Hay gente que vive de la literatura. No porque se dedique a ella
profesionalmente. Viven de ella porque leer les da vida. Los alimenta. Los
salva. La literatura es espacio pero también es condición de posibilidad.
La literatura es refugio, y oxígeno neto y amable que permite vivir.
Algunos de ellos se han unido estos días a los Diálogos Globales que cada
noviembre organiza la Universidad de Georgetown en el CCCB (*).
La reflexión del escritor y ensayista Mohsin Hamid se ha centrado en la
construcción social de la raza y los privilegios,
reivindicando la literatura como un espacio fecundo para imaginar nuevas
formas de convivencia: más abiertas, flexibles y compartidas.
¿Qué pasaría si, una mañana, uno se despertara y su
piel hubiera mutado de color? Si la mirada ajena se transformara radicalmente,
¿qué descubriría sobre sí mismo y sobre el mundo circundante? Estos son los
interrogantes perturbadores que Mohsin Hamid plantea en su novela
El último hombre blanco (Plata, 2023). Mediante esta premisa
provocadora, que evoca la transformación vivida por Gregor Samsa, el
protagonista de La metamorfosis de Kafka,
el autor abre una meditación profunda sobre la identidad, los privilegios y
los sofisticados mecanismos sociales que los sustentan.
Con su obra, el reconocido escritor y ensayista británico-pakistaní nos invita
a examinar críticamente las nociones de raza y alteridad. Las considera, no
como realidades biológicas inalterables, sino como construcciones colectivas
susceptibles de ser repensadas.
En un tiempo marcado por el auge de los discursos de odio y por la
proliferación de fronteras cada vez más rígidas entre el "nosotros" y "los
otros", Hamid reivindica la ficción como una herramienta potente para
sacudir los imaginarios establecidos y desactivar los binarismos que nos
restringen.
Para el autor, el acto de escribir, leer o escuchar historias se convierte en
una “invitación a habitar los espacios aparentemente yermos” entre los unos y
los ceros, ensanchándolos hasta convertirlos en territorios más porosos,
flexibles y abiertos a una diversidad de formas de vida compartidas. Hamid se
une intelectualmente así al papa Francisco, que trató el tema de la literatura
de manera extensa en su carta "El papel de la literatura en la formación",
promulgada en el verano de 2024. En ella reflexiona sobre la importancia de la
lectura de novelas y poemas en el camino de la maduración personal,
considerándola un elemento de un valor incalculable tanto para la vida
personal como para la misión de la Iglesia. Según el Papa, la literatura
"surge de la persona en aquello que tiene de más irreductible, en su misterio"
y "es la vida, que toma conciencia de sí misma cuando alcanza la plenitud de
la expresión, apelando a todos los recursos del lenguaje".
La lectura es un camino para acceder al "núcleo más íntimo de la persona
humana" y al "corazón del ser humano".
La literatura educa el corazón y la mente en el reconocimiento de un "fecundo
pluralismo de los lenguajes humanos" y los orienta a abrirse espiritualmente
para "escuchar la Voz a través de tantas voces". Además, la lectura se
presenta como una forma de ejercicio del discernimiento y "entra en íntima
relación con nuestra existencia concreta, con sus tensiones esenciales, sus
deseos y significados".
La escritora turca Ece Temelkuran también se inserta en esta línea y ha
dicho en el CCCB que aboga por la recuperación de la carga intrínseca de
conceptos como el amor y la dignidad para “restaurar los vínculos sociales y
contrarrestar la manipulación emocional y la perversión lingüística
perpetradas por los regímenes autoritarios”.
Existen palabras que vehiculan una potencia emocional y política capaz de
catalizar la transformación del mundo. Nociones como dignidad, rabia, miedo
o amor establecen el nexo con aquello que compartimos y con los horizontes
colectivos que anhelamos construir.
Sin embargo, esta fuerza es inherentemente frágil y susceptible de ser
apropiada con facilidad. Actualmente,
los autoritarismos y el fascismo global tejen su hegemonía mediante la
instrumentalización de estas emociones colectivas y la degradación del
lenguaje compartido.
Despojan estos términos de su sentido primigenio para rellenarlos con
discursos de desconfianza, exclusión y antagonismo, condicionando así nuestra
manera de percibir y compartir el mundo. En su obra reciente,
Juntos. Un manifiesto contra el mundo sin corazón (Anagrama, 2022), la
escritora turca las concibe como herramientas esenciales para la
reconstrucción de vínculos, la proyección de comunidades más equitativas y la
reconexión con el valor político de las emociones. Con una dilatada
trayectoria como voz crítica y comprometida, Temelkuran, con quien me peleé
con la máquina de café que se había estropeado mientras nos presentábamos,
sostiene que, hoy, el "acto de creer en los demás" constituye un verdadero
ejercicio de resistencia.
Míriam Díez Bosch es una periodista y teóloga española especializada en
religión, que actualmente es directora del Observatorio Blanquerna sobre
Medios, Religión y Cultura y vicedecana de Investigación y Relaciones
Internacionales en la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales
Blanquerna de la Universidad Ramon Llull. También es profesora universitaria y
ha trabajado como periodista en agencias de noticias religiosas.
(*) CCCB: Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (Centro de Cultura
Contemporánea de Barcelona)
Tomado de
elnacional.cat

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