domingo, 13 de enero de 2019

CARTA A UN JOVEN CUENTISTA


Por Manuel Mora Serrano

Querido amigo narrador: Paso a dos cosas rápidamente. La primera es que no me considero maestro ni creo en discipulados. Nunca me veas como un maestro, sino como un amigo que te lleva unos días leyendo y escribiendo. Nada más.

Por la otra, una cosa es un texto que uno escribe para deleite de algunos lectores, otro es el que uno debe estar plenamente satisfecho.
Lo primero y básico en un cuento es contar una historia. El cuento tiene un familiar hermano cuasi gemelo en la poesía: es el soneto. Ahora no se escriben o apenas se hacen, pero su estructura es básica.

El soneto y el cuento tienen mucho en común: ambos nacen de golpe y deben llegar a un buen final. En el primer caso lo que “sienta” a este es un verso capital. De lo contrario podrá ser hermoso y recitable, pero no un verdadero soneto. Podría darte mil ejemplos.

Un buen, un excelente soneto, no se “hace”. Nace entero, coronado por su primer verso, que casi siempre le sirve de título, y tiene el verso final, que curiosamente es la zapata ineludible que no se pone primero, por ser un edificio al revés. Si no se apoya en el último verso, toda la estructura se viene abajo, y si eso sucede, no nació como tal sino como cualquier poema, no como un excelente poema, que tiene de común el buen remate como toda obra literaria.

En el cuento la idea o tema debe surgir entero en la mente del narrador para desembocar en un final sorprendente. El cuento también es una “unidad” sin fisuras, con una exhibición de piel desnuda al terminar.

Para que un cuento permanezca en la historia literaria debe tener esa unidad narrativa. Las citas que haces aparecen como una adicción cultural de referencias para impresionar a un jurado muy provincial, no a un verdadero jurado cultural, porque estas referencias lo convierten en un simple relato, género que no está mal, pero no tiene la categoría de un cuento.

En tu relato no hay una anécdota que se refiera y cuyo final nos sorprenda.

Regularmente un cuento ganador en un concurso tiene un dramático comienzo y un desconcertante final. Ahora se escriben muchos supuestos cuentos, pero la mayoría son relatos, no cuentos reales.

Si no tienes una historia que se va desarrollando (sin importar la cantidad de líneas, páginas o palabras que tenga), si logras mantener un interés progresivo en el lector sin salir para nada del personaje o los personajes, siempre muy pocos y a veces uno solo, como en “La Mujer” de Juan Bosch, que es un ejemplo de un cuento que nació entero y que concluye como un soneto y te deja impactado. Si ese impacto no se siente, puede ser un relato bien hilvanado, pero no es un auténtico cuento.

Se ha dicho que los géneros han muerto. Eso dicen algunos tratadistas, pero no lo creas. Los géneros artísticos son eternos. Si no nos sometemos a sus reglas estaremos haciendo otras cosas, quizás nuevas o de vanguardia, pero no esas que hemos etiquetado como tales.

Ahora bien, si tú lo que quieres es deslumbrar con tu cultura, relatar algún hecho lírico o simplemente literario, como las citas que haces, para eso están el ensayo o el artículo, que tienen su prestigio.

El lector supone al empezar a leer tu supuesto cuento que es la historia de algo que ha sucedido a dos personas, que no sabemos quiénes son ni cómo se conocieron o por qué viven como viven; además, relatar la relación sexual, que es una preocupación tuya constante, dando idea de que si no hay coito no hay literatura, tampoco conduce a ningún lado. Vuelve a leer sobre técnicas, ya que eres conocedor de informática donde abundan las buenas teorías literarias del cuento.

Entre ellas está, no lo olvides, el arte de escribirlos de Juan Bosch. Y luego regresa en tu taller personal a leer a esos maestros que puedes encontrar en abundancia en la Web, recomendándote en especial este link: Ciudad Seva

Regularmente en un cuento hay un “mensaje” que surge de la propia historia que se cuenta, como en “Luis Pie” de Bosch. De modo que con un poco de trabajo de tu parte, tienes maestros en Internet de verdad, y gratis.

No te busques “profesores” entre nosotros. Todos somos aprendices cada vez que nos enfrentamos a la página en blanco, y nada te podremos enseñar. A nadie se le “enseña” a narrar; se nace con esa facultad, y se debe morir con ella, como algo íntimo, personal e intransferible. No quiero que veas en esto que te “saco” el cuerpo, sino que lo que te digo es con la mayor sinceridad.

Lee, medita, ensaya escribir; escribe; rompe, o borra; conserva lo que creas bueno, y en fin, hazte a ti mismo maestro y discípulo con disciplina férrea y de acuerdo con algo que se tiene o no se tiene: con tu gusto personal, recordando esta expresión de Paul Valéry: “Clásico es aquel que lleva un crítico dentro y lo asocia íntimamente a su trabajo”. Y es que, por moderno que uno sea, la mayor aspiración de cualquier artista es llegar un día a ser considerado un clásico, es decir, a convertirse en modelo de futuras generaciones.

Tomado de Hoy. Publicado aquí con permiso del autor.

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