sábado, 17 de junio de 2023

ROSARIO CASTELLANOS

El Club de la Lectura
Por Paty Rogel

Hablemos hoy de la poeta mexicana Rosario Castellanos

Rosario Castellanos escribió once poemarios, tres novelas, libros de cuentos, ensayos, obras de teatro, y crónicas. En toda su obra predomina un "yo poético" con tintes autobiográficos, pero su trasfondo siempre era fuertemente político.

La denuncia de la discriminación de la mujer frente al hombre y de los pueblos indígenas frente a los blancos fue lo que marcó toda su producción literaria, tal y como vemos en su novela “Balún Canán” con la que ganó el premio Chiapas en 1958 o recopilaciones de cuentos como “Ciudad Real” que la hizo acreedora al Premio Xavier Villaurrutia.

El mundo de Rosario Castellanos no fue fácil, estuvo cifrado por el feminismo, reflejando en sus poesías y ensayos, la condición femenina de muchas mujeres es por ello por lo que su vida fue como espejo de las mujeres de su tiempo mediante la expresión de la dualidad aceptación Y resistencia de lo regido por la figura ideal.

Edificó un universo a partir de algunas formas de dominación social. En 26 años, de 1948 a 1974, Rosario Castellanos dedicó su vida a crear una obra que la expresara de cuerpo entero y que al describirla fuese una especie de registro del mundo en el que le tocó vivir; lo femenino en su obra es un tema fundamental.

Rosario Castellanos observaba que, en México, el conflicto en el matrimonio frente a los quehaceres domésticos se paliaba debido a la disponibilidad de empleadas del hogar dedicadas a tareas de limpieza, preparación de alimentos y cuidado a los niños y enfermos. Advertía, sin embargo, que con la modernización del país y la incorporación de la fuerza de trabajo femenina a la industria y a los servicios:

     «Nos llegará la lumbre a los aparejos. Cuando aparezca la última criada, el colchoncito en que ahora reposa nuestra conformidad, aparecerá la primera rebelde furibunda».

Inspirada por lo que sucedía con el feminismo estadounidense y armada con las herramientas del existencialismo de Simone de Beauvoir, Castellanos preparó en 1971 el discurso “La abnegación, una virtud loca”, que pronunció ante el presidente de la república, Luis Echeverría Álvarez. Sin miramientos, la escritora caracterizó a la abnegación como “una de las virtudes más alabadas de las mujeres mexicanas” cuyo efecto contravenía de cualquier aspiración de equidad o justicia para el sexo femenino, exaltando, de esta manera convenientemente dicha virtud, para continuar con el sometimiento.

Señalaba las abismales diferencias educativas y laborales especialmente agudas a principios de los setenta en la enseñanza superior, donde el 85% de los estudiantes eran varones. Y respecto a las poquísimas mujeres que tenían título universitario Castellanos se preguntaba cuántas ejercían la profesión para la que se habían preparado aprovechando una cuantiosa inversión pública que se habría malgastado en los casos en que prefirieran dedicarse al hogar en forma exclusiva.

     «No es equitativo, y por lo tanto tampoco es legítimo que uno tenga la oportunidad de formarse intelectualmente y que al otro no le quede más alternativa que la de permanecer sumido en la ignorancia […] que uno encuentre en el trabajo no sólo una fuente de riqueza sino también la alegría de sentirse útil, partícipe de la vida comunitaria, realizado a través de una obra, mientras que otro cumple con una labor que no amerita remuneración y que apenas atenúa la vivencia de superficialidad y aislamiento […] que uno tenga toda la libertad de movimiento mientras el otro está reducido a la pasarela […] que uno sea dueño de su cuerpo y disponga de él como se le dé la real gana, mientras que el otro se reserva su cuerpo, no para sus propios fines, sino para que en él se cumplan procesos ajenos a su voluntad».

El hecho de que Castellanos condenara las injusticias que pesaban sobre las mujeres mexicanas en presencia de Echeverría Álvarez fue trascendente. Contribuyó al encumbramiento de Castellanos como escritora reconocida, al tiempo que fue preparando el ambiente para que México llegara a ser sede de la Conferencia del Año Internacional de la Mujer y de la Tribuna de la Mujer auspiciada por la Organización de las Naciones Unidas en el año de 1975. Si es innegable que el principal móvil de la Conferencia fue la preocupación por el crecimiento poblacional, también se debe reconocer que en el discurso del gobierno mexicano empezaba a sentirse un clima favorable a los derechos de las mujeres.

Pero la debilidad del feminismo inquietaba a Rosario, porque hasta donde se sabe, la escritora no modificó su visión sobre la debilidad del feminismo mexicano ni llegó a saber del despunte feminista de los setenta. Es improbable que tuviera noticia de la pequeña manifestación pública “en contra del mito de la madre”, convocada en la capital al mes siguiente de su salida del país para cumplir con su encomienda diplomática.

Su muerte prematura alcanzó a Rosario Castellanos el año anterior a la reunión de la ONU, en la que la diplomática seguramente habría tenido una intervención destacada. Tampoco vivió para saber de las jóvenes feministas, adeptas al marxismo y a la revolución cubana que protestaron lo mismo contra la Conferencia del Año Internacional de la Mujer que contra el concurso de belleza de Miss Universo y contra los estereotipos de la feminidad que creaban imágenes falsas de las mujeres. No supo de los indudables efectos de la revolución feminista de la segunda mitad del siglo XX mexicano. Sus agudos ensayos y obras narrativas, sin embargo, fueron iluminadores y permitieron que los reclamos del feminismo de la nueva ola se arraigaran en la sociedad y en la cultura mexicana.

Su vida como la de otras mujeres pioneras que triunfaron en las artes, estuvo marcada por la paradoja y la tragedia. Rosario tuvo que luchar contra las depresiones que le causaron varios abortos y las infidelidades de su marido, un profesor de filosofía con el que estuvo casada trece años y con quien tuvo a su único hijo, buena parte de su obra refleja el amor mal correspondido, la ausencia y la falta de comprensión y apoyo de su pareja.

La discriminación sexual, la segregación social y racial, fueron parte de su inspiración y lucha, una lucha que extendió más allá de la literatura y le llevó a ser directora general de Información y Prensa en la UNAM, a ejercer la docencia en universidades de Estados Unidos (en Wisconsin, Colorado e Indiana) y ser diplomática en la embajada de Israel.

Rosario Castellanos fue una mujer, fuerte, decidida, que lucho contracorriente en un país marcado por el sexismo que sufrió en carne propia.

Y aquí una muestra de su valiosa expresión poética:

LOS ADIOSES
Quisimos aprender la despedida
y rompimos la alianza
que juntaba al amigo con la amiga.
Y alzamos la distancia
entre las amistades divididas.
Para aprender a irnos, caminamos.
Fuimos dejando atrás las colinas, los valles,
los verdeantes prados.
miramos su hermosura
pero no nos quedamos.

POESÍA NO ERES TÚ
Porque si tú existieras
Tendría que existir yo también. Y eso es mentira.
Nada hay más que nosotros: la pareja,
Los sexos conciliados en un hijo,
Las dos cabezas juntas, pero no contemplándose
(para no convertir a nadie en un espejo)
Sino mirando frente a sí, hacia el otro.
El otro: mediador, juez, equilibrio
Entre opuestos, testigo,
Nudo en el que se anuda lo que se había roto.
El otro, la mudez que pide voz
Al que tiene la voz
Y reclama el oído del que escucha.
El otro. Con el otro
La humanidad, el diálogo, la poesía comienzan.

Rosario Castellanos poeta mexicana.
Orgullo de México.

Tomado de El Club de la Lectura, grupo de Facebook, del que Paty Rogel es la administradora.




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