jueves, 17 de enero de 2019

LUPO HERNÁNDEZ RUEDA. PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 1998 (1930-2017)


Lupo Hernández Rueda, poeta, ensayista, abogado y profesor, nació el 29 de julio de 1930, en Santo Domingo y falleció en la madrugada del lunes 23 de octubre de 2017.

EN AUTOMÓVIL
A Víctor Villegas


Montar en automóvil,
entrar en esa loca carrera
como en la pista de un hipódromo abierto,
donde no hay vencidos,
pero donde cada quien quiere ir al frente,
a la cabeza,
queriéndole ganar la batalla al tiempo que nos mata.

Nos embrutece la rutina.
Palpamos a cada instante
la calurosa respiración
del vehículo en marcha,
por las calles estrechas,
por los predios rurales,
por las veloces carreteras,
en donde nos muerde las entrañas,
contaminando al aire que elegimos.

Esa carrera no la tuvo el abuelo.
Es ajena a los pájaros,
los peces,
las corrientes de los ríos,
y puede ser embriagadora o mortal.

Tal es el tiempo en que vivimos,
el potro acelerado que montamos,
reloj que siempre nos persigue.

EL COLIBRÍ

Pequeño embajador de recias alas,
flor de vistosas plumas,
flor que vuela
y habita todo el continente.

Eres amor,
diminuto helicóptero emplumado,
tambor con luces, “picaflor”,
maravilloso
pez del aire.

Oh perfecto, oh armonioso
conjunto, temblor alado,
luciente rayo que la vista empluma,
símbolo de gracia,
ave que hace pensar en Dios.


Lupo Hernández Rueda. El tiempo que espero [1970-1971]. Impresora Arte y Cine, Santo Domingo, 1972. Págs. 51-52 y 56.

Selección del escritor Carlos Reyes quien se propuso (y lo cumplió en su página de Facebook) "la publicación de un texto de todos los escritores dominicanos que han obtenido el Premio Nacional de Literatura desde 1990 hasta 2018". Agradecemos que nos haya permitido su publicación en Cauce de Letras.



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CUATRO POEMAS DESTACADOS DE LUPO HERNÁNDEZ RUEDA

1. CUANDO LLEGAN LOS MUERTOS
A Virgilio Díaz Grullón


Cuando llegan los muertos
y han llovido sobre ellos muchas lágrimas,
cuando sobre sus rostros, alguna vez hermosos,
se pasea la noche,
y la hierba crece como sus cabellos;
cuando llegan innumerables
y establecen su asiento bajo el pasto viviente,
bajo las catedrales
y los árboles,
sus cuerpos endurecidos crecen
en la inmovilidad,
en el umbral de la memoria
como un beso,
como una moribunda llama.
Sólo la sombra de sus vidas queda
sobre la tierra,
y el deseo
y el sueño de los vivos,
y el Tiempo que ni muere ni padece,
y la sedienta Muerte
como de una cuerda
tirando de nosotros.

2. COMO NACIENDO AÚN
A Luis Morales Peña


Como naciendo aún, sin descanso, contínuo,
interminable,
como un río sin bordes,
cae, se precipita, rueda
cada día dejando su negrura como polvo
en mi piel.
¡Oh, la desesperante levedad de mi cuerpo,
mi llama temporal, ni oleaje de polvo!
¡Oh, tiempo, ven, ocúpame, recórreme
por dentro, acógeme en tu océano sucesivo,
porque voy por tu herida deshaciéndome,
formándome de nuevo,
dehaciéndome,
hasta que por mí quedes,
definitivamente solo!

3. PEQUEÑO MUNDO MÁGICO

Con el dios de mil tallos de sus hebras
formando cien anillos,
formando labirinto que cubre tus orejas
y rodea tu garganta, y cae
sobre tu espalda, suavemente;
y va rodando
múltiple, innumerable
sobre el incendio de tu cuello;
pequeño mundo mágico
donde me pierdo encendido.

4. ABRIL 84

«Entonces abril trajo la muerte en sus alforjas.
En duermevela oigo los disparos,
en duermevela siento las pisadas de la muerte,
en techos y farmacias,
en la calles pobladas,
donde el pulpero de la esquina.

Oigo gemidos, risas,
La pólvora avanzando,
lenguaje torpe y ruin e intermitente,
decapitando, decapitándose,
mordiendo la agonía,
el rumor de los vientres vacíos;
imágenes dantescas de la muerte ordenada.

No. No es cierto que esto ocurra, pero ha sucedido.
Palpo el llanto,
la sangre,
el desorden, sus nombres.
Todos mueren y no se sabe cuántos.

Y una sombra muy larga,
cada vez más oscura,
recubre lentamente el horizonte,
sin que nadie la toque,
sin que nadie quebrante su silencio,
puerta rota,
poblada que deambula,
concitando el incendio,
en los barrios cerrados al milagro»

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