Este dislate surgido en la dieciochesca Casa madrileña parece, sí, un verdadero “papanatismo”, completamente ajeno, como ocurre con tanta frecuencia en la casa de la calle Felipe IV, a la realidad de los hablantes y a las leyes de la lingüística.
La vicedirectora de la Real Academia Española (RAE), Carme Riera —mallorquina, autora de ficción y profesora de Literatura— abogó recientemente por “frenar” la “invasión” de los términos ingleses auspiciados por la tecnología; lo achacó al “papanatismo” —la actitud que consiste en admirar algo o a alguien de manera excesiva, simple y poco crítica— y propuso, por ejemplo, hablar de “los y las influyentes” en lugar de “los y las influencers”.
Esta peregrina idea es ajena a la ciencia lingüística y a los fenómenos de cambio lingüístico y de lenguas en contacto hartamente estudiados.
Todas las lenguas se han regido desde su surgimiento —hace, probablemente unos 180,000 años— por la libre voluntad de los hablantes, sin necesidad de una entidad que se arrogue el derecho de “velar” por ellas. En realidad, pocas lenguas modernas cuentan con este tipo de institución, ideada entre los siglos XVII y XVIII para reafirmar el poder político de algunas monarquías europeas, entre ellas, la de España, que ya venía decayendo. Si pudiéramos comparar aquellos 180,000 años de que hablábamos, con las veinticuatro horas de un día, encontraríamos que las academias surgieron cuando faltaban algunos segundos para las 23h58. Todo el tiempo anterior habían “sobrevivido” muy cómodamente sin ellas.
El contacto de lenguas
El fenómeno de contacto de lenguas ha sido ampliamente estudiado y se verifica que desde siempre han ejercido influencia recíproca, como uno de los elementos del cambio lingüístico. Ambos fenómenos se basan en leyes que han regido en todos los tiempos para todas las lenguas. Por ejemplo, el latín —una lengua indoeuropea— sufrió influencias del sustrato (las lenguas que existieron antes que él en la península itálica), así como del adstrato (las lenguas con las que tenía contacto) como el griego y las lenguas germánicas de las fronteras del imperio, entre otros.
El español ha recibido influencias de las lenguas prerromanas (sustrato), de las germánicas, del árabe, del francés, del italiano, entre muchas otras, sin que nadie se preocupara por su “pureza”, un concepto completamente ajeno a la ciencia lingüística. Por esa razón, “frenar la invasión de términos ingleses” suena como una insensatez. No existe una autoridad lingüística que tenga el poder de “frenar” las orientaciones de los hablantes.
Este dislate surgido en la dieciochesca Casa madrileña parece, sí, un verdadero “papanatismo”, completamente ajeno, como ocurre con tanta frecuencia en la casa de la calle Felipe IV, a la realidad de los hablantes y a las leyes de la lingüística.
El español es una de las lenguas más fuertes y poderosas del mundo de hoy, no está sujeta a ninguna “invasión”, por lo menos, no que cualquier otra lengua en cualquier otro momento histórico; no sufre ningún peligro, ni ninguna amenaza, como sí lo están sus homólogas latinoamericanas.
¡La inteligencia artificial también!
Riera llega a expresar la “importancia mayúscula de que los sistemas de inteligencia artificial se atengan a la normativa académica y no creen formas de lenguaje que puedan romper la unidad de la lengua”, otra acción política del Reino en su tentativa de imponer el poder que pretende ostentar sobre las antiguas colonias americanas.
* El autor es periodista, licenciado en lingüística y magíster en Ciencias Humanas opción Lenguaje.
Tomado de elcastellano.org
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