Compilación de anécdotas literarias sobre autores, obras y las
circunstancias históricas y/o individuales rodeando a estas.
SOBRE JAMES JOYCE (*)
Una de mis anécdotas favoritas (y que debe de pertenecer al mito, más que a la
realidad) tiene como protagonista a James Joyce.
Dicen que fue a verlo un amigo y encontró al gran hombre medio caído sobre el
escritorio, en una
postura de desesperación total.
—¿Qué te pasa, James? —le preguntó el amigo—. ¿Es por el trabajo?
Joyce hizo un gesto de aquiescencia sin levantar la cabeza para mirarlo.
Claro que era el trabajo. ¿Podía haber otra razón?
—¿Hoy cuántas palabras has escrito? —prosiguió el amigo.
Joyce (desesperado, echado aún de bruces en el escritorio) dijo:
—Siete.
—¿Siete? Pero James... ¡Eso está muy bien, al menos para ti!
—Sí —dijo Joyce, decidiéndose a levantar la cabeza—, supongo... ¡Pero es que
no sé en qué orden van!
(*) De Joyce se cuentan anécdotas buenísimas. La que me gusta más es que desde
que le fallaba la vista escribía con ropa de lechero. Al parecer creía que esa
ropa captaba la luz del sol y la reflejaba en la página.
Fuente: Contada por Stephen King en su libro
Mientras escribo (On writing)
Víctor Hugo fue un escritor prolífico y metódico. Y su obra, amplia y variada,
incluye teatro, poesía, novela, discursos políticos y abundante
correspondencia. Sobre ésta última faceta, precisamente, existe una anécdota
que ilustra bien al personaje y que se trata, con toda seguridad, de la
correspondencia más breve de la historia.
Víctor Hugo acababa de escribir su, seguramente, más relevante novela: Los
Miserables.
Si el esfuerzo para escribirla fue proporcional a la calidad del resultado
obtenido, seguramente "Mesié" Hugo debió quedar exhausto. Así que le mandó el
manuscrito a su editor y se tomó unas vacaciones.
No está claro si fue en el momento de remitir el manuscrito —queriendo saber
la opinión de su editor sobre el material que le enviaba—, o si fue pasado un
tiempo —para interesarse por la marcha de la edición—, el caso es que cruzó
con su editor una interesante, escueta y expresiva correspondencia.
Ambas cartas contenían un único símbolo:
La carta de Hugo: "?"
(un signo de interrogación)
La respuesta de su editor: "!"
(un signo de exclamación).
Fuente: La internet. La anécdota es de dominio público
Anthony Trollope, prolífico autor [británico] de verdaderos mamotretos (buen
ejemplo es Can You forgive Her?—¿Puedes perdonarla?—, que para el
público moderno podría cambiarse de título:
¿Puedes acabarlo de alguna manera?) que se sacaba de la manga con
asombrosa regularidad. Trabajaba en el servicio británico de correos (invento
suyo fueron los buzones rojos que hay por todo el país), pero cada mañana,
antes de salir de casa, escribía dos horas y media. Su horario era férreo. Si
el final de las dos horas y media lo pillaba a media frase, la dejaba sin
terminar hasta la mañana siguiente; y si remataba alguno de sus tochos de
seiscientas páginas faltando un cuarto de hora para el final de la sesión,
escribía «FIN», apartaba el manuscrito y empezaba el libro siguiente.
Fuente: Contada por Stephen King en su libro
Mientras escribo (On writing)
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