martes, 8 de enero de 2019

DOS POEMAS DE CÉSAR SÁNCHEZ BERAS


Tratando de responder a la niña que me preguntó: ¿A dónde va el amor cuando se muere?

¿Cuándo el amor se muere a dónde va,
dónde se asientan las palabras que no nombras
y las manos que persiguen en las sombras,
la tibieza de la piel que ya no está?

¿Cuándo el amor se muere, dónde anida
el címbalo que él pone en los oídos,
la carne que hierve en los sentidos,
o su polvo de estrella presentida?

La pasión hace inmortal al que se entrega
y la barca de la muerte nunca llega,
al que ama por encima del martirio.

Debe existir otro cielo diferente,
donde el alma del amor no se impaciente,
en lo que llega otra piel para el delirio.


Soneto en si bemol

Tengo el violoncelo que János Starker usara,
un bongó de Roena, un piano de Lecuona.
El Tres de Pancho Amat, la guitarra bordona
que el morocho Gardel, con sus manos templara.

Retengo la trompeta que Chet Baker soplara.
El acordeón diatónico del viejo “Guandulito”.
El violín de Vivaldi y el saxo de “Tavito”,
el bandoneón de Astor, donde el tango soñara.

La música, que es rito y luz de los amantes,
puede tener mil cítaras, cientos de redoblantes
y morir en el aire sin llegar al oído.

Pueden volverse sordas todas las melodías,
si tu cuerpo no dice a las caricias mías
Toca, toca otra vez y escucha mi sonido.

(*) César Sánchez Beras es un escritor oriundo de San Pedro de Macorís; al presente reside en Lawrence, Massachusetts, Estados Unidos. César es ante todo poeta y decimero, como él mismo afirma, pero también escribe obras infantiles y de teatro y, por supuesto, cuentos. Su obra, El Sapito Azul, ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil (2004). Ese mismo año, su obra Días de Carne ganó el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez, en la República Dominicana. César es poeta laureado de Cambridge College, de Cambridge, Massachusetts.

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