sábado, 9 de mayo de 2020

HAIKÚS EN EL MISMO TRAYECTO DEL SOL

Brevísimo repaso a la presencia del haikú en la poesía dominicana
Por Luis Reynaldo Pérez


Para iniciar este brevísimo recuento de la historia del haikú en la tradición poética dominicana, debemos primero definir y conocer la historia de este género. Y partimos preguntándonos ¿qué es un haikú?, interrogante que puede ser respondida desde dos abordajes:

1. En cuanto a la expresión, un haikú es un breve poema de 17 sílabas, que suelen estar organizadas en tres versos (5-7-5). En la tradición japonesa, el haikú es un texto simplísimo: prescinde de título, rima, mayúsculas y signos de puntuación; de cierta manera, se acerca mucho a lo que decimos hablando.

2. En cuanto al contenido, el haikú es la mirada a un suceso de un acontecimiento, a veces insignificante, que capta la atención del haijin (persona que escribe haikú), el cual lo poetiza y lo lleva más allá del significado nimio que pueda tener. La inspiración puede venir al observar lo circundante: un arroyo, una montaña, la vegetación. Y en el caso del poeta citadino, puede darse a partir de las sensaciones y fenómenos propios de la urbe: transito, edificios, gente caminando.


Matsuo Bashö, considerado hoy el más grande poeta japonés, decía que el haikú «refleja lo que vive el poeta aquí y ahora». Y en mis propias palabras, el haikú es una fotografía del instante.

El origen del haikú, se remonta al siglo XVI. Algunos estudiosos lo vinculan formalmente al katauta, un breve poema que oscilaba entre la pauta 5-7-5 y la 5-7-7; otros lo vinculan al haikai, que era una creación colectiva y podía superar el ciento de versos. De manera gradual se fue fijando la forma de 17 sílabas, en la severa combinación 5-7-5. Sin embargo, parece ser que existieron otras formas antecesoras del haikú: chooka, tanka, sedooka, y especialmente el renga, canción colectiva que introdujo un elemento festivo en la literatura japonesa. En todas estas formas aparecen los versos de 5 y de 7 sílabas en distintas sucesiones, y también se afirma el concepto de estación. Es preciso aclarar que la rima no se usa en el haikú; en cambio se ha empleado bastante en las traducciones y en los textos originales en otras lenguas distintas al japonés.

Hasta comienzos del siglo XX, no se dejó sentir en Occidente el influjo de esta enigmática poesía mística. Se abrió paso gracias a los imaginistas angloamericanos, como Thomas E. Hulme y Ezra Pound, a los surrealistas franceses, como Apollinaire o Paul Éluard, y al conservador Paul Claudel. Poco después, el poeta mexicano José Juan Tablada introdujo el haikú en lengua española, al que llamó «poema sintético», y extendió su influencia de manera casi inmediata a la poesía latinoamericana. En España aparecen rastros del haikú en los Machado, Juan Ramón Jiménez, Guillén, García Lorca y en particular Juan José Domenchina, autor de un haikú tan clásico como:

Pájaro muerto
¡Qué agonía de plumas
en el silencio!


En América Latina, el poeta más cercano al haikú fue indudablemente Juan José Tablada. No obstante, y como señala Gloria Ceide-Echevarria en El haikai en la lírica mexicana, Tablada «no intenta conservar las 17 sílabas del haikai (o haikú) japonés; en solo tres de los poemas de Un día… se ciñe a las 17 sílabas tradicionales, aunque no a la distribución clásica de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas». Por otra parte, apela casi siempre a la rima, un recurso normalmente descartado por lo poetas japoneses.

De todas maneras, la introducción del haikai efectuada por Tablada en la poesía mexicana, tuvo influencia en muchos otros poetas de ese país. Cabe mencionar a Rafael Lozano y otros postmodernistas; a José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, y Octavio Paz.

Una singular excepción es nada menos que Jorge Luis Borges, que fue un buen conocedor de la poesía japonesa. En 1972 ya había incorporado seis tankas en El oro de los tigres, pero es en La Cifra (1981), libro dedicado a María Kodama, donde incluye 17 haikús originales, no traducciones, todos con la estructura fija heredada de Bashö (5-7-5). Hay que señalar que en esos poemas mínimos de última hora hay algunos de notable calidad. A diferencia de Tablada, Borges, cuando elige el haikú, no se aparta ni una sola vez de la norma clásica.

En la República Dominicana, el haikú se introduce de manera formal a nuestra tradición poética de la mano de Alexis Gómez-Rosa quien publica en 1985 High Quality, Ltd., libro en el que Gómez-Rosa, ya con varios libros publicados, trasvasa todas sus búsquedas poéticas a este pequeño reservorio para colocar una piedra angular sobre la cual muchos de nosotros construiríamos. Alexis escribe un haikú en que rompe con la tradición, donde sigue con su intención de convertir el lenguaje en un material elástico que expande y contrae a voluntad:

El camino se recoge
en la mirada: nos abraza
el horizonte.


Pero de alguna forma la influencia del espíritu Zen en la poesía dominicana, esa sensibilidad de atrapar el instante, la encontramos en la poesía de Domingo Moreno Jimenes, cuyo influjo se halla en la poética Gómezrosiana, y aunque no escribió haikús, en su poesía se halla esa sensibilidad y esa sorpresa del hallazgo poético. Valga recordar aquel libro único de la tradición local, Triálogos, en el que Moreno Jimenes, junto a Mariano Lebrón Saviñón y Alberto Baeza Flores, va recorriendo las calles de la ciudad de Santo Domingo mientras «sorprenden» a la poesía. Estos «aires del haikú» están presentes también en los libros Alegoría vital del, casi desconocido, poeta Dionisio López Cabral y en Poesía inmóvil de Gerardo Castillo Javier, en cuyos textos se busca aprehender lo que rodea al poeta. No solo lo que sucede, también lo sensorial. Pongo como ejemplo este brevísimo poema de Dionisio López Cabral:

Ejido

Aquel lugar sencillo
donde los lagartos
llevan agua a los muertos.


Casi diez años después de la publicación de High Quality, Ltd., aparece, en 1993, Hai Q Ram, de la autoría de Rafael Abreu Mejía, poeta que perteneció al grupo «La antorcha», igual que Gómez-Rosa, y que estaba retirado desde finales de los setenta del «mundillo literario dominicano». Y en su regreso a las lides literarias trae consigo este libro de haikús en el que la contemplación del «aquí y el ahora» adquieren un tono metafísico:

Cielo estrellado

La noche me mira
con millones de ojos
acusadores.


En 1999 Basilio Belliard, estudioso del haikú y de la literatura japonesa en general, publica un libro de haikús de circulación limitada, titulado Manual del peregrino e incluido en la antología Obras 1991-1999, en el que se ciñe al haikú clásico en cuanto a la forma y el contenido, para muestra:

Cae la hora.
La gota de rocío
salta en llamas.


A partir del año 2000 se suceden una serie de publicaciones de este género: La luna y el dromedario de Rafael Hilario Medina; El otro jardín de Güido Riggio Pou, donde está incluido uno de los haikús más bellos y sobrecogedores que he leído: «Temo a la noche ./Sé que una noche se/quedará conmigo.»; Poemas del silencio de Rafael Ciprián; y Hebras de tiempo y Bajo un velo de llamas de Julio Adames.

Es en la segunda década del siglo XXI que se da una especie de resurgimiento del haikú entre los poetas dominicanos. Y suceden dos hechos de gran trascendencia para la comunidad de haijines y lectores del haikú: la celebración del I Premio Nacional de Haikú, una idea de Basilio Belliard organizado conjuntamente por la Embajada de Japón y el Ministerio de Cultura en el año 2011; y la inclusión en la Feria Internacional del Libro del año 2013 de un espacio nombrado «Bulevar del Haikú» en el que se realizaron recitales, conversatorios, talleres, conferencias en torno al género. En este espacio además se presentó la antología Cerezo en flor: breve muestrario del haikú, compilada por la poeta Deidamia Galán, coordinadora de dicho bulevar, y quien ese mismo año publicaría su colección de haikús eróticos Para romper este silencio.

Rafael García Bidó, uno de las figuras claves vinculadas al haikú «dominicano», y quien en el año 2007 obtuvo el «Premio a la mejor colección de haikú» (ex-aequo) en el II Concurso Internacional de Haikú de la Facultad de Derecho de Albacete, publica Huellas de unicornio y Verdor claro y oscuro.

Desde ese año, 2010, no ha mermado el interés ni cesado las publicaciones de colecciones y antologías de haikú: quien suscribe estas líneas publica en el año 2012 Temblor de lunas, ganador del I Premio Nacional de Haikú el año anterior, y en 2013 Toda la luz, en el que me aparto del haikú tradicional para hablar de mi cotidianidad urbana; Alexis Gómez-Rosa vuelve al haikú con Trueno robado y otras japonerías, libro que había incluido en El festín. (S)Obras completas, y que edita de manera independiente en 2013 acompañado de fotografías y dibujos realizados en la técnica Sumi-e, en el que vuelve a verter la cotidianidad desde su personalísimo estilo.

Siguiéndole las pistas a los libros publicados encontramos Miradas, de Gladys Almonte, del año 2013; Como el agua, de Keyselim Montás; y Haikús de sangre, de la artista visual Anny Concepción, en el año 2017.

Quiero detenerme acá para señalar otros dos hitos del recorrido del haikú entre nosotros:

1. En el año 2015 el poeta César Sánchez Beras publica Juego de asombro, primer libro de haikús para el público infantil y en versión bilingüe inglés/español. César rompe de alguna manera el mito de que los niños no entienden el haikú y construye un libro que enriquece la experiencia lectora de los infantes.

2.El otro hito a resaltar es el surgimiento del Taller del Circulo Literario Coiné, dirigido por Alexis Peña, que ha realizado varios talleres de «jaikus» de los que han surgido los libros Ritual de arena, de Graciela de la Cruz; Aletear de libélulas, de Miriam Mejía; Nubadas, de Emilio Antonio Vásquez; y Lucecitas del rocío y Agua mansa, de Rosaura Bretón. Además, las antologías Mirada de haijin, Otro día los cerezos y 133 jaikus con y sin zen.


Para finalizar es importante mencionar a poetas que, aunque no han publicado un volumen completo de haikús, sí han incluido algunos textos de este género, en sus libros de poesía como el caso de César Zapata, Ángela Hernández, y José Enrique García. Y otros cultivadores del haikú con colecciones inéditas como Jael Uribe, Ramón Saba, Máxima Hernández, Mateo Morrison y Hermes de Paula. El haikú sin dudas ha calado en el gusto del escritor y lector dominicano. Ojalá y siga cultivándose y conociéndose la producción de los poetas mencionados y de nuevos haijines que surjan. Ojalá también tener más actividades de promoción y formación en torno a esta antigua expresión literaria.

Fuente: Mirar desde adentro

Haiku

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