a su antojo!

XXVII
Hija, ya me han avisado que tus pies están fríos.
Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco y a que lo negro no sea negro.

XXVIII
Hija, cuánto crece el sol sobre la sombra de los tilos,
cómo se agiganta la nada sobre la soledad de tu aposento,
cómo nace y renace la esperanza por entre los ámbitos de la vida!

XXIX
- Tibien la leche terciada con agua
para si mi chiquitina despierta.
Cuídenmela, hasta que se vuelva esperma como capullo inmortal el cuidado.
Ella es carne de mi vida, flor de mi pensamiento, cemento de mi alma.

XXX
(Eres, amada mía,
como la flor del higüero joven,
como el azogue del crepúsculo,
como la diafanidad de la naturaleza toda!).

XXXI
- No seas padre, sé Hombre,
sencillamente.
Gira tu vista a tu derredor
y que tu amor a una abstracta "Humanidad",
no te haga olvidar jamás de que eres hombre!

1 comentario:

  1. Extraordinario poema, el choque con la verdad desnuda ante el fenómeno de la muerte y la pérdida del ser querido, sentimientos de resignación e impotencia ante la realidad que se impone. Sabemos de las verdades y los sentimientos, pero cuando se viven y experimentan es cuando realmente se conocen y se viven en las últimas instancias de nuestros sentimientos. El postumismo característico y propio de nuestro gran poeta Domingo Moreno Jiménes.

    Herminio Pichardo de León

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