Claridad, San Juan, Puerto Rico
17 de noviembre de 2006
No hablan palabra
el anfitrión, el huésped
y el crisantemo. (Matsúo Basho)
¿Son japonismos o acaso japonecismos? Ninguna de estas dos palabras aparece registrada en el Diccionario de la Real Academia Española. Lo que podemos afirmar con seguridad es que definitivamente ha de ser un -ismo, terminación aplicable a doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos, entre otras cosas. En fin, que se trata de las palabras procedentes del japonés que han sido incorporadas a la mencionada fuente de consulta léxica.
En ese país evocador de las flores de loto, las pagodas, la rosa imperial y la veneración de los ancianos se habla un lenguaje, que es instrumento de comunicación para unas 115 millones de personas. Es una lengua polisilábica compuesta de cinco vocales —las mismas nuestras— y quince consonantes. Su léxico está constituido por gran cantidad de voces tomadas prestadas de la lengua china, del inglés, griego, latín y francés.
Este camino
nadie ya lo recorre
salvo el crepúsculo. (Basho)
Esta exótica lengua tan aparentemente ajena a nuestras vivencias nos ha otorgado diversas voces de uso frecuente en español. Entre las más recientes -incorporada al actual diccionario académico, edición del 2001- se encuentra geisha, la cual aparece en su entrada escrita tanto en negritas como en bastardillas para singularizarla como expresión cuya pronunciación o grafía es ajena al español. Esta voz japonesa es definida como «muchacha instruida para la danza, la música y la ceremonia del té, que se contrata para animar ciertas reuniones masculinas». Igualmente encontraremos al karaoke —aunque esta vez sólo en negritas— procedente del japonés kara, vacío y oke, acortamiento de okesutora, orquesta, definido como «diversión consistente en interpretar una canción sobre un fondo musical grabado, mientras se sigue la letra que aparece en pantalla». Esta voz también aplica al local donde se lleva a cabo y al equipo técnico que se utiliza en este tipo de diversión. Seguidamente el diccionario acoge y codifica a kárate o karate para definir a la «modalidad de lucha japonesa, basada en golpes secos realizados con el borde de la mano, los codos o los pies. Es fundamentalmente un arte de defensa.» y luego se define el vocablo karateca como «persona que practica el kárate». [La Academia favorece el empleo de la pronunciación y grafía esdrújulas de la palabra: kárate.]
La voz fonetizada camicace, que aparecía en versiones anteriores del diccionario, desaparece en la actual edición para ser inscrita como kamikaze (que significa «viento divino») y en su definición se acogen cuatro acepciones: «piloto japonés que tripulaba un avión con explosivos con el que se lanzaba contra objetivos, suicidándose, en la Segunda Guerra Mundial». La segunda y tercera aplican, por extensión, a la «persona que se juega la vida realizando una acción temeraria» y a «esa misma acción», y la cuarta define al «terrorista suicida». Los aviones kamikaze iniciaron sus ataques en la batalla del Golfo de Teyte en octubre de 1944 y, con su carga explosiva de más de una tonelada, lograron hundir 34 barcos y averiar cientos de otros, desde sus inicios hasta finalizar la guerra.
Tregua de vidrios
el son de la cigarra
taladra rocas. (Basho)
De igual modo hemos recibido como japonismo o japonecismo a la voz quimono definida como «túnica de origen japonés que se caracteriza por sus mangas anchas y largas. Es abierta por delante y se cruza ciñéndose mediante un cinturón» y «vestimenta utilizada para practicar las artes marciales». También encontraremos en las páginas de nuestro codificador por excelencia al sake -«bebida alcohólica obtenida por fermentación del arroz»-. En la horticultura, los japoneses nos otorgan el hermoso arte del bonsái, que significa «sembrado en bandeja» y su plural es bonsáis. Es definido como «planta ornamental sometida a una técnica de cultivo que impide su crecimiento mediante corte de raíces y poda de ramas». La primera evidencia japonesa de la práctica de este arte botánico de origen chino se aprecia en una pintura de tipo pergamino del 1309 (Kasuga-gongen-genki) por Takakane.
Del antiguo Japón, también nos llega la voz samuray o samurái —plural, samuráis— para denominar al individuo perteneciente a una clase inferior de la nobleza, constituida por militares en el antiguo sistema feudal japonés. Esta casta de guerreros duró desde el siglo XII hasta el 1868 y eran famosos por su honor, valentía, lealtad y estoicismo, revelado de manera escalofriante en la práctica del haraquiri. Voz que igualmente aparece codificada en las páginas del diccionario de nuestra lengua como «forma de suicidio ritual, practicado en Japón por razones de honor o por orden superior y consistente en abrirse el vientre».
El aguacero invernal,
incapaz de esconder a la luna
la deja escaparse de su puño. (Tokoku)
El poeta japonés Basho, de quien aquí citamos tres poemas, se distingue por expresar mediante medios nuevos recursos el sentimiento concentrado de la poesía clásica, transformando una forma popular de poesía conocida como haikai no renga en vehículo de alta poesía, recibiendo entonces el nombre de haikú. De este tipo de poesía, hemos ofrecido aquí cinco hermosas muestras por poetas japoneses.
Al caminar sobre el hielo
piso la luz de mi linterna. (Jugo)
Fuente: Fundeu
Haiku
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