martes, 13 de febrero de 2024

MENSAJES CIFRADOS

Minificción

A Roberto Rafael Rodríguez Rodríguez

Como de costumbre, Macondiano y Talito, después de entregar sus columnas al semanario para el que contribuían con sus escritos, se juntaron en el parque Common, de Salem, para hacer su caminata semanal. Era un sábado esplendoroso de principios de septiembre, soleado y de temperatura agradable. Las hojas comenzaban a madurar, algunas a caer, y la gente se apresuraba a gozar del buen clima antes de que se agudizara el frío. Todo Salem parecía estar en el parque; muchos, con sus mascotas.

Mientras caminaban, Talito y Macondiano, que conversaban animadamente sobre los play-offs de las Grandes Ligas, para los que los Medias Rojas habían sido eliminados, vieron de pronto a un señor de pelo, barba, zapatos y traje blancos, vistiendo corbata negra azabache, muy aristocrático él, con un parecido al Coronel Sanders, el de los Kentucky Fried Chicken, que se les paró en frente y les dijo sentencioso: “De lo que es capaz un perro, son capaces todos los perros”, y prosiguió su marcha con aire marcial, caminando erecto, como midiendo los pasos, con la mano izquierda doblada detrás con elegancia, y empuñando con la mano derecha un bastón fino y reluciente de color dorado el que acotejaba horizontalmente debajo del brazo derecho y apoyaba esporádicamente en tierra, y que evidentemente no necesitaba. 

Después de reírse, y hacer un gesto de interrogación, los amigos continuaron caminando, retomando la conversación sobre la pelota y otros tópicos, sin perder el hilo. Iban muy concentrados en su diálogo, disfrutando de la pureza y las caricias del aire fresco, cuando de repente les obstruyó el paso un grupo con atuendos de Hippies que gritó a coro: “En la relación perro y amo, el esclavo es el amo”

“No son todos los que están, ni están todos los que son”, comentó Macondiano, citando un letrero célebre colocado en el manicomio dominicano muchos años atrás, sin disimular su risa y meneando la cabeza en señal de incredulidad. 

Siguieron su camino y no bien habían retomado su animada conversación, cuando fueron interrumpidos por un tipo con pintas de científico, que les dijo: “Las leyes de la naturaleza son inquebrantables… siempre será cierto que, en una pila de cosas, la presión de las de arriba empujará a las de abajo, y si las de abajo encuentran un orificio, por ahí se escaparán”. Esta vez la risotada fue aún mayor. “¿Y qué es Talito, es luna llena?”, preguntó Macondiano.

Pasada la celebración de la divertida y juiciosa declaración del Einstein, y después de haber recobrado el aliento, continuaron su marcha y cuando creían haberlo oído todo, se les cruzó delante uno que parecía poeta y les dijo: “Quererse no tiene horario, ni fecha en el calendario, cuando las ganas se juntan”

“Esto es increíble”, murmuró Macondiano entre risas. “Vamos a dar la última vuelta a ver qué otro loco nos encontramos en el camino”, dijo Talito.

Y así continuaron su caminata, esta vez sin interrupciones ni sentencias estrambóticas de chiflados excéntricos. 

Ya casi al final de su recorrido, antes de despedirse, vieron a un perrito salchicha tratando de copular con una perrita chihuahua, que no era indiferente a los requiebros amorosos del larguirucho, y más adelante a un gran danés que evacuaba con abundancia y al dueño que con una funda plástica, recogía la mierda. 

Talito y Macondiano se miraron y soltaron la risa nuevamente, entonces asintieron como queriendo dar a entender que comprendían los mensajes cifrados que habían escuchado a lo largo de su paseo y se despidieron, sin ocultar con una sonrisa de complicidad que habían compartido un momento grato, imperecedero y educativo.

En la foto: Talito y Macondiano, hace mucho tiempo.

Minificción por Isaías Ferreira Medina

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