martes, 31 de enero de 2023

MICRORRELATOS

EL NIÑO AL QUE SE LE MURIÓ EL AMIGO
Ana Maria Matute 

Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
-El amigo se murió.
-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

VIDA DE HOTEL
Raúl Brasca
(Para José María Merino)

Disipado el vaho, vio que el espejo reproducía en detalle el baño dónde él estaba, aunque reflejaba otro baño. Vio la imagen de un hombre desnudo que se le parecía en todo, no su imagen. Vio que el espanto de la cara del espejo era idéntico al suyo, pero no era su espanto. Y, cuando abrió la boca aterrada para gritar, vio que al otro le faltaban dos incisivos con los que él efectivamente contaba.
—¡Ah! Conque esas teníamos— murmuró.
Y recuperó la calma,

CONTAMINACIÓN SEMÁNTICA
Luisa Valenzuela
(Para José María Merino)

La vida transcurría plácida y serena en la bella ciudad de provincia sobre el lago.
A pie o en coche, en ómnibus o en funicular, sus habitantes se trasladaban de las zonas altas a las bajas o viceversa sin alterar por eso ni la moral ni las buenas costumbres.
Hasta que llegaron los hispanistas y subvirtieron el orden. El orden de los vocablos. Y decretaron, porque sí, porque les dio la gana, que la palabra funicular como sustantivo vaya y pase, pero en calidad de verbo se hacía mucho más interesante. Y desde ese momento los y las alegres hispanistas, colegas y amigos, funicularon para arriba, funicularon para abajo, y hasta hubo quien funiculó por primera vez en su vida y esta misma noche, estoy segura, muchos de nosotros funicularemos juntos.
Y la ciudad nunca más volverá a ser la misma.

FINAL NO SEXISTA
José María Merino
(Para Ana María Shua)

Abejas y abejos, ardillas y ardillos, arañas y araños, cigarras y cigarros, focas y focos, golondrinas y golondrinos, jirafas y jirafos, lampreas y lampreos, merluzas y merluzos, morsas y morsos, moscas y moscos, nécoras y nécoros, nutrias y nutrios, ranas y ranos, ratas y ratos, truchas y truchos, urracas y urracos, os saludo a todas y a todos, y os vaticino que, tal como se están poniendo las cosas en este planeta, tenéis los días contados.
 

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