viernes, 22 de marzo de 2019

EL GATO

Cuento de Armando Almánzar

Dos puntos fosforescentes acechaban desde la parte superior del techo; ante ellos, la superficie de este se extendía a la débil luz de las estrellas, cubierta de hojas y papeles aplastados y podridos por las lluvias; el animal descansaba muellemente, sin apenas moverse; sus ojos no se apartaban del rincón opuesto del techo, aquel donde varios maderos viejos y carcomidos estaban apilados.

De pronto, los músculos del gato se pusieron en tensión, se convirtieron en firmes elásticos, prestos al salto; sus ojos se clavaron en un hueco entre dos maderos… la cabeza del ratón estaba allí, asomada, moviéndose ligeramente de un lado a otro, como esperando a ver qué sucedía; la paciencia del gato iba dando sus frutos, al fin salía el escurridizo ratón, se decidía a abandonar su cueva en busca de alimento; allí estaba, ya salía…

“Y, dime, querida, ¿cómo te fue en ese juego de canasta?”

La voz resonó bastante fuerte; ella y un torrente de luz amarillenta brotaron de improviso desde la abierta ventana del segundo piso de la casa de al lado; casi simultáneamente, el ratón retrocedió de un solo brinco los pocos pasos que había avanzado, introduciéndose de nuevo en su refugio.

Los músculos del gato se aflojaron mientras sus ojos miraban hacia la ventana y sus orejas se movían ligeramente.

“¡Oh!, ya sabes cómo son esas reuniones, Ernesto; la canasta, unos cuantos cocteles y… chismes, muchos chismes…”

“Sí, sobre todo los chismes, querida; no podían faltar en una reunión… de mujeres…”

Un rectángulo de claridad se extendía sobre el techo; más allá, el gato estaba sentado de nuevo, cómodamente, los músculos relajados; sus ojos se entornabanan mirar por sobre el rectángulo hacia el rincón oscuro de los maderos.

“¿Estaba la esposa de Alberto, querida?”

La voz llegó esta vez algo más distante, profunda.

“No, no estaba Isabel”.

Un fuerte gorgoteo se escuchó al mismo tiempo que la voz, alejada y profunda; el gato volvió la vista hacia la ventana y pestañó varias veces.

“¿Fue en casa de Julián el juego?”

“Eh… no, no fue en casa de Julián”.

Una suave brisa soplaba desde el norte; los ojos del gato brillaban en la oscuridad; ya se acostumbraría pronto a las voces y a la luz, ya saldría de nuevo de la seguridad de la cueva…

“Y entonces, ¿dónde fue el juego María?”

La voz del hombre se escuchaba ahora más fuerte y clara, aunque en realidad había bajado un poco el tono.

“En casa de Amalia”.

Una sombra se alargó casi hasta el techo de la casa vecina al recortarse la figura del hombre contra la ventana; el gato miró la sombra, luego la figura, y se movió sobre sus acolchadas patas traseras, con suavidad, impaciente.

“Creí que me habías dicho que iban donde Julián”.

“Sí, sí; íbamos a casa de Julián; pero luego se decidió ir donde Amalia”.
“¡Ah!”

La sombra alargada se deslizó sobre el techo y se fundió en el oscuro resto de su superficie.

“Menos mal que no fueron donde Julián”.

“¿Por qué lo dices?”

“Es que estuve a punto de ir allá al salir de la reunión…”

La espalda del gato se encorvó, mientras sus orejas se movían hacia los lados; un leve crujido había surgido del rincón de los maderos…

“Hubiera sido un viaje tonto si lo hubiera hecho, ¿no es así, querida?”

La voz de la mujer llegó al techo algo apagada a su vez, insegura…

“Sí… claro Ernesto, claro…”

“Así es, querida, así es; hubiera sido un viaje tonto; porque tú no estabas donde Julián… ¿verdad?”

El lomo del gato estaba completamente arqueado, los músculos de sus patas tirantes como resortes, sus ojos clavados en el rincón oscuro de los maderos, donde de nuevo asomaba la nariz olisqueante del ratón, moviéndose nerviosamente de un lado a otro…

“No, no… cómo iba a estar ahí si… si estaba jugando en casa de Amalia…”

La voz apenas llegaba, temblaba sobre el borde de la ventana…

“Sí, claro; no podías estar ahí, querida; estabas… jugando… en casa de Amalia…”

El cuerpo del gato se levantó un poco sobre sus patas, lentamente…

“Pues yo, como no estaba seguro del lugar donde jugaban, querida, decidí llamar a casa de… Amalia… para… informarme…”

El felino se movió sinuosamente hacia adelante, dos, tres pasos; el ratón había avanzado, en una nerviosa carrerita, un buen trecho sobre la superficie del techo…

“Este… sabes, Ernesto, no quería decírtelo, pero no fuimos a jugar, fuimos a un bar y bebimos unos tragos… una tontería, no debí hacerlo, por eso… por eso no quería decírtelo…”

“Sí, una tontería… y sin embargo tu carro estaba en la marquesina de Julián…”

Las patas delanteras del gato se encogieron mientras su rabo se arqueaba; el ratón olisqueaba una vetusta semilla de mango, punteando el suelo con sus tímidas patas…

“Pero Ernesto, no estarás creyendo que yo…”

“No… querida, no estoy creyendo nada malo de ti; estoy seguro, completamente seguro…”

El elástico cuerpo se movió hacia atrás, sin despegar las patas del suelo cubierto de hojas y papeles podridos…

“No, Ernesto, no; no es como tú crees, estás equivocado… ¿qué vas a hacer Ernesto? ¿Qué…?”

Una mancha atravesó velozmente el alargado rectángulo de luz…

“¡No, no por favor! ...”

El cuerpecillo del ratón se estremecía espasmódicamente; al resonar el agudo alarido, el gato levantó la cabeza; sus pupilas brillaron al reflejar la luz de la ventana…



Armando Almánzar Rodríguez, nació el 22 de mayo de 1935 en Santo Domingo; falleció el 12 de julio de 2017 en el Centro de Diagnóstico Medicina Avanzada y Telemedicina (Cedimat), Santo Domingo, República Dominicana. Tenía 82 años.

En 1966, participó, por primera vez, en el Primer Concurso Dominicano de Cuentos, organizado por la Sociedad Cultural La Máscara, hoy Casa de Teatro. En dicho concurso, ganó el Primer Premio Exaequo junto a Abel Fernández Mejía y Miguel Alfonseca, con su cuento “El Gato”, considerado uno de los cuentos dominicanos más antologados en toda la historia de la literatura dominicana, tanto en antologías nacionales como extranjeras. En este mismo concurso también ganó una Mención con su cuento “Límite”.

Armando Almánzar Rodríguez, ganó el Premio Nacional de Literatura en 2012. Fuentes: Blog Armando Almánzar Rodríguez y biografía en Portal de la PUCMM

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