La estadounidense Louise Glück es la ganadora del Premio Nobel de Literatura de este año, "por su inconfundible voz poética que, con una belleza austera, hace universal la existencia individual", anunció la Academia Sueca este jueves. (En ingles: "for her unmistakable poetic voice that with austere beauty makes individual existence universal.")
Glück "busca
lo universal, y para esto se inspira en los mitos y motivos clásicos,
presentes en la mayoría de sus obras", agregó la Academia.
Nacida en Nueva
York en 1943, también es profesora de inglés en la Universidad de Yale, en
Connecticut.
Ha recibido
varios reconocimientos de prestigio, entre ellos el Premio Pulitzer por su
poemario The Wild Iris ("El iris salvaje"),
en 1993 y el Premio Nacional del Libro (2014).
Su poesía se
centra en la dolorosa realidad del ser humano, y aborda temas como la
muerte, la infancia y la vida familiar.
MUESTRA DE SU POESÍA
El espino
Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello que has
acumulado?
De Iris salvaje, Versión de Eduardo Chirinos
Lamium
Así se vive cuando tienes un corazón
helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose
sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.
El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo
elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta
cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas,
vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.
No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja
plateada
como un sendero que nadie puede recorrer,
un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.
Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en
consecuencia,
aman todo lo que es frío.
De Iris salvaje. Versión
de Eduardo Chirinos
La terquedad de Penélope
Un pájaro llega a la ventana. Es un error
considerarlos solamente
pájaros, muy a menudo son
mensajeros. Por eso, una vez
se precipitan sobre el alfeizar, se quedan
perfectamente quietos, para burlarse
de la paciencia, alzando la cabeza para
cantar
pobrecita, pobrecita, un aviso
de cuatro notas, para volar luego
del alfeizar al olivar como una nube
oscura.
¿Pero quién enviaría a una criatura tan
liviana
a juzgar mi vida? Tengo ideas profundas
y mi memoria es larga; ¿por qué iba a
envidiar esa libertad
cuando tengo humanidad? Aquellos
que tienen el corazón más diminuto son
dueños
de la mayor libertad.
De Praderas. Traducción de Andrés Catalán
Amante de las flores
En nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: sin flores, sólo herméticas fincas
de hierba con placas de granito en el centro: las inscripciones suaves, la leve
hondura de las letras llena de mugre algunas veces… Para limpiarlas, hay que
usar el pañuelo.
Pero en mi hermana, la cosa es distinta:
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre a leer catálogos.
Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo. Cada primavera,
espera las flores. Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende que es mi
madre quien paga; después de todo, es su jardín y cada flor es para mi padre.
Ambas ven la casa como su auténtica tumba.
No todo prospera en Long Island. El verano
es, a veces, muy caluroso, y a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo, eran tan frágiles…
De Ararat, traducción de Abraham Gragera López
Confesión
Decir que nada temo sería faltar a la
verdad. La enfermedad, la humillación, me atemorizan. Tengo sueños, como
cualquiera. Pero aprendí a ocultarlos para protegerme de la plenitud: la
felicidad atrae a las Furias. Son hermanas, salvajes, que no tienen
sentimientos, sólo envidia.
De Ararat, traducción de Abraham Gragera López
BIOGRAFÍA
Louise Glück, en Wikipedia
Louise Glück, en Poetry Foundation
LIBROS
Zenda recomienda: Una vida de pueblo, de Louise Glück
ALGUNOS POEMAS
La mariposa
Mira, una mariposa. ¿Pediste un
deseo?
Uno no
pide deseos a las mariposas.
Tú hazlo. ¿Pediste uno?
Sí.
Pues no cuenta.
Amor bajo la luz de la luna
A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o
desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces
adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas
plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el
angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse
en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad,
la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo,
el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz
de luna,
,tomada de otra fuente, y brilla unos
instantes, como brilla
la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que viva.
Semejanza final
El estaba parado en la puerta de su
habitación,
esperando que yo acabase de hablar por
teléfono.
Que él no estuviera pendiente a su reloj
era una señal de que quería conversar.
Conversar para nosotros siempre significó
lo mismo.
El decía algunas palabras, yo decía unas
de vuelta.
Y en eso consistía.
Casi terminaba agosto, hacía mucho calor,
mucha humedad.
Al lado los trabajadores arrojaban
gravilla fresca en la marquesina.
Mi padre y yo evitábamos estar solos;
No lográbamos conectarnos, hablar por hablar.
Era como si no existieran
otras posibilidades.
Así que esta era especial: cuando un
hombre se está muriendo,
hay de qué hablar.
Debe haber sido temprano en la mañana. De
un lado a otro de la calle
los aspersores empezaron a funcionar. El
camión del jardinero
apareció al final de la cuadra
hasta que se detuvo para estacionarse.
Mi padre quería contarme cómo era eso de
morirse.
Dijo que no estaba sufriendo.
Dijo que se había quedado esperando el
dolor, aguardando, pero nunca vino.
Lo único que sentía era una especie de
debilidad.
Le dije lo mucho que me alegraba, que me
parecía que tenía suerte.
Algunos de los maridos se subían a sus
carros para ir al trabajo.
No gente que conociéramos. Nuevas familias,
familias con niños pequeños.
Las amas de casa se paraban en la
marquesina, gritando o haciendo ademanes.
Nos dijimos adiós como acostumbrábamos,
Sin abrazarnos, nada dramático.
Cuando el taxi vino, mis padres lo
observaron desde la entrada,
Agarrados de las manos, mi mamá tirando
besos como suele hacer,
ya que le molesta cuando una mano no se
está usando.
Pero por primera vez, mi padre no sólo se
quedó parado ahí.
Esta vez saludó.
Eso mismo hice yo en la puerta del taxi.
Como él, saludé para esconder el temblor de mi mano.
El iris salvaje
Al final del sufrimiento me esperaba una
puerta.
Escúchame bien: lo que llamas muerte lo
recuerdo.
Allá arriba, ruidos, ramas de un pino
vacilante.
Y luego nada. El débil sol temblando sobre
la seca superficie.
Terrible sobrevivir como conciencia,
sepultada en tierra oscura.
Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.
Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.
ENLACES
Selección de poemas, El Cultural
THE EMPTY
GLASS
By Louise Glück
I asked for
much; I received much.
I asked for
much; I received little, I received
next to
nothing.
And between? A few umbrellas opened indoors.
A pair of
shoes by mistake on the kitchen table.
O wrong, wrong—it was my nature. I was
hard-hearted,
remote. I was
selfish,
rigid to the point of tyranny.
But I was always that person, even in early childhood.
Small,
dark-haired, dreaded by the other children.
I never
changed. Inside the glass, the abstract
tide of
fortune turned
from high to
low overnight.
Was it the sea? Responding, maybe,
to celestial
force? To be safe,
I prayed. I
tried to be a better person.
Soon it
seemed to me that what began as terror
and matured
into moral narcissism
might have
become in fact
actual human
growth. Maybe
this is what
my friends meant, taking my hand,
telling me
they understood
the abuse,
the incredible shit I accepted,
implying (so
I once thought) I was a little sick
to give so
much for so little.
Whereas they
meant I was good (clasping my hand intensely)—
a good friend and person, not a creature of pathos.
I was not
pathetic! I was writ large,
like a queen or a saint.
Well, it all
makes for interesting conjecture.
And it
occurs to me that what is crucial is to believe
in effort,
to believe some good will come of simply trying,
a good
completely untainted by the corrupt initiating impulse
to persuade
or seduce—
What are we without this?
Whirling in
the dark universe,
alone, afraid, unable to influence fate—
What do we
have really?
Sad tricks
with ladders and shoes,
tricks with
salt, impurely motivated recurring
attempts to
build character.
What do we have to appease the great forces?
And I think
in the end this was the question
that
destroyed Agamemnon, there on the beach,
the Greek
ships at the ready, the sea
invisible
beyond the serene harbor, the future
lethal,
unstable: he was a fool, thinking
it could be
controlled. He should have said
I have
nothing, I am at your mercy.
“The Empty
Glass” from The Seven Ages by Louise Glück.
Copyright © 2001 by Louise Glück.
Reprinted with the permission of HarperCollins Publishers.
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