Q. Eres famosa por tu narrativa. ¿Pero hay otros géneros literarios que también te interesaría explorar?
A. Escribí obras de teatro en mi juventud y me encantó el ambiente del teatro. También intenté escribir cuentos para niños, cuando mis hijos eran pequeños, pero no he vuelto a hacerlo. Yo les contaba historias todas las noches, un entrenamiento estupendo, que he procurado mantener con mis nietos. En el año 2001, escribí La ciudad de las bestias, el primer libro de una trilogía para niños y jóvenes, que siguió con El reino del dragón de oro y El bosque de los pigmeos. He escrito artículos humorísticos durante años, y creo que es el género más difícil de todos. Nunca he probado la poesía y no creo que lo haga.
Q. ¿Escribes en español?
A. Sólo puedo escribir ficción en español, porque para mí es un proceso orgánico que sucede en mi lengua materna. Afortunadamente, tengo excelentes traductores en todo el mundo.
Q. ¿Trabajas en estrecha colaboración con tus traductores? He notado que Margaret Sayers Peden ha traducido la mayor parte de tus libros al inglés.
A. Margaret y yo siempre estamos en contacto; creo que tenemos una conexión telepática. Ella hace un trabajo espléndido y no me imagino corrigiéndoselo. En la mayoría de los otros idiomas ni siquiera sé quién traduce mis libros; los editores se encargan de eso. Margaret se jubiló en 2010 y ahora mi traductora al Inglés es Anne McLean.
Q. ¿Podrías explayarte más sobre lo que has dicho sobre escribir ficción para contar una verdad, cómo utilizando mentiras se puede llegar al fondo de una realidad?
A. Tomemos por ejemplo una guerra. Pueden haber millones de artículos de prensa, fotos, testimonios, etc. sobre esa guerra, que nos informan, pero una buena obra de ficción, como Por quién doblan las campanas, de Hemingway, o La guerra y la paz, de Tolstoy, puede sintetizarla y hacernos participar en los hechos, nos muestra la esencia, la verdad. La novela es ficción, un atado de mentiras, pero en una buena novela esas mentiras reflejan una realidad.
La primera “mentira” respecto a la ficción es que el autor cuenta los hechos desde su perspectiva y los ordena, ya sea cronológicamente y en otra forma, selecciona una parte del todo, decide qué es importante y el resto lo omite. La realidad no es así, vivimos en el caos y sin mucho control, pero para comprender la vida tenemos que ordenarla. Al escribir, al contar, uno hace la vida más comprensible. Como escritora acepto que la ficción es una forma de mentira, eso me libera, me permite hacer casi cualquier cosa, lo que no puede hacer un cronista o un periodista, por ejemplo. Al crear una historia me parece que camino en círculos y cuanto más grande sea el círculo, más abarco y más posibilidades tengo de encontrar partículas de la verdad.
Q. ¿De dónde viene tu inspiración?
A. Soy una cazadora de historias; tengo buen oído para escuchar. Todo el mundo tiene una historia y todas son interesantes si son bien contadas. Leo los periódicos y a veces alguna viñeta enterradas en las páginas puede inspirarme. También me inspiran los viajes, mi familia, mi propia experiencia de vida.
Q. ¿Cómo funciona la inspiración?
A. Me paso diez, doce horas al día sola escribiendo, sin hablar con nadie, ni siquiera contesto el teléfono. Soy sólo un medio o un instrumento de algo que está sucediendo fuera de mi control, son voces que hablan a través de mí. Estoy creando un mundo que no me pertenece. Y en ese largo y paciente ejercicio diario de escribir he descubierto mucho sobre mí misma y sobre la vida. He aprendido. A veces no sé lo que estoy escribiendo y vengo a saberlo mucho más tarde, después de que el libro ha sido publicado y un crítico lo explica… o hacen la película.
Q. ¿Puedes hablar sobre los personajes?
A. Al desarrollar un personaje, por lo general busco a una persona que me pueda servir como modelo. Con esa persona en mente es más fácil crear un personaje creíbles. Las personas son complejas y contradictorias, tienen muchas facetas y no todas están a simple vista. Así deben ser los personajes.
Quiero que los personajes tengan vida autónoma en el libro y a menudo me doy cuenta de que no los controlo y la historia se mueve en direcciones inesperadas; mi trabajo es escribirla sin tratar de meterla a la fuerza en una idea preconcebida. Escribo sin un plan, dejándome llevar por la historia y los personajes.
Q. ¿Escribes en una computadora?
A. Sí, pero tomo notas a mano todo el tiempo, por eso llevo una libreta en la cartera; cuando veo u oigo algo interesante, lo anoto. Recorto artículos de periódicos y apunto las noticias que oigo en la tele y las cosas que me cuenta la gente. Cuando empiezo un libro releo mis notas, a ver si encuentro algo que pueda servirme. Escribo directamente en mi computadora sin guión. Una vez que termino el libro en la pantalla, lo imprimo por primera vez y lo leo. Recién entonces sé de qué se trata. El segundo borrador tiene que ver con lenguaje, tensión, tono y ritmo.
Q. ¿Que hace que una historia tenga un buen final?
A. No lo sé. En un cuento corto es distinto que en una novela. Un cuento corto viene entero; hay solo un final apropiado. Y lo sabes, lo sientes. Si no puedes encontrar ese final, no tienes el cuento y es mejor no seguir trabajando en él. Un cuento corto es como una flecha: necesita la dirección correcta desde el comienzo, velocidad, mano firme, hay que saber adónde apunta. Con una novela nunca se sabe, es un trabajo paciente y de todos los días, como hacer un tapiz de muchos colores. Se avanza lentamente bordando por el revés, con un patrón en la mente, pero cuando lo das vuelta puede ser que encuentres otra cosa, muy diferente. Es una experiencia fascinante, porque tiene vida propia. En el cuento corto uno controla todo. Se escriben millones de cuentos cortos y muy pocos llegan a ser memorables, en cambio con las novelas al menos uno recuerda el tema. Hay muchas novelas memorables. En un cuento corto la forma es fundamental: cómo se cuenta. En una novela puedes cometer errores y muy pocas personas los notarán. Respecto al “buen final”, lo único que puedo decir es que los finales felices normalmente no me funcionan, prefiero finales abiertos y dejar el resto a la imaginación del lector.
Q. ¿Qué escritores te han influenciado más?
A. Pertenezco a la primera generación de escritores latinoamericanos que se criaron leyendo otros escritores latinoamericanos. Antes de mi generación las obras de los autores latinoamericanos no habían sido bien distribuidas. En Chile, por ejemplo, era muy difícil leer a otros escritores de América Latina. Mis influencias más importantes han sido todos los grandes escritores del Boom de la literatura Latinoamérica: García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Borges, Paz, Rulfo, Amado, etc.
Muchos novelistas rusos también me han influenciado: Dostoyevsky, Tolstoy, Chekhov, Nabokov, Gogol, y Bulgarov. Los escritores ingleses que han tenido más influencia en mí durante mi adolescencia fueron Sir Walter Scott, Jane Austen, las hermanas Brontë, Charles Dickens, Bernard Shaw, Oscar Wilde, James Joyce, D.H. Lawrence, y Virginia Woolf. Me encantaban las novelas policiales y leí todos los libros de Agatha Christie y Conan Doyle. También algunos autores americanos que eran muy conocidos en español, como Mark Twain, Jack London, F. Scott Fitzgerald y muchos otros. Me acuerdo de la huella imborrable que me dejó Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. He vuelto a leerlo por lo menos cada diez años.
Descubrí la fantasía y el erotismo en Las mil y una noches, que leí en el Líbano a los catorce años. En ese momento y en ese lugar, las niñas no tenían vida social al margen de la escuela y la familia, ni siquiera íbamos al cine. Mi único escape de una vida familiar problemática era la lectura. Mi padrastro tenía cuatro misteriosos volúmenes empastados en cuero en su armario que mantenía cerrado con llave, libros prohibidos, que yo no debía mirar porque eran “eróticos”. Por supuesto, encontré la forma de hacer una copia de la llave y entrar en el armario cuando él no estaba. Me alumbraba con una linterna, no podía marcar las páginas y leía rápidamente, saltando páginas en busca de las partes cochinas, con las hormonas alborotadas y la imaginación enloquecida por esos cuentos fantásticos. Cuando algún crítico me ha llamado la Sheherazade de Latinoamérica me siento muy halagada.
Las feministas americanas y europeas, que leí en mi juventud, me dieron un lenguaje articulado para expresar la rabia que sentía contra el patriarcado en que vivimos. Empecé a trabajar en Paula, una revista feminista chilena, afilando mis ideas y mi pluma para desafiar el sistema machista. Fue el mejor momento de mi vida.
Siempre me han gustado las películas, y a veces una imagen o una escena o un personaje se me queda adentro por años y me inspira cuando escribo. Por ejemplo: la magia en Fanny y Alexander o la historia dentro de una historia de Shakespeare enamorado.
Q. ¿Qué pasa cuando empiezas una novela?
A. Estoy totalmente en el limbo, no tengo idea hacia dónde va la historia, lo que va a pasar o qué significa. Sólo sé que tengo una conexión profunda con el tema, aunque en ese momento no pueda explicarlo. Debo contarlo porque es importante para mí, o lo fue en el pasado o lo será en el futuro.
Q. ¿Editas mucho?
A. Sí, corrijo el lenguaje y la tensión, pero no la trama. Me gustaría que los personajes se casaran, tuvieran muchos hijos y fueran felices para siempre, como en los cuentos de hadas, pero nunca sucede de esa manera.
Q. ¿Puedes hablar sobre los elementos sanativos de la escritura y, específicamente, de escribir Paula? Supongo que ese libro Paula fue algo muy difícil y doloroso.
A. Cuando estaba escribiendo Paula, mi asistente entraba en mi oficina y me encontraba llorando. Me abrazaba y me decía, “no tienes que escribir esto”, pero el llanto me hacía bien, era como lavar las heridas. Escribir fue mi forma de llevar luto. Escribí esa memoria con lágrimas, pero fueron lágrimas sanadoras. Al terminar, sentí que el espíritu de mi hija vivía en mi corazón y ella no sería olvidada, porque mientras existiera el libro y alguien lo leyera, Paula sería recordada. Eso tiene la escritura: preserva la memoria, por eso le escribo diariamente a mi madre, para que nada se me olvide.
Q. Cuando leí Paula, me llamó la atención cuánto revelabas sobre ti misma. La gente no suele hablar de ese tipo de dolor. Tu experiencia con la muerte, la enfermedad, y la tragedia fue un regalo para muchas personas.
A. Me siento vinculada con los lectores que me han escrito después de leer ese libro. El dolor es universal. Todos experimentamos sufrimiento, pérdidas y muerte. Recibo cartas de médicos que me dicen que ya no verán a sus pacientes en la misma forma que lo hicieron antes de leer el libro, y de jóvenes que se identifican con Paula y que por primera vez consideran su propia mortalidad. Muchas de las cartas son de mujeres jóvenes, que todavía no han sufrido una pérdida real, pero sienten que no son parte de una familia o que no tienen apoyo en sus comunidades; se sienten muy solas y desean una conexión con un hombre, como la que Paula tenía con su marido. Recibo cartas de madres que han perdido a sus hijos y piensan que se van a morir de pena. Pero uno no muere. La muerte de un hijo es el dolor más antiguo de la humanidad. Las madres han perdido hijos desde hace milenios. Solamente unas pocas privilegiadas pueden esperar que todos sus hijos vivan.
Q. Muchos críticos consideran a Paula como tu mejor libro. ¿Tu dirías que escribir Paula te afectó en una forma más profunda que todos los otros libros?
A. Sí, todo lo demás fue un ensayo. Y cuando terminé Paula me costó mucho volver a escribir ficción. ¿Sobre qué podría escribir que fuera relevante para mí? Pasé un par de años bloqueada, pero al fin pude empezar a escribir de nuevo.
Q. ¿Tú crees que un escritor elige de que va a escribir o que las historias te eligen a ti?
A. Las historias me eligen a mí.
Q. ¿Entonces eres primero narradora y después escritora?
A. Sí. Narrar es la parte más divertida. ¡La escritura es mucho trabajo!
Q. ¿Tu formación como periodista te ayuda?
A. Sí. Trabajo con emociones y relaciones, pero el lenguaje es la herramienta. La historia es siempre sobre alguna emoción muy profunda que es importante para mí y que quiero transmitir al lector, para eso trato de utilizar el lenguaje en forma eficiente, como aprendí en mis tiempos de periodistas. Entonces tenía poco espacio y tiempo para atrapar al lector y se necesitaba mucha habilidad para no dejar que se escapara. Eso intento hacer en una novela: crear tensión. Del periodismo también aprendí cosas prácticas, como investigar un tema, hacer una entrevista, observar, hacer preguntas, atreverme a hablar con la gente en la calle.
Q. ¿Cuando hablas de abrirte a la experiencia, te estás abriendo a un mundo mágico? ¿Son en realidad los espíritus los que vienen y te sugieren palabras, imágenes, y escenas?
A. Sí, en cierta forma. Por supuesto también hay un proceso intelectual, pero la narración tiene algo de magia, porque uno accede a otro mundo. En el silencio y la soledad de la escritura uno se conecta con la historia colectiva y ya no se trata solamente de un caso particular, sino con algo universal. No invento nada. Parece que en cierta forma descubro cosas que pertenecen a otra dimensión, que ya están ahí y mi trabajo es encontrarlas y escribirlas. Me han sucedido cosas en mi vida y en mi trabajo que prueban que todo es posible; acepto el misterio de la existencia, sin negar lo que no puedo explicar . Me imagino que las personas que oran o meditan durante largas horas, o que pasan tiempo solas en un convento o en otro lugar tranquilo, terminan oyendo voces y viendo visiones, porque la soledad y el silencio crean la base para ese tipo de conciencia.
A veces escribo algo, convencida de que es sólo producto de mi imaginación, y meses o años más tarde descubro que era cierto. Siempre me asusto cuando eso sucede. Me entra la duda de si acaso las cosas ocurren porque las escribo… ¡debo tener cuidado con lo que escribo! Según madre, es muy arrogante de mi parte pensar que tengo semejante poder, lo que pasa es que puedo ver lo que otras personas no ven por falta de tiempo, viven ocupadas, en el ruido del mundo. Mi abuela no escribía, pero dicen que era clarividente, adivinaba y presentía cosas; supongo que todos tenemos esa capacidad, pero no la desarrollamos; tal vez sólo es cuestión de ser más conscientes, estar más atentos a la realidad.
Q. Tu padrastro te llamó mitómana.
A. Dice que soy mentirosa, pero lo dice un poco en broma. Paula fue la primera memoria que escribí y se supone que en una memoria se dice la verdad, pero él y mi madre estaban en desacuerdo con muchas cosas que conté. Mi perspectiva es distinta a la de ellos. Por ejemplo, sostienen que mi infancia no fue tan mala como la conté. La memoria es subjetiva.
Q. Joyce Carol Oates habla de una memoria luminosa, como si entrara en un determinado lugar y lo iluminara. Pienso en las diferentes maneras que recuerdas los acontecimientos de tu niñez. Por ejemplo, tienes un recuerdo espantoso de ser colgada en un aparato destinado a fomentar tu crecimiento, a pesar de que tu padrastro lo recuerda como un aparato seguro. Quizás solamente recuerdas lo que sentías. A pesar de que fuera seguro, tu sentías el terror de estar colgando del cuello.
A. Exactamente. Hay mucho de eso en mi escritura. Recuerdo un hecho pero no puedo recordar un lugar o una fecha o una persona o un nombre. Sólo me acuerdo de la emoción, o de algo que me sorprendió o conmovió.
Q. Mientras que algunas personas recuerdan la fecha o lo que llevaban puesto.
A. O sólo recuerdan el hecho concreto. Yo tal vez sólo recuerde lo que fantaseaba sobre el evento: mi propia versión de la verdad.
Q. Pero al final, como en Eva Luna, primero dices una cosa y luego dices…
A. “Tal vez no sucedió de esa forma”. Siempre tengo la sensación de que tal vez las cosas fueron de otra manera. Tengo cincuenta versiones de cómo conocí a Willie, mi marido. Él dice que son todas verdaderas.
Q. En tus primeras novelas, que se refieren al caos político de América Latina, el gobierno no es de fiar. Hay una sensación kafkiana que hagas lo que hagas, pueden acabar contigo, no conoces las reglas, las reglas cambian todo el tiempo y a menudo con efecto retroactivo. El mundo está cambiando, es poco confiable. ¿Ves al mundo de los espíritus como un lugar más confiable? ¿Es en el mundo de los espíritus que El plan infinito tiene sentido y no en el mundo real?
A. Es una pregunta difícil. El mundo espiritual es un lugar donde no hay bondad ni maldad. No es un mundo blanco y negro como parece ser el mundo real. No hay reglas estrictas de ningún tipo. En ese sentido, es totalmente distinto ese plan propuesto por un predicador en mi novela El plan infinito. En el mundo espiritual hay solamente intención, solo ser, en forma constante y quieta. Y no hay sentido del bien y el mal. Es un lugar seguro porque no hay que tomar decisiones. Lo imagino como un lugar vacío y luminoso donde uno flota y de ese lugar provienen mis historias. Ése es el lugar del amor.
Esto suena muy cursi, pero mi vida ha sido determinada por dos extremos: el amor y la violencia. Hay tristeza, dolor, y muerte, pero hay otra dimensión paralela, y es el amor. Hay muchos tipos de amor, pero el que me refiero es incondicional. Por ejemplo, la forma de amar a un árbol. No esperamos que se mueva, actúe, sea diferente, alto o más frondoso. Es solo un árbol y lo amamos tal cual es. Así amamos a los animales y a los niños. Cuando las relaciones se vuelven más complicadas, empiezan las exigencias: quieres recibir algo a cambio del amor que das, tienes expectativas y deseos, pretendes ser amado tanto como amas.
En ese mundo espiritual, que es un mundo de amor, no hay condiciones. Así amo a mis nietos: creo que son perfectos; no importa si crecen o se quedan como están, para mí están completos, los veo como eran cuando recién nacieron, como son ahora, como serán de adolescentes o de adultos. El alma no tiene edad. Quizás eso es lo que quería decir. Cuando amamos tan profunda y completamente, amamos la esencia.
Q. Yo creo que estás hablando de la trascendencia , la capacidad de moverse más allá de este mundo real a una comprensión trascendental de sentimientos y emociones. ¿Dirías que tus novelas están definidas por esa característica más que cualquier otra?
A. Es raro que mi trabajo haya sido descrito como realismo mágico porque mis novelas me parecen realistas. Dicen que si Kafka hubiera nacido en México, habría sido un escritor realista. Mucho depende en donde naciste.
Q. Irene y Francisco en De amor y de sombra tienen que cambiar completamente al final de la novela. Se suben al auto y se miran uno al otro, cada uno preguntándose quién era el otro. No se reconocen físicamente, pero aún reconocen el alma del otro. Esa es una afirmación, que la novela realizada en una forma muy realista
A. Con mi novela De amor y de sombra fui acusada de ser sentimental y demasiado política, pero le tengo simpatía al libro, primero porque la historia es verdadera, se trata de un crimen político cometido en Chile, con personas reales. Segundo porque trajo a Willie a mi vida. Willie leyó ese libro, se sintió tocado, vino a conocerme y finalmente se enamoró de mí. Y por último, porque el libro me demostró el poder de la palabra escrita, cómo en el lento proceso de la escritura uno puede sentir o descubrir lo que no habría forma de saber por otro conducto. A través de la escritura uno se conecta con el conocimiento o el sentimiento colectivo, uno se convierte en medium.
Q. Una vez dijiste que por la forma en que te criaron te cuesta escribir escenas eróticas. Comparando la forma en que Francisco e Irene hacen el amor-que es muy metafórica, muy hermosa y volátil- con escenas de libros que le siguieron, parece justo decir que has perdido tu represión, que has desarrollado la capacidad de escribir en una forma sensual. ¿Es ese un acto consciente?
A. Cada libro tiene una forma de ser escrito. Cada historia tiene una manera de ser contada, su propio tono. Francisco e Irene son dos personas muy jóvenes que al principio se desean uno al otro y luego se enamoran. En el momento en que tienen relaciones sexuales, están realmente enamorados. También han sido tocados por primera vez en sus vidas por la brutalidad de la muerte, la tortura, la represión y la violencia. Hacer el amor los trae del infierno a la vida, al paraíso del amor. Más tarde, serán destruidos por los acontecimientos. Creo que la escena es como el mito de Eurídice: Orfeo baja del infierno para revivir a su amante. Claro que al escribirla yo no estaba pensando en Orfeo, la conexión la hice más tarde.
Q. En una conferencia mencionaste que no ibas a escribir más cuentos cortos. ¿Estás decidida a no volver a ese género?
A. No lo sé. No debería decir que nunca voy a hacer algo. Los cuentos cortos son como regalos, te caen del cielo. Una novela es trabajo y más trabajo y un buen día se acabó; dicen que nunca se termina una novela, sino que uno simplemente se da por vencido. Pero un cuento corto es algo que viene de afuera, como agarrarse una gripe. El cuento requiere inspiración. De repente tienes un destello de lucidez que te permite ver un evento desde un ángulo inesperado. No puedes provocarlo. Te vas a algún lugar, ves gente bailando y de súbito entiendes las relaciones entre esas personas, o crees percibir algo que está ahí y nadie más puede ver. Y entonces tienes el material de un cuento corto.
Q. Háblanos de los Cuentos de Eva Luna.
A. Fueron escritos con la voz de Eva Luna, la protagonista de mi novela anterior. Todos excepto el último, que es la historia de cómo Rolf Carle encuentra a una niña atrapada en el barro y la ayuda a morir, que está narrado desde su punto de vista. Ese hecho realmente sucedió, en 1985 en Colombia, cuando hubo una erupción del volcán Nevado Ruiz y un alud de lodo cubrió un pueblo entero. Miles de personas murieron, nunca se recuperó la mayor parte de los cuerpos y finalmente declararon a todo el lugar como cementerio, tierra sagrada. Entre las numerosas víctimas había una niña de nueve años, llamada Omaira Sánchez, de pelo muy corto, oscuro y rizado y enormes ojos negros. Omaira agonizó cuatro días, atrapada en el barro. Las autoridades fueron incapaces de llevar una bomba para succionar el agua y salvar su vida, sin embargo, los medios de comunicación pudieron llevar cámaras de televisión en helicópteros, aviones, autobuses. En todo el mundo, durante cuatro días, el público pudo ver la agonía de esta niña.
Q. Escribes en español, pero vives en inglés en los EE.UU. Me sorprende tu capacidad de tomar algo que la mayoría del mundo ve como una desventaja y convertirlo en una ventaja. La mayoría de la gente se consideraría marginada viviendo en una segunda lengua.
A. A mí me parece muy bueno. ¿Quién quiere ser parte de la corriente? El otro día vi en la televisión un programa sobre los problemas que este país va a enfrentar en los próximos diez años: crimen, violencia, falta de valores, destrucción de la familia, embarazo de adolescente, drogas, SIDA. Alguien dijo que los nuevos inmigrantes no tienen estos problemas, porque vienen a este país con las mismas ideas y la fuerza que tenían nuestros bisabuelos cuando inmigraron. Ser marginado es como ser un inmigrante nuevo. Si puedes transformar la marginalidad en algo positivo, en lugar de considerarla algo negativo, es una maravillosa fuente de energía.
Q. A menudo hablamos de la voz de la mujer en la literatura, y esa es una perspectiva desde la que tú escribes con mucho éxito. ¿Fue difícil en El plan infinito escribir con la voz de un hombre?
A. No, no me parece difícil en absoluto. También he escrito desde la perspectiva de un hombre y con la voz de un hombre, en La casa de los espíritus. Esteban Trueba narra partes del libro. Con El plan infinito fue fácil porque tenía a mi marido para guiarme. Hay más similitudes que diferencias entre los sexos. En esencia, los seres humanos son muy similares, pero estamos estancados en las diferencias en lugar de resaltar las similitudes. Cuando me metí en la piel del protagonista masculino, que está basado en mi marido, Willie Gordon, llegué a conocerlo mejor que si hubiera vivido con él durante treinta años.
Q. Este parece un buen momento para que regresemos al mundo de los espíritus, al lugar de partida. ¿Agregarías a las características del mundo espiritual el que no tiene género?
A. Probablemente en el mundo de la espiritualidad el género no es un problema, al igual que la raza o la edad no lo son. He sido feminista toda mi vida, luchando por los temas feministas. Cuando era joven, era una guerrera. Ahora pienso que hombres y mujeres, conscientes de nuestras diferencias, debemos explorar juntos las similitudes que nos unen. Pero no me malinterpretes: ¡yo soy feminista y muy orgullosa de serlo!
Q. Los críticos definen el estilo de tu escritura como “realismo mágico”. ¿Has escrito todos tus libros con este género?
A. Creo que el realismo mágico no es como sal y pimienta que se puede usar en todos los platos. No me ajusto a una fórmula. El realismo mágico, tan obvio en La casa de los espíritus, no figura en mi segundo libro, De amor y de sombra que tiene el tono de una crónica periodística. Tampoco hay mucho realismo mágico en El plan infinito, Afrodita, Hija de la fortuna o Retrato en sepia, y varias otras novelas, pero hay bastante en La ciudad de las bestias y el resto de la trilogía juvenil, donde reemplaza la fantasía, que es la marca de la literatura juvenil.
A veces, el realismo mágico funciona, y a veces no. De todas formas, se encuentran elementos del realismo mágico en la literatura de todo el mundo, no sólo en América Latina: en las sagas escandinavas, en la poesía africana, en la literatura de la India (incluso escrita en inglés), en la americana escrita por las minorías étnicas. Escritores como Salman Rushdie, Toni Morrison, Barbara Kingsolver, Amy Tan, Alice Hoffman y muchos otros usan este estilo.
Durante un tiempo, en los EE. UU. y Europa, prevaleció un enfoque puramente lógico y práctico en la literatura, pero no duró mucho, porque la vida está llena de misterio y tal vez el objetivo de la literatura es explorar esos misterios. Cuando permites que sueños, emociones, visiones y premoniciones entren a tu vida cotidiana y en tu trabajo como escritor, la realidad parece expandirse.
Q. ¿Provienes de una familia muy inusual. ¿Podrías hablar de tu tío, Salvador Allende, y de cómo influyó tu vida?
A. No creo que él influyera mucho mi vida, a pesar de que siempre lo he admirado. Cuando ocurrió el golpe militar en Chile en 1973 cambió la vida de los chilenos y afectó a la mitad de la población de forma drástica.
Salvador Allende era primo hermano de mi padre, un “tío” más en una familia numerosa. Lo veía de vez en cuando, en fiestas familiares, vacaciones. Después del golpe militar, cuando me fui de Chile, comprendí que Allende tenía una dimensión histórica. La dictadura militar borró su nombre en Chile, pero en el resto del mundo era un héroe, una figura legendaria. Cuando me fui autoexiliada a Venezuela, cada vez que decía mi nombre, la gente preguntaba de inmediato si estaba relacionada con Salvador Allende.
Q. ¿Alguna vez vas a escribir un libro sobre Salvador Allende?
A. No, no lo creo. No soy buena con las biografías y en este caso no podría ser objetiva.
Q. ¿Crees en el destino o en el karma?
A. Creo en el destino. Creo que nos reparten ciertos naipes, y nosotros tenemos que jugar el juego de la vida lo mejor posible. Y a veces los naipes están marcados.
Q. ¿Tú crees que lo que le ocurrió a tu tío fue obra del destino?
A. Sí. Pero eso no significa, que las personas que lo mataron no son culpables. Creo que los torturadores y los asesinos siguen siendo culpables y que debemos tratar de detenerlos.
Q. ¿Volverás a Chile alguna vez?
A. Vuelvo todos los años para ver a mi madre y me siento muy cómoda allí, pero no creo que pudiera vivir allí, porque tengo un hogar en los EE. UU., donde están mi marido, mi hijo y mis nietos. No extraño a Chile porque ahora puedo ir cuando quiera.
Q. Empiezas a escribir todos tus libros los 8 de enero. ¿Por qué?
A. El 8 de enero de 1981 estaba viviendo en Venezuela y recibí una llamada telefónica diciendo que mi querido abuelo se estaba muriendo en Chile. Empecé una carta para él, que más tarde se convirtió, en mi primera novela, La casa de los espíritus. Fue un libro tan afortunado, que decidí mantener esa fecha para empezar mis otros libros, para llamar a la suerte.
Q. ¿Puedes contarnos sobre alguna ceremonia que realizas al iniciar un libro nuevo?
A. El 8 de enero es un día sagrado para mí. Llego a mi oficina muy temprano, enciendo algunas velas para convocar a los espíritus y las musas. Medito por un tiempo. Siempre tengo flores frescas e incienso. Trato de relajarme, de entregarme a la experiencia que comienza en ese momento. Nunca sé exactamente lo que voy a escribir. Puede ser que haya terminado un libro hace meses y haya planeado algo vagamente, pero ya me ha ocurrido dos o tres veces que cuando me siento frente a la computadora, sale otra cosa. Es como si estuviera embarazada de algo grande, digamos un elefante, que ha estado allí por mucho tiempo, creciendo, y luego llega el momento de dar a luz. Trato de escribir la primera frase en un estado de trance, como si alguien la estuviera escribiendo a través de mí. Esa primera frase normalmente determina el tono del libro, es una puerta que se abre a un territorio desconocido que voy a explorar con mis personajes. Y de a poco, mientras escribo, la historia va creciendo y desarrollándose.
No uso un bosquejo, no hablo del libro en proceso, no les leo pedazos a mis amigos. No sé de qué se trata hasta que el primer borrador está listo, y eso puede llevar meses. Me presento ante la computadora diariamente y dejo que la historia se vaya contando a poco. Cuando la doy por terminada la imprimo y la leo de principio a fin por primera vez, entonces la entiendo y empiezo a pulirla y a eliminar todo lo superfluo. No comparto el proceso de la escritura con nadie, y cuando el manuscrito está terminado, se lo muestro a muy pocas personas, porque confío en mi instinto y no quiero otras manos en mi escritura.
Q. ¿Qué consejo le puedes dar a aspirantes a escritores?
A. Escribir es como prepararse para el atletismo. Para competir hay que entrenar mucho, es trabajo que nadie ve, pero indispensable. El escritor tiene que escribir todos los días, al igual que el atleta necesita entrenar. Gran parte de la escritura nunca será utilizada, pero es esencial hacerlo.
Siempre les digo a mis jóvenes estudiantes que escriban por lo menos una buena página por día. Al final del año tendrán un mínimo de 360 páginas buenas. Eso equivale a un libro.
Q. Mucha gente que ha leído La Suma de los días ha preguntado donde pueden encontrar las joyas de Tabra.
A. Por favor, consulta su página web: Tabra
Fuente: isabelallende.com
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