En 2022, el anuncio del regreso de Cormac McCarthy a la novela tras 16 años de silencio devino -como no podía ser de otra manera- en uno de los más grandes acontecimientos del sector editorial. La publicación de aquellas dos novelas interconectadas, «El pasajero» y «Stella Maris», adquieren hoy forma de carta de despedida: el gran novelista de la América más profunda, autor de libros imprescindibles como «No es país para viejos», «Meridiano de sangre» o «La carretera», ha fallecido este 13 de junio de 2023 en su casa de Santa Fe, Nuevo México, a los 89 años. Para honrar su memoria, a continuación, repasamos la personalidad, trayectoria y obra de uno de los más grandes autores americanos contemporáneos -y uno de los más heterodoxos- a partir de algunos términos clave.
ENTREGA
Autodidactismo, fe ciega en sus capacidades y dedicación absoluta son los cimientos de la carrera del escritor. La literatura no entra de lleno en su vida hasta que se encuentra destinado a una base militar en Alaska tras abandonar la universidad para unirse a las Fuerzas Aéreas. Rechaza seguir la tradición familiar en el ámbito del Derecho, rechaza una titulación académica, rechaza la formación de los talleres literarios. Desde muy temprano da muestras de ser un verso libre. Todo se subordina a la creación de las condiciones idóneas para escribir. El confort y los ingresos son secundarios.
En 1961 se instala con su primera esposa en una chabola, a los pies de las Smoky Mountains, que carece de agua corriente y de calefacción. En 1969 adquiere con su segunda mujer un granero en Louisville (Tennessee) que renueva con sus propias manos. El matrimonio se lava en un lago cercano y tiene en las latas de alubias su fuente alimenticia básica. A mediados de los años 80 se traslada a una casucha de piedra ubicada detrás de un centro comercial de El Paso, que él mismo define como «apenas habitable». A Cormac sólo le interesa escribir, escribir, escribir. Le da la espalda a colaboraciones remuneradas, sólo acepta becas que le permiten viajar a Europa y por el sudoeste de su país de cara a adquirir experiencias valiosas a traspasar a sus libros. Estos (La oscuridad exterior, Suttree, Meridiano de sangre) van obteniendo prestigio entre la crítica pero la desconexión con el gran público es total pues cada uno no supera los cinco mil ejemplares. ¿Afloja McCarthy? ¿Acepta un puesto de profesor, colaboraciones en prensa, charlas? ¿Lima la crudeza de sus historias para llegar a más lectores? NO.
Es un misterio si el autor podría haber mantenido mucho tiempo este régimen tan ascético, o si se habría visto forzado a realizar algunas concesiones que comprometieran su entrega febril a la escritura, en el caso de que Todos los hermosos caballos -primera entrega de la Trilogía de la frontera, ganadora del National Book Award y del National Book Critics Circle Award, y completada con En la frontera y Ciudades de la llanura- no hubiese supuesto un bombazo en 1991. En cualquier caso, adiós a los aprietos económicos y a los alojamientos insalubres -desde los años 90 residía en una casa en Tesuque, una localidad de Nuevo México-, y garantía de continuidad a su burbuja creativa revestida con acero inoxidable.
SILENCIO
Sin ser el hombre invisible como Thomas Pynchon ni el recluso apenas fotografiado que fue J.D. Salinger, McCarthy ha sido una figura escurridiza, guardando siempre celosamente un generoso perímetro de seguridad respecto a cualquier foco: no ha participado en festivales, impartido conferencias, ofrecido presentaciones o firmas de libros y apenas ha concedido cuatro entrevistas a lo largo de su vida. La primera fue al diario The New York Times en 1992, cuando tenía casi sesenta años; la segunda a Vanity Fair en 2005; la tercera al programa televisivo de Oprah Winfrey; y la última, en 2009, a The Wall Street Journal. Contra la especulación y la tentación de generar leyendas, McCarthy le aseguró a Winfrey que se ha limitado a consagrar todas sus fuerzas a la escritura, descartando cualquier distracción, ya fuera lucrativa o que inflamara su vanidad. «Siempre supe que no quería trabajar, que mi prioridad absoluta era dedicar la única vida que tenemos a hacer lo que más me gusta». Si de joven aceptó vivir en la semi pobreza fue para descubrir de lo que era capaz con la literatura y la única forma de averiguarlo radicaba en teclear día y noche en su Olivetti Lettera 32, máquina de escribir que, por cierto, fue vendida en 2009 por la casa de subastas Christie's por 254 000 dólares.
¿Pero detrás de la negativa a prodigarse en público y a ceñirse a unos mínimos peajes promocionales estaba únicamente la voluntad de dedicar el máximo tiempo posible a sus novelas? Aquellas muestras tempranas y luego ya para siempre sostenidas del escritor-isla (o misántropo o hermético o huraño o celoso de su privacidad), ¿sólo respondían a una estrategia de rentabilidad productiva? No. También obedecían a una obsesión anti analítica. McCarthy siempre ha sido alérgico a explicar, profundizar o interpretar su trabajo pues considera que lo que ha quedado por escrito ya está fijado. Fuera de la página no hay nada.
FEROCIDAD
El del ermitaño escritor de Providence no es un país para viejos, ni para débiles, ni para los que van sobrados de fe en la bondad del individuo. Explorador frecuente de cuanto tiene de cruel y carente de compasión la naturaleza humana, McCarthy estableció de forma reiterada en su obra un paralelismo entre nuestro oscuro interior y el entorno árido, inclemente y hostil que nos circunda. El paroxismo de esta confrontación llegaba con La carretera, -«se produjo un resplandor, se pudrieron las cosechas, se murieron los animales, se acabó el combustible…»- una visión del Apocalipsis en la que el escritor proyectaba un mundo baldío, despoblado, silencioso, mortecino… definido por la sustracción de elementos vitales y la acumulación de atrocidades. Desamparados y aterrorizados, un padre y un hijo eran dos pobres almas atravesando un Purgatorio a la espera de una salida al mar que los condujera al cielo de la salvación, so pena de acabar en las fauces de unos caníbales que los engulleran hacia el infierno.
El trayecto abarcado con anterioridad no había sido tampoco un camino de rosas: la persecución y el incesto con la cordillera de los Apalaches de fondo en La oscuridad exterior; la lucha por la supervivencia del pescador Cornelius Suttree y su banda de vagabundos, ladrones, prostitutas, jugadores y demás parias en el Tennessee de los años 50 en Suttree; la épica historia de dos antihéroes intentando salir a flote en las inclementes tierras fronteriza entre Estados Unidos y México en la Trilogía de la frontera; el baqueteado sheriff que debe lidiar con el tráfico de drogas y un asesino de peculiar modus operandi en No es país para viejos…
La América de McCarthy es pues despiadada, feroz y desesperanzada. Un tema recurrente ha consistido en colocar a individuos desalmados en parajes inhóspitos, siendo perseguidos por agentes de la ley y hombres buenos cuya moral no alcanza para luchar contra la oscuridad circundante. No existe Dios ni se le espera en la bibliografía del autor, que ha trabajado en tradiciones tan distintas como el western, el gótico sureño, la distopía y el policial. Su capacidad para retratar el Mal, para angustiarnos y acelerarnos el pulso, pero también para conmovernos con historias de amistad y amor, de superación y resiliencia, en situaciones críticas explican en parte la atracción que ha ejercido su obra sobre el cine. Memorables las adaptaciones de los Hermanos Coen y John Hillcoat de No es país para viejos y La carretera, respectivamente, al tiempo que el autor escribió plasmó directamente en forma de guion El consejero que más tarde pondría en imágenes Ridley Scott, donde la tentación de ganar una pequeña fortuna llevaba a un abogado a meterse en una operación de tráfico de cocaína que le colocaría una diana en la espalda.
HETERODOXIA
Por si a estas alturas queda alguna duda respecto a que estamos delante de una rara avis de la literatura contemporánea, alguien que ha buscado subirse a hombros de gigantes como Herman Melville, Nathaniel Hawthorne o William Faulkner explorando su propio imaginario y vías expresivas, aquí van otros datos que singularizan su figura:
1) Sabotaje a las normas: McCarthy abogó por la simplicidad de la frase declarativa y la máxima reducción de las marcas sobre la página, lo que se ha traducido en una puntuación mínima (sacrificio de comas, puntos, guiones…), algo que confiere un ritmo especial a la historia pero que obliga a forzar la concentración.
2) Polivalencia: Lejos de centrarse en exclusiva en la novela, el autor ha buceado en diversos géneros. Publicó tres relatos entre 1959 y 1965 y tiene tres guiones cinematográficos inéditos, otro publicado y nunca filmado, y un quinto sí publicado y adaptado (el citado El consejero). A esto se suman dos obras de teatro: The Stonemason -que se remonta a finales de los 80 y que se inspira en los meses que el autor trabajó en una cantera con una familia afroamericana del sur de su país - y El Sunset Limited, publicada en 2006 y que despliega una batalla dialéctica sobre el sentido de la existencia, la fe y Dios entre un hombre blanco y otro de color (densidad conceptual que nos invita a recordar que su responsable forma parte de la Sociedad Filosófica Americana).
3) Ciencia: Sin embargo, fue en el campo científico donde McCarthy volcó sus intereses y esfuerzos en las últimas décadas con resultados sorprendentes. Desde hace muchos años, la mesa de trabajo del escritor se encuentra en un despacho del Santa Fe Institute, un centro de investigación multidisciplinar dedicado al estudio de sistemas complejos adaptativos en el que el escritor aseguró estar rodeado de las mentes más brillantes imaginables, cuyo trabajo y charlas provocaron que su mente entrara en ebullición. De este modo, pese a carecer de formación científica, en 2017 McCarthy publicó un ensayo, The Keluké Problem, dedicado al inconsciente humano y al origen del lenguaje, al tiempo que ejerció de corrector de pruebas para libros de física, entre ellos Quantum Man, una biografía del mítico Richard Feynman a cargo de Lawrence Krauss, y se prestó a ofrecer consejos para la redacción de artículos científicos a la revista Nature.
LA NOVEDAD (x2)
Es en este contexto de abducción por la ciencia que cristalizaron El pasajero y Stella Maris, si bien a algunas de sus ideas y personajes llevaba cuatro décadas dándole vueltas. Dos novelas que dialogan a través de los hermanos Western, Bobby y Alicia, unidos por vínculos complejos en los que se mezclan los sentimientos tabú, el amor por la física y las matemáticas y el ascendente de su padre, colaborador de Robert Oppenheimer en el desarrollo de la bomba atómica. La naturaleza esquiva de la realidad, los secretos de la conciencia, la paranoia como modo por defecto de la psique americana (aquí McCarthy converge con los intereses de otros colegas ermitaños como Thomas Pynchon o Don DeLillo), el papel de la física y las matemáticas en la redefinición del lugar del ser humano en el mundo, la legitimidad del suicidio, los traumas y fantasmas del pasado, los límites morales en las relaciones fraternales, la inestabilidad mental… El pasajero y Stella Maris, la descomunal última obra de un autor al que hoy decimos adiós, abordan multitud de temas de calado, retando al lector a acompañarlo en un tour de force repleto de disquisiciones trascendentales y preguntas desafiantes. Se acaba de ir y ya le echamos de menos. Que la tierra te sea leve, señor McCarthy.
Tomado de la revista Lengua
BIOGRAFÍA
Cormac McCarthy nació en 1933 en Providence, Rhode Island, aunque pasó la mayor parte de su niñez cerca de Knoxville, Tennessee, donde se desarrollan sus primeras cuatro novelas. En 1965 llamó la atención de la crítica internacional con su trabajo El guardián del vergel, que ganó el premio Faulkner a la primera novela. Más tarde aparecerían La oscuridad exterior, Hijo de Dios y Suttree, ambientadas en un Sur gótico y violento, y que han sido comparadas con la obra de William Faulkner y Flannery O'Connor. En 1981, Cormac McCarthy recibió el premio MacArthur Fellowship, el reputado Genius Grant, y escribió Meridiano de sangre. En 1992 publicó Todos los hermosos caballos,el primer volumen de su trilogía, que cosechó el aplauso de la crítica y un gran número de lectores. Finalmente, el libro fue galardonado con el premio literario más importante de Estados Unidos, el National Book Award. Completan la trilogía En la frontera y Ciudades de la llanura. En 2006 apareció No es país para viejos. Con La carretera ganó el premio Pulitzer en 2007. Cormac McCarthy es también autor de la obra de teatro El Sunset Limited y del guion El consejero. El pasajero / Stella Maris (2022) es su última novela. Falleció en su casa de Santa Fe, Nuevo México, el 13 de junio de 2023.
TRES OBRAS DE CULTO
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