Por Randolfo Ariostto Jiménez
Parte 1 de 5
La simplicidad con que son peinados los conceptos en Poética de la lectura, proceso que parte de la lectura y penetra en el ámbito de la creación poética, bien podría ser considerada una debilidad, por exponer argumentos fuera del área de la experimentación científica, acción adrede que nos permitirá demostrar cómo la calidad de la lectura puede conducirnos a desentrañar las verdades dispersas a nuestro alrededor mediante el escrutinio de nuestra realidad.
Se procura aquí un ejercicio de prudencia intelectual con el rigor de la reflexión nomotética, sin apelar a alguna suerte de generación prístina surtida de la inspiración pura y simple, explotación del mundo de las ideas al gusto platónico, suerte de tabla rasa o generación espontánea en cuanto a la adquisición del hábito de la lectura efectiva, tan indispensable para la conformación de una conciencia crítica, científica o artística, cuya prerrogativa inicial buscaría no dar por sentado, o a priori, cualquier discurso servido a nuestro alrededor, incluyendo el presente, con la vista dirigida a que al final el lector haya atinado en el proceso de lectura eficaz y el desarrollo de una mentalidad emancipada del discurso manipulador.
Siempre he sentido respeto por la regla de oro del sentido común, desde la lógica simple de Aristóteles(384 a-322 a.C.): si A es igual a C y B es igual a C, entonces A y B son iguales, hasta la un poquito menos famosa Navaja de Ockham (1280-1349 d. C.): en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es por lo general la más correcta; por constituir sistemas naturales, indispensables para la reflexión crítica; esencia del presente monólogo cercano al ensayo o ensayo cercano al monólogo, para los usos y efectos es lo mismo.
Conceptos como poética de la lectura, origen del ritmo, producción de la imaginación, leer la realidad, la lectura como puente a la creación poética, estar situado en el espacio/tiempo, ser en el cosmos, leernos en nuestra otredad, antes y después del estado actual, y estado de satisfacción, resultarán altisonantes atendiendo a qué parcela cultural habitemos al momento de penetrar en ellos y pese a la objetividad y apego a la indagación nomotética con que los hemos abordado. Mas, tranquilos, no hay idea que no pueda ser sometida a juicio y en este descansa la paz de las ideas.
Toda lectura implica un antecedente y debe confluir en un acto: acto de habla, acto creador, acto de relectura. Situémonos en el tiempo nuestros ancestros de origen, cuando incluso los neandertales hubieran sido tenidos por evolucionados modernos, lo opuesto al homo informático actual. Ese primer homínido, al presenciar la luminiscente aparición de un rayo, ante el primer acelerón del corazón que lo forzó a rascarse el pecho en busca de ese reloj interior de latidos desenfrenados como respuesta al asombro lanzado de golpe sobre su realidad; la primera necesidad de erguir la espalda para auscultar nuevos territorios donde colectar alimentos; el primer acto sexual, que presumimos debió carecer del sentido romántico de la primera mitad del S.XIX, la primera marca en la tierra, la génesis del dibujo rupestre; la bocana de aire que empezó todo, el primer aletazo de la vida para sacudirse la sal de la matriz oceánica. Figuremos la sorpresa insondable, el grosor del miedo; el contraste como alternativa a la ignorancia, el desconcierto, el estirón de los nervios buscando recular ante una realidad no dominada o la acción primigenia de las dendritas y mielinas, vigorizadas por la ingesta de carne de bisonte, cocida con fuego en el primer fogón y que brindó al cerebro según la antropología, la oportunidad de absorber más calorías y nutrientes para desarrollarse. Vislumbremos el primer estupor, la suma de novedades soliviantadas por el desconocimiento en el alba de los días, apesadumbrados, insisto, por la contemplación de una realidad distinta de la habitual, la más cercana a un despertar de la conciencia. Imaginen afrontar con sentido crítico una realidad contraria a su percepción habitual. La realidad distinta estaba allí, solo precisaba ser leída con conciencia de causa, pero de cuál causa si el primer homínido era un neófito en el arte del pensar, si bien se le exigía un instinto reflexivo mínimo para sobrevivir a un fenómeno superior capaz de destruirlo o salvarlo, tal poder amanecido antes sus ojos, puesto que las criaturas que arrojaban a la tierra tales prodigios sabían algo que él desconocía y no dudaba que fueran las mismas que hicieron posible la existencia de todo cuanto lastraba sus ojos: el sol, la luna y las estrellas; reflexión aunque instintiva, no como un animal escoge el camino en busca de alimento, sino como una razón de la que dependía continuar Siendo en su Tiempo y Estado.
Aquel homo 0.0 disponía de un cerebro apenas arriba del chimpancé de hoy, es probable que de la mentalidad de un niño de tres años, con tendencia al desarrollo, pero en ciernes, miles de años distante respecto al homo inmediatista, incapaz de traducir con carácter fiable lo que afectaba sus sentidos, pero sí capaz de percibir puesto que el miedo, el asombro, la sorpresa, sobrevienen como efecto de, reacción a, causa y efecto. En el albor de aquellos deslumbramientos primarios, el predecesor del hombre vio afectada su percepción habitual de la realidad por una suerte de comparación obligada, confrontaba el mundo conocido a un universo anónimo cuya única explicación debía hallar en su realidad circundante. Lo presente ante él, rasguñaba en la intuición, debía permitirle llegar a la explicación de lo intangible. El homo que inició el oficio del pensar, a falta de un antecedente interior, apeló a un antecedente exterior. La respuesta que desconocía, si no venía de adentro, por lógica debía provenir de fuera, pero a un tiempo, la contemplación y la necesidad de explicar el exterior, le ofrecía la oportunidad de formular suposiciones, de explicar con nuevas teorías, mismas que el mismo iba creando a medida que explicaba todo ese inmenso antecedente exterior que se le ofrecía como respuesta a lo desconocido.
No hay efecto moderado en la Física como en la Lógica, cada acción conlleva una reacción y dicha reacción nunca ocurre a media; el hielo de la rutina se rompe si le escamotean la información. A mayor desconocimiento mayor asombro en respuesta a la confrontación de la realidad circundante, a un antecedente difícil de explicar. Allí juega una importancia fundamental la calidad de la lectura realizada al entorno conocido, puesto que donde el ser bordea los hitos de la intuición, cuasi animal, domina la realidad conocida y de su calidad de lectura dependerá la fluidez de la imaginación y la credibilidad del formato conceptual en el que situemos nuestra visión del cosmos. Gracias a ello el Yo que emergió de manera paulatina en la antesala de nuestro cerebro sería capaz de leer las estrellas y trazar el curso de la navegación, de leer el polvo para hacer estallar la pólvora, de leer la naturaleza para entresacar de ella nuevas especies de flores.
Más adelante nos volveremos a acercar a la imaginación para profundizar en la génesis del acto lector, por ahora explicaremos este leer el entorno, este desmenuzar la realidad en busca de comprensión como la ruptura entre la monotonía de la intuición animal y los primeros pasos de la inferencia humana. En términos extendidos el acto lector es la acción de desmenuzar de forma consciente una realidad, de modo que produzca otro acto lector, acto de habla o cualquier acto capaz de crear una nueva realidad, o visión de esta, en la esfera que sea; que si bien nunca será independiente ni desprovista de antecedentes, si inspirará nuevas lecturas de una misma realidad, nuevas imágenes, nuevas articulaciones para los sentidos.
Leer exige una realidad dentro o fuera de nosotros en la que ocupemos un sitio, que encaje con lo que en esencia somos y donde estemos situados respecto a nuestro Espacio/Tiempo, con conciencia de ello. Si la verdad es la esencia de las cosas, o las cosas como deben ser para ser consideradas reales y la realidad es el aquí y ahora de alguien con conciencia de ello, en el instante que concebimos la realidad no solo podemos afirmar que escapamos de las garras de la intuición animal, sino que somos capaces de leer, puesto que no somos un objeto ni estamos sujetos a una existencia animal, sino que somos capaces de sujetar u objetar la realidad que nos acoge, de nombrar y autonombrarnos.
Comprender que encajamos en determinada realidad exige que nos formulemos las Preguntas Mayores, que no dependen por completo de nosotros sino del modo en que somos afectados por la realidad y la manera en que la percibimos. Necesitamos saber qué fuimos, qué somos y qué seremos. La realidad está aquí y la percibimos por la certeza de ser y estar, siendo capaces de reflexionar sobre nosotros mismos en el Espacio/Tiempo que nos acoge. Entre la intuición del homo inicial y la Teoría de la Relatividad General formulada por Einstein, media la capacidad de este último de pensarse a sí mismo respecto a la realidad que le fue vital y la imposibilidad de razonarse a sí mismo del primero. Asimismo, para que exista una conciencia capaz de leer la realidad: comprenderla, interpretarla, reinventarla, se precisa de dicha realidad como contexto. De la lectura de la realidad, interior o exterior, depende la calidad de pensamiento del ser humano, su sistematización, su ilación de ideas, su lógica. Esa realidad hinchada de trajín y ocurrencias, afectada por la lectura, fuerza la razón a escudriñar y, de hacerlo con mesura, depende en gran medida el resultado final del acto lector. No podemos interpretar la realidad sin el soliloquio de la inferencia en nuestro interior.
Sin una realidad bien definida el pensamiento carece de independencia, concretándose a una pseudolectura, léanse los casos en los que por el discurso del medio se realiza una lectura sistemática que conduce a interpretaciones erradas, cuando no desfasadas de la realidad, como en el caso de las mitologías religiosas, el racismo, el machismo, el consumismo, la banalidad, la vanidad, la defensa de los vicios, las adicciones al juego, a la fama, a las redes sociales, al espectáculo, la política desde un punto de vista del dominio, me explico: el único sistema político fiable es la paz; o peor, el clasismo, que es como los mediocres evaden el suicidio.
No es que seamos capaces de pensar una realidad extraña a nosotros, ya planteado que toda lectura demanda antecedentes, sino que podemos desmenuzar la realidad pese al desconocimiento inicial e independiente de que venga adulterada por ideas erradas o preconcebidas, que casi siempre son erradas, a modo de realidad enlatada, con el interés de obnubilar nuestra percepción y moldear nuestra interpretación de esta. Lo cierto es que poseemos la capacidad de esclarecer la realidad dentro de la misma realidad, es decir, situarnos con conciencia en nuestro contexto existencial, como analizaremos adelante.
Al encarar la realidad debemos tener conciencia de cuál es nuestra ubicación en ella, ya que el pensamiento no es automáticamente fiable. Parafraseando a Shakespeare: hay más voces en nuestra conciencia de las que detecta la esquizofrenia, Horacio. Ciertamente el pensamiento no es una entidad, no es Nuestro Yo, no Somos lo que pensamos. El pensamiento es una suma de realidades, de concepciones, de sistemas de pensamientos digeridos por el cerebro, en lo que mucho influirá la predisposición individual de cada quien para aceptar una cosmovisión dada.
Los seres humanos somos influenciables en cuanto a nuestra interacción sociológica; nuestros pensamientos, por lo general, obedecen a datos embotellados o sumas de realidades, casi siempre caracterizadas por lecturas erradas. Se entiende por errada a cualquier lectura de la realidad que falsea la nuestra al no permitirnos interpretarnos en el marco de nuestro Espacio/Tiempo como sujetos situados e impedirnos desentrañar con verosimilitud nuestra realidad; retardando la inferencia como acto libertario y, por demás, alejándonos de cualquier nueva lectura y acceso al imaginario de la creación.
La lectura es un acto puro de absorción de la realidad, en demasiadas ocasiones tocado por otras lecturas que dejan huellas sobre nuestra capacidad de inferencia. Leer con eficacia es tener la capacidad de penetrar un amasijo de lecturas o realidades preconcebidas que afectan la nuestra. Solo la lectura particular, al exteriorizar nuestra realidad, permite el ejercicio de la interpretación. Una muestra de esta interpretación es la creación poética, la lectura como puente a la poesía, entendida como acto creativo de cualquier índole. En el ámbito de la lectura comprendemos que esta no se reduce a la palabra escrita, mas, se apropia de ella y en determinadas circunstancias fructifica en acto creativo, pero si toda lectura se ve afectada por determinados pensamientos, diversas lecturas, se requiere ahondar en la palabra con ojos bien abiertos, untados de sentido crítico, escepticismo, conciencia de nuestras necesidad de reinterpretación y de crear y recrear otras lecturas de la realidad recibida.
La lectura es un acto multívoco ceñido a cuanto perciben nuestros sentidos. Podemos leer con los ojos cerrados o con cualquiera de nuestros sentidos, podemos leer en el silencio de los ojos y en la inocua soledad; leer los signos más allá de la publicidad, leer el clima, el otoño, el reposo del viento, el arpegio del sol en las gradas, desenterrar con pericia indicios de comunicación no hablada, el libro de agua en el reflujo de las lágrimas, del mismo modo que la semiótica devela ante nosotros el comportamiento humano a través del lenguaje de los signos, la lectura ahonda en todo cuanto es o no es, por empatía o comparación.
Ahora bien, si no podemos confiar en el pensamiento como interpretador de la realidad, ello implica que gran parte del tiempo permanecemos ajenos a la realidad que nos acoge. Desde que el primer brujo exaltó al dios del amanecer, la primera matriarca proclamó su defensa de la horda y el primer cazador reclamó su porción de la presa para el sacrificio, el ser humano es bombardeado por idealismo o materialismo al servicio del dominio, del mercado, corrientes de pensamientos, artes, el ocio; tal manipulación de nuestros pensamientos que incapaz de sortear tal andanada de constructos ha dado al traste con su deber de vivir en sí mismo y por sí mismo.
Continuará...
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