viernes, 15 de junio de 2018

JOAQUÍN PASOS


El poeta Joaquín Pasos nació en Granada, Nicaragua, el 14 de mayo de 1914; murió en Managua, el 20 de enero de 1947, a los 33 años de edad

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Contenido de esta página

1. Joaquín Pasos o el poema como crimen perfecto
2. Poema Canto de guerra de las cosas
3. Biografías
a) En Poetas Nicaragüenses
b) En Wikipedia
c) En Los poetas
4. Epitafio para Joaquín Pasos
a) Letra
b) Video
5. Poemas
6. Análisis en Cervantes Virtual


1. Ensayo
JOAQUÍN PASOS O EL POEMA COMO CRIMEN PERFECTO


Si hubiera necesidad de ejemplificar la incomunicación cultural que aún hoy padecen los pueblos latinoamericanos, tal vez habría que elegir el nombre de Joaquín Pasos, poeta nicaragüense, nacido el 14 de mayo de 1914 y muerto el 20 de enero de 1947. Poco antes de morir, Pasos escribió uno de los más hondos y auténticos poemas creados en América Latina: Canto de guerra de las cosas, que podría soportar sin menoscabo el riesgoso cotejo con Sermón sobre la muerte de Cesar Vallejo, Alturas de Macchu Picchu de Pablo Neruda o Soliloquio del individuo de Nicanor Parra. Sin embargo, Pasos es solo conocido en México y la zona del Caribe, y aún allí la difusión no es muy amplia, a juzgar por el reducido tiraje (apenas seiscientos ejemplares) que el Fondo de Cultura Económica ha dispuesto para la edición de la obra total del poeta nicaragüense.

La edición mexicana agrupa más de cien poemas, en base a secciones que habían sido concebidas por el propio Pasos: Poemas de un joven que ha viajado nunca, Poemas de un joven que no ha amado nunca, Poemas de un joven que no sabe inglés, Misterio indio, agregando además el ya mencionado Canto de guerra y Otros poemas. Aun el título general del libro, Poemas de un joven, era el que Pasos pensaba dar al libro que tenía casi pronto en el momento de su muerte. El prólogo de Ernesto Cardenal traza en catorce páginas una cálida, inteligente, bienhumorada semblanza de Pasos.

En la revista Vanguardia, dirigida por Pablo Antonio Cuadra y Octavio Rocha, que diera el tono a toda una generación, la primera colaboración de Joaquín Pasos fue presentada con estas líneas: "Es enamorado. Fuma cigarrillos. Va a menudo al cine. Es poeta". En dicha revista había escrito Cuadra: "Aquí no hay materia ni doctrina que discutir, sino que tenemos que inventar materia y doctrina. No reformar sino formar. Si hacemos versos malos, los hacemos malos de exprofeso. Quisiéramos hacerlos más malos aún, genialmente malos, para que todo el mundo se dé cuenta de que son malos, y así comiencen a saber lo que es un mal verso, y por contraste, lo que es un verso bueno, que es lo que nunca se ha sabido en Nicaragua. A nosotros se nos hizo aprender de memoria kilómetros de malos versos como ejemplo y modelo de buenos. Se nos dio gato por liebre, y hoy se ofenden nuestros profesores porque les devolvemos gato por gato".

Ese afán de destruir para después construir, ese gesto de humor para fijar ideas, fue característico del grupo de Vanguardia, en el que, además de los nombrados, también militaron José Coronel Urtecho, Luis Alberto Cabrales, Alberto Ordóñez Argüello, Luis Downing, Manolo Cuadra, el caricaturista Joaquín Zavala Urtecho y la poetisa Carmen Sobalvarro. Cardenal narra que "el lugar de reunión era la torre de la iglesia de La Merced, que coronel había cantado en una oda, y donde subían a leer los poemas, a redactar manifiestos, a celebrar la noticia de que los Estados Unidos ya no construirían el canal de Nicaragua". También formaba parte del grupo cierto Pedrito Ortiz, "un personaje inexistente inventado por Joaquín Pasos, que escribía poemas, participaba en polémicas y daba declaraciones en los periódicos sobre la construcción del canal. Un día que el director de policía dictó una orden de captura para el grupo, Pedro Ortiz también estaba en la lista".

Los vanguardistas fundaron la anti-Academia Nicaragüense y estuvieron a punto de fundar el Anti-Parnaso. "Tú sabes", le escribió cierta vez Pasos a Pablo Antonio Cuadra, "que yo he gastado últimamente mi tiempo, haciendo un censo de los Parnasos que existen en Nicaragua y cuyo número es más alto que el de las cantinas, aunque las personas que forman aquellos generalmente acaban visitando estas. Así se corrompen las juventudes de todas las edades y las generaciones de todos los inviernos. Sin embargo el Ministerio de Higiene no hace nada por suprimirlos, aunque se sabe que entrar a un Parnaso es peor que entrar a una caballeriza, tan sucio es el lugar".

Es imposible considerar la figura de Pasos como algo aparte del grupo Vanguardia. Cuando sus integrantes decidieron transformarlo de grupo poético en grupo político, acordaron llamarse a sí mismos reaccionarios, nada más que "para evitar que los llamaran reaccionarios", algo que justamente ellos no querían ser. Lo cierto es que la confusión fue profusamente sembrada. "Aún ahora", sostiene Cardenal, "pocos se aventuran en Nicaragua a mencionar la palabra reaccionario, porque después del movimiento revolucionario de los reaccionarios, la palabra ya no significa nada".

Pasos fundó y dirigió varias revistas humorísticas. En la primera de ellas, Ópera Bufa, arremetió contra los dos partidos nicaragüenses, el liberal y el conservador ("no difieren el uno del otro, ni en doctrinas, ni en hombres, sino en odios") y denunció una conspiración gerontocrática: "Los ancianos tienen ya una corta vida y como el tiempo los apremia, han resuelto turnarse en el mando cada cuatro años" (una ironía nicaragüense que, sin violentar los términos, resulta perfectamente aplicable a la realidad uruguaya de veinte años después). Con simple talento humorístico, Pasos combatió eficazmente a Somoza, pero el éxito popular le costó residencia en prisiones varias.

Los Lunes, otra de sus publicaciones humorísticas, estaba íntegramente dedicada al dictador. A veces el gobierno se incautaba de la edición; en otras ocasiones prohibía lisa y llanamente la aparición de la revista, pero con todo esto solo lograba que el público la aguardara en las calles desde temprano. Cuenta el prologuista que cuando Pasos murió y lo llevaban a enterrar a Granada, su ciudad natal, un hombre del pueblo preguntó de quién se trataba, y al responderle un periodista que el muerto era Joaquín Pasos, aquel individuo, que no tenía por qué saber que allí pasaba, por última vez, uno de los mayores poetas de Nicaragua, exclamó acongojado: "¡El de Los Lunes!"

Grupo Vanguardia

Poema
2. CANTO DE GUERRA DE LAS COSAS


Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.

Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre:
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel de niño mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido acero…
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó algún oro.
El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo,
hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro palpitante,
la estancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano que regrese el agua a los cuerpos de los hombres.

Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo, al que no puede herir otro cuchillo.

Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas…
Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo
que no sea un fecundo nido de bombas robustas;
decid si este diluvio de fuego líquido
no es más hermoso y más terrible que el de Noé,
sin que haya un arca de acero que resista
¡ni un avión que regrese con la rama de olivo!

Vosotros, dominadores del cristal, he ahí vuestros vidrios fundidos.
Vuestras casas de porcelana, vuestros trenes de mica,
vuestras lágrimas envueltas en celofán, vuestros corazones de baquelita,
vuestros risibles y hediondos pies de hule,
todo se funde y corre al llamado de guerra de las cosas,
como se funde y se escapa con rencor el acero que ha sostenido una estatua.
Dos marineros están un poco excitados. Algo les turba su viaje.
Se asoman a la borda y escudriñan el agua,
se asoman a la torre y escudriñan el aire.
Pero no hay nada.
No hay peces, ni olas, ni estrellas, ni pájaros.
Señor capitán, ¿adónde vamos?
Lo sabremos más tarde.
cuando hayamos llegado.
Los marineros quieren lanzar el ancla,
los marineros quieren saber qué pasa.
Pero no es nada. Están un poco excitados.
El agua del mar tiene un sabor más amargo,
el viento del mar es demasiado pesado.
Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje.
Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos,
han perdido el habla.
No ha pasado nada. Están un poco excitados.
Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla.
No había que buscarla en las cartas del naipe ni en los juegos de la cábala.
En todas las cartas estaba, hasta en las de amor y en las de navegar.
Todos los signos llevaban su signo.
Izaba su bandera sin color, fantasma de bandera para ser pintada con colores de sangre de fantasma,
bandera que cuando flotaba el viento parecía que flotaba el viento.
Iba y venía, iba en el venir, venía en el yendo, como que si fuera viniendo.
Subía y luego bajaba hasta en medio de la multitud y besaba a cada hombre.
Acariciaba cada cosa con sus dedos suaves de sobadora de marfil.
Cuando pasaba un tranvía, ella pasaba en el tranvía;
cuando pasaba una locomotora, ella iba sentada en la trompa.
Pasaba ante el vidrio de todas las vitrinas,
sobre el río de todos los puentes,
por el cielo de todas las ventanas.
Era la misma vida que flota ciega en las calles como una niebla borracha.
Estaba de pie junto a todas las paredes como un ejército de mendigos,
era un diluvio en el aire.
Era tenaz, y también dulce, como el tiempo.

Con la opaca voz de un destrozado amor sin remedio,
con el hueco de un corazón fugitivo,
con la sombra del cuerpo,
con la sombra del alma, apenas sombra de vidrio,
con el espacio vacío de una mano sin dueño,
con los labios heridos
con los párpados sin sueño,
con el pedazo de pecho donde está sembrado el musgo del resentimiento
y el narciso,
con el hombro izquierdo,
con el hombro que carga las flores y el vino,
con las uñas que aún están adentro
y no han salido,
con el porvenir sin premio, con el pasado sin castigo,
con el aliento,
con el silbido
con el último bocado de tiempo, con el último sorbo de líquido,
con el último verso del último libro.
y con lo que será ajeno. Y con lo que fue mío.

Somos la orquídea del acero,
florecimos en la trinchera como el moho sobre el filo de la espada,
somos una vegetación de sangre,
somos flores de carne que chorrean sangre,
somos la muerte recién podada
que florecerá muertes y más muertes hasta hacer un inmenso jardín de muertes.
Como la enredadera púrpura de filosa raíz,
que corta el corazón y se siembra en la fangosa sangre
y sube y baja según su peligrosa marea.
Así hemos inundado el pecho de los vivos,
somos la selva que avanza.

Somos la tierra presente. Vegetal y podrida,
pantano corrompido que burbujea mariposas y arco iris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos, nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.

Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia un aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aquí la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.

Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso.
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado.
Por un descuido me comí la espuma,
perdonadme, que vengo enamorado.

Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo:
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que viste en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta,
tú, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas,
tú, que miraste a un caballo del tiovivo saltar sobre la verja
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen los niños de la escuela,
asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.

Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera sonámbula sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.
No tienen ni fuerzas suficientes para morir las semillas del cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de boca del hombre herido.
Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
O el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.

¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!

Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
he aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.
No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.
Es el dolor entero.
No puede haber lágrimas ni duelo
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, !soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a este que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
a través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡puedes pasar en el aire, a través de ella, tus dedos!
he aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.

3. BIOGRAFÍAS DE JOAQUÍN PASOS

a) Biografía en Escritores Nicaragüenses

b) Biografía detallada en Wikpedia

c) Biografía y poemas en Los poetas

4. EPITAFIO PARA JOAQUÍN PASOS
(Ernesto Cardenal - Joan Manuel Serrat)


a) LETRAS

Aquí pasaba a pie por estas calles,
sin empleo ni puesto y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados
conocieron sus versos.

Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento...

Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.

Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo,
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor,
y los decretos.

b) VIDEO



5. POEMAS
En APEIRON

6. ANÁLISIS
En CERVANTES VIRTUAL

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