martes, 6 de febrero de 2024

TEBAIDA LÍRICA

Prólogo de Joaquín Balaguer a su obra Tebaida lírica

En 1922, cuando apenas tenía quince años de edad, [Joaquín] Balaguer publicó su primer libro de versos: “Claros de luna”, obra cuyo valor literario, al parecer, fue bastante vapuleado por la crítica literaria de entonces.

Balaguer, que nunca aceptó ni muchos menos perdonó las críticas de sus adversarios, aprovechó el prólogo del siguiente libro publicado, “Tebaida lírica” (1924), para responder en forma rabiosa a quienes osaron cuestionar las credenciales estéticas de los primeros “partos de su fantasía”. (Esta introducción fue tomada del artículo de Domingo Caba Ramos, que en esta publicación sigue al texto completo de dicho prólogo).

TEXTO COMPLETO DEL PRÓLOGO A TEBAIDA LÍRICA

Abro este paréntesis para llenarlo de odio y de gratitud. Odio a los que en plazas y corrillos me combatieron acerbadamente; odio a los poetas afeminados que envidian la virilidad de mi arte; odio al que escondió en el “bouquet de rosas de un elogio una mal disimulada flor de envidia”, odio a los consagrados que no han querido tenderle la mano al jovenzuelo imberbe que los abruma con su orgullo, y odio, finalmente a todos los Pachecos que, no atreviéndose a combatirme con la pluma, se encogieron de hombros cuando vieron al mozuelo audaz cruzar tras la apolínea caravana…

Y entre el rebaño de intelectuales imbéciles y de escritores verdaderos, gratitud solamente para aquellos que al aparecer mi Claros de luna me tendieron la mano como a un hermano menor.

César Tolentino fue el primero que me saludó como a un compañero novel acogiendo en las columnas de La Información los partos de mi fantasía; y a él es al primero y quizás el último que puedo agradecer algo, porque aún tengo el orgullo de ser, en nuestro medio árido, como una planta rara que solo necesita para vivir de la savia de su arte y del aire que respira en la atmósfera de sus sueños.

Por eso pongo entre este zarzal de odios una sola flor de gratitud. Yo aborrezco el ambiente en que me ha tocado nacer, pero aborrezco más a los intelectuales (con muy pocas excepciones) con quienes he tenido la mala suerte de codearme…”

“Mi Tebaida Lírica molestará a muchos (yo gozo molestando) y algunos borricos rebuznarán (yo gozo oyendo rebuznar) en la estéril sabana de las letras… Pero yo, como el Poeta Adán Aguilar, a todos los espero para combatirlos “uno a uno como caballeros, o a todos juntos como malandrines”.

INTERPRETACIONES Y COMENTARIOS ACERCA DE TEBAIDA LÍRICA

EL DOCTOR BALAGUER VISTO A TRAVÉS DE UN PRÓLOGO
Por Domingo Caba Ramos

Siempre lo he dicho: para desmadejar los hilos causales que siempre movieron el comportamiento político del expresidente de la República Dominicana, doctor Joaquín Balaguer (Santiago 1 de septiembre de 1906 - Santo Domingo, 14 de julio de 2002), es necesario leer las ideas o concepciones plasmadas en sus escritos.

En otras palabras, para conocer al auténtico Joaquín Balaguer tenemos, necesariamente, que estar en contacto y desentrañar el contenido profundo de su producción bibliográfica.

Entre todos sus textos, existe uno que, a nuestro juicio, y coincidiendo así con el fenecido y otrora polémico escritor Juan Isidro Jiménez Grullón, retrata mejor que ningún otro la verdadera personalidad del autor de “Los carpinteros” (1985) y de “El cristo de la libertad” (1970). Nos referimos al prólogo de su “Tebaida lírica” (1924).

En 1922, cuando apenas tenía quince años de edad, el Dr. Balaguer publicó su primer libro de versos: “Claros de luna”, obra cuyo valor literario, al parecer, fue bastante vapuleado por la crítica literaria de entonces.

Balaguer, que nunca aceptó ni muchos menos perdonó las críticas de sus adversarios, aprovechó el prólogo del siguiente libro publicado, “Tebaida lírica” (1924), para responder en forma rabiosa a quienes osaron cuestionar las credenciales estéticas de los primeros “partos de su fantasía”. He aquí una especie de breve informe descriptivo acerca del contenido del prólogo en cuestión.

Una sola oración le basta al autor para anunciar su ardiente ensañamiento:
“Abro este paréntesis para llenarlo de odio y de gratitud”.

¿A quién dice odiar quien fuera uno de los más brillantes oradores dominicanos? Estas son sus palabras al respecto:
“Odio a los que en plazas y corrillos me combatieron acerbamente: odio a los poetas afeminados que envidian la virilidad de mi arte: odio a los consagrados que no han querido tenderle la mano al jovenzuelo imberbe que los abruma con su orgullo, y odio, finalmente, a todos los pachecos que, no atreviéndose a combatirme con la pluma, se encogieron de hombros cuando vieron al mozuelo audaz cruzar tras la apolínea caravana”.

Mientras su expresión de odio engloba a lo que él llama “rebaño de intelectuales imbéciles”, la nota de gratitud se reserva de manera exclusiva para César Tolentino quien “al aparecer mis Claros de Luna”, afirma Balaguer, “fue el primero que me saludó como a un compañero novel acogiendo en las columnas de La Información los partos de mi fantasía”.

Al tiempo de manifestar su único agradecimiento al entonces director del diario La Información, Balaguer confiesa que no precisa del concurso de los demás para desenvolverse como ente social. En tal sentido apunta lo siguiente:
“... Y a él es el primero y quizás al último que puedo agradecer algo, porque aún tengo el orgullo de ser, en nuestro medio árido, como una planta rara que sólo necesita vivir de la savia de su arte y del aire que respira en la atmósfera de sus sueños. Por eso pongo entre este zarzal de odios una sola flor de gratitud”.

Pero ese “zarzal de odios” parece desbordar los límites del “rebaño de intelectuales imbéciles” de nuestro país, para volcarse en contra del medio geográfico en que nació y creció el eterno inquilino del Palacio Nacional. De ahí que más adelante exprese con furia incontenible:
“Yo aborrezco el ambiente en que me ha tocado nacer, pero aborrezco más a los intelectuales (con muy pocas excepciones) con quienes he tenido la mala suerte de codearme”.

En el párrafo que sigue, el Dr. Balaguer manifiesta en forma clara y precisa el alto placer que experimenta frente al encono, quejas o protestas de quienes lo enfrentan:
“Mi Tebaida Lírica - declara de manera enfática-molestará a muchos (yo gozo molestando) y algunos rebuznarán como borricos (yo gozo oyendo rebuznar) en la estéril sabana de las letras”.

Y concluye su famoso prólogo con un reto que no podía ser más sugerente o sintomático:
“Pero yo, como el poeta Adán Aguilar, a todos los espero para combatirlos, uno a uno como caballeros, a todos juntos como malandrines”.

En torno a las citas precedentes valdría concluir afirmando que el Dr. Joaquín Balaguer fue bastante coherente con su pensamiento político, pues se necesita aborrecer "el ambiente en que me ha tocado nacer..." para convertirse en títere o mano derecha de un dictador como lo fue el presidente Rafael Leónidas Trujillo, y haber encabezado él mismo un período de terror, corrupción y violación a los derechos humanos como fueron sus tristemente célebres doce años de gobiernos (1966-1978).

El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura.


"Usted no se imagina los difíciles momentos que padecí guardando el debido silencio en la Era de Trujillo; fui discriminado y calumniado por numerosos lisonjeros de Trujillo por negarme a participar en francachelas con el Jefe y sus comilitones".

Por Cándido Gerón, en acento.com
23/09/2022

En el mes de febrero de 2001 visité a Joaquín Balaguer con la finalidad de obsequiarle la novela Los bufones de Dios, de Javier Vergara, ya que en mi conversación anterior él se había referido al papa Gregorio XVII, a quien el colegio de cardenales obligó a renunciar al papado.

Recibió el regalo con una sonrisa y unas palabras de elogio para quien esto escribe. La conversación de ese día giró en torno al papa de origen francés, y su famosa encíclica que provocó divisiones en el seno de la Iglesia.

Al despedirme, me pidió con su acostumbrada amabilidad, que en la próxima visita le llevara el libro Abel Sánchez, escrito por el filósofo español Miguel de Unamuno, cuyo texto trata sobre el problema de la envidia.

—Es un mandato, Presidente, —le digo.

Días después le llevé el texto, y tan pronto lo tuvo en sus manos y acarició sus páginas, hábito que desarrolló al perder la visión, iba comentando sus pareceres sobre los resentimientos.

De pronto, detuvo el comentario y comenzó a mover la cabeza de abajo hacia arriba como si se tratara de un ejercicio mental. Tiempo después, se sumergió en una profunda meditación, mientras quien escribe permanecía allí, en absoluto silencio, tratando de adivinar qué pasaba por la mente de este hombre tan enigmático.

Hacía esfuerzos de no producir el menor ruido, pues se molestaba cuando alguien hablaba e interrumpía su narración. Un rato después me dice:

—Poeta Gerón, hay quienes me tildan de ser un hombre resentido; por el contrario, quien le habla ha sido una víctima. Usted no se imagina los difíciles momentos que padecí guardando el debido silencio en la Era de Trujillo; fui discriminado y calumniado por numerosos lisonjeros de Trujillo por negarme a participar en francachelas con el Jefe y sus comilitones. Tanto así, que hubo ocasiones en que fui víctima de la desgracia.

“En Santiago de los Caballeros, siendo muy joven, fui también discriminado por un sector de la intelectualidad; en la ciudad de Santo Domingo, por igual, por una oligarquía que me despreciaba por pertenecer a una familia de clase media”.

Hace una pausa, y aprovecho el momento para preguntarle:

—Presidente, ¿esa es una de las razones por la cual usted escribió el poema El burguésY me responde: “Usted es muy observador. Tiene mucha razón”.

Hace una segunda pausa y se encierra en otra profunda meditación. Lo observo fijamente, pues la silla que colocaba el general Luis María Pérez Bello obligaba al visitante a mirar a Balaguer de frente y me preguntaba: ¿Qué estará pasando por la mente del poeta Balaguer? Mi mirada se queda fija en su bata de seda color púrpura, colocada encima de su traje; luego, se traslada hacia su sombrero color gris puesto en el lugar de siempre, a la espera que me diga algo y sigue ensimismado en un prolongado silencio. Pienso. De seguro está reconstruyendo episodios, y me entusiasmé con la idea, pues siempre me sorprendía con un discurso nuevo sobre historia, literatura o política. De repente, me dice: “Mis adversarios alegan que mi resentimiento se remonta a mi juventud cuando escribí el prólogo de Tebaida lírica”.

Entonces pasa a explicarme las razones que lo llevaron a escribir el citado texto:

En plena Intervención Norteamericana, con apenas 18 años de edad, comencé a participar en reuniones políticas y en mítines donde solía exponer mis ideas en contra de la presencia de marines en mi país; también participaba en una tertulia que se celebraba todos los viernes en el bufete de abogados “Jafe Hernández”, donde se reunía un selecto grupo de intelectuales, escritores, políticos y periodistas en el citado bufete de abogados y si la memoria no me falla en ella participaban Rafael Estrella Ureña, Ramón Emilio Jiménez, Pablo Paulino, Rafael F. Bonnelly, César Tolentino Rojas y Agustín Acevedo entre otros.

Y una tarde, al llegar a la puerta del lugar, escuché cuando Rafael F. Bonnelly les decía a los reunidos allí:

—En esta tertulia solo deben participar los intelectuales santiaguenses con calidad literaria.

Obviamente, entendí que se refería a mi persona pues el único que no era de la ciudad de Santiago era este humilde servidor.  Aunque participé ese viernes en la tarde en el encuentro, no emití ningún comentario; todo el tiempo me mantuve callado y, al finalizar el mismo, me despedí muy cordialmente de todos y cada uno de los presentes allí y jamás volví a participar en esa ni en otras tertulias literarias.

“Días después, en horas de la tarde, mientras caminaba por la calle 16 de Agosto, dos marines me detuvieron y me llevaron a la Fortaleza San Luis, y me dejaron detenido acusado de pronunciar discursos en contra de la Intervención Americana. Durante los 14 días que estuve detenido, comencé a escribir el poemario Tebaida lírica, donde puse, no lo niego, mi enfado contra algunos intelectuales de la ciudad de Santiago de los Caballeros”, acota Balaguer.

Pocos historiadores, intelectuales, escritores y políticos conocen este dato que damos aquí, como primicia, y aquellos interesados en saber si la información es cierta, están en el derecho de investigarlo. Una tarde, mientras caminaba en el Parque Mirador en compañía del eminente cardiólogo Rafael Pichardo, él trajo a colación el relato y afirmó que cuando Balaguer fue llevado en calidad de preso a la Fortaleza San Luis, su padre, [que] se encontraba detenido en el lugar por otras causas y fue quien le contó siendo muy joven de la detención de Balaguer, pues ambas familias (Pichardo-Balaguer), vivían apenas a unas cuadras en la calle Barranca, que desemboca en el lugar denominado “Nibaje”.

Cuenta Balaguer que sus diferencias personales con Rafael F. Bonnelly fueron evidentes, y que se acrecentaron aún más cuando en el año 1978, el segundo publicó un artículo en El Nacional, donde afirmaba que el primero no había escrito el Manifiesto del 23 Febrero de 1930.

Señala que a aun cuando Rafael Estrella Ureña y el doctor Jafet Hernández los reconcilió, el doctor Rafael F. Bonelly, siguió alimentando el aguijón del resentimiento, el cual no disimulaba en reuniones que sostenían con frecuencia en la Era de Trujillo.

Sostiene Balaguer que se sorprendió con la publicación de marras porque, hasta donde él tenía conocimiento, el Dr. Rafael F. Bonnelly no poseía talento, y que durante el ejercicio como abogado en Santiago no hay un caso que se pueda considerar de importancia, y durante sus desempeños en la administración pública como secretario de Interior y Policía, de Trabajo, de Educación, procurador general de la República, rector de la Universidad de Santo Domingo, secretario de Estado de la Presidencia y presidente de la República durante el Consejo de Estado en 1962, no dio señales de ser un profesional brillante.

Sin embargo, Balaguer le reconoce capacidad en redactar largos y tediosos informes en la Era de Trujillo. Explica que sus artículos y los discursos que pronunciaba eran de la autoría de Oscar Antonio Robles Toledano, conocido con el seudónimo de P.R. Thompson, que, según Balaguer, era dueño de una inteligencia excelente y fue el pensador más connotado en su tiempo dentro de la Iglesia católica.  Acota Balaguer que Robles Toledano tenía una oficina en el bufé de abogados de Rafael F. Fonnelly, y señala que fue Robles Toledano, en realidad, el que escribió el artículo en que Bonelly lo ataca.

1 comentario:

  1. I. La Tebaida es la región del Antiguo Egipto que contiene los trece nomos situados más al sur del Alto Egipto, de Abidos a Asuán. Adquirió este nombre por su proximidad a la capital egipcia de Tebas. (Wikipedia)

    II. La Tebaida (Thebais) es un poema épico latino en doce libros de hexámetros compuesto por Estacio. El autor trabajó durante doce años en él, y lo publicó finalmente en 90-91. El argumento del libro es la expedición de los Siete contra Tebas para apoyar el intento de Polinices de recuperar el trono de manos de su hermano Eteocles. Estacio respeta la tradición épica al hacer que los dioses interfieran en los asuntos humanos, redacta un catálogo de las fuerzas combatientes, describe los juegos fúnebres, etc. Buena parte de sus episodios y, en no pequeña medida, su lenguaje son una imitación de Virgilio. (Wikipedia)

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