viernes, 13 de junio de 2025

ESCRIBIR ES DEJAR DE SER ESCRITOR

por Enrique Vila-Matas

        Muchas veces me he visto obligado a contestar a la pregunta de por qué escribo.  Al principio, cuando era muy joven y tímido, utilizaba la breve respuesta que daba André Gide a esa pregunta y contestaba: «Escribo para que me lean.»

        Si bien es cierto que escribo para que me lean, con el tiempo he aprendido a completar con otras verdades mi sincera respuesta a la pregunta de por qué escribo. Ahora, cuando me hacen la inefable pregunta, explico que me hice escritor porque 1) quería ser libre, no deseaba ir a una oficina cada mañana, 2) porque vi a Mastroianni en La noche de Antonioni; en esa película —que se estrenó en Barcelona cuando tenía yo dieciséis años—. Mastroianni era escritor y tenía una mujer (nada menos que Jeanne Moreau) estupenda: las dos cosas que yo más anhelaba ser y tener.

miércoles, 4 de junio de 2025

GABO - 6

Compendio de enlaces a artículos de, y sobre, Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982; sexta entrega

Por Dasso Saldívar

Por Manuel Pereira
24 Nov 2022

El panameño aseguró que no supo de la existencia del regalo sino hasta varios años después de la muerte del escritor colombiano

martes, 3 de junio de 2025

ANECDOTARIO - 1

Compilación de anécdotas literarias, sobre autores, obras y las circunstancias históricas y/o individuales rodeando a estas.

SOBRE JAMES JOYCE (*)
Una de mis anécdotas favoritas (y que debe de pertenecer al mito, más que a la realidad) tiene como protagonista a James Joyce. 
Dicen que fue a verlo un amigo y encontró al gran hombre medio caído sobre el escritorio, en una 
postura de desesperación total. 
—¿Qué te pasa, James? —le preguntó el amigo—. ¿Es por el trabajo? 
Joyce hizo un gesto de aquiescencia sin levantar la cabeza para mirarlo. 
Claro que era el trabajo. ¿Podía haber otra razón? 
—¿Hoy cuántas palabras has escrito? —prosiguió el amigo. 
Joyce (desesperado, echado aún de bruces en el escritorio) dijo: 
—Siete. 
—¿Siete? Pero James... ¡Eso está muy bien, al menos para ti! 
—Sí —dijo Joyce, decidiéndose a levantar la cabeza—, supongo... ¡Pero es que no sé en qué orden van!

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