Joan Manuel Serrat en Ciudad de México
Gira "Bienaventurados"
Auditorio Nacional
1987
Introducción, por Serrat
Este, este tiempo.. este tiempo y este mundo que nos tocó vivir... este tiempo... y este mundo que... que no podemos... cambiar por otro, al menos a corto plazo. A mí... a mí me proporciona siempre la sensación de estar viviendo... en medio de misterios indescifrables; o al menos gran parte de las cosas que me rodean, para mí son misterios indescifrables que aquellos que conocen las claves no tienen el buen gusto y la delicadeza de contarme de qué se trata. Esto por un lao, y por otro, entre aquellas cosas que entiendo; entre aquellas cosas que no me resultan misteriosas, a poco que pienso descubro... que muchas de ellas son unas absolutas insensateces... mala compañía diría... es lo que hay. Una de estas cosas, una de estas tremendas insensateces de esta sociedad, es el trato que se les da a los viejos. Cuando uno ve como esta sociedad, es decir, nosotros... creo... cuando uno ve que esta sociedad... trata así a sus viejos, llega a aceptar que ese slogan del se usa y se tira, le es tan aplicable al hombre como a un tampax, como a un envase no retornable, porque esta sociedad; o sea, nosotros... al hombre y a la mujer, después de sacarles todo el jugo... acostumbra a condenarlos al pacto del hambre... a humillarlos... a arrinconarlos y a abandonarlos... y esto no solo es una canallada; es peor, mucho peor. Esta es una demostración palpable de la estupidez de esta sociedad... porque... por un lao, aquellos que hoy se sienten jóvenes, han de reconocer que con el transcurso del tiempo, a lo más que pueden aspirar es a envejecer con dignidad... y difícilmente podrán hacerlo, si los... si los que hoy son jóvenes, no ayudan a los que hoy son viejos a envejecer con esta dignidad. Esto por un lao, y por otro ¿qué quieren que les diga? A mí, a mí personalmente siempre me pareció estúpido y criminal... el quemar los libros, destruir los archivos, pisotear el conocimiento, o despreciar la experiencia; y esto es lo que esta sociedad; o sea, nosotros, hacemos cada día con los viejos. Esto lo cuento porque... viene a colación de esta historia escrita para esos niños que llegaron más lejos porque salieron antes. A los viejos.
Si se llevasen el miedo,
y nos dejasen lo bailado
para enfrentar el presente...
Si se llegase entrenado
y con ánimo suficiente...
Y después de darlo todo
- en justa correspondencia -
todo estuviese pagado
y el carné de jubilado
abriese todas las puertas...
Quizá llegar a viejo
Sería más llevadero,
Más confortable,
Más duradero.
Si el ayer no se olvidase tan aprisa...
Si tuviesen más cuidado en donde pisan...
Si se viviese entre amigos
que al menos de vez en cuando
pasasen una pelota...
Si el cansancio y la derrota
no supiesen tan amargo...
Si fuesen poniendo luces
en el camino, a medida
que el corazón se acobarda...
y los ángeles de la guarda
diesen señales de vida...
Quizá llegar a viejo
Sería más razonable,
más apacible,
más transitable.
¡Ay, si la veteranía fuese un grado...!
Si no se llegase huérfano a ese trago...
Si tuviese más ventajas
y menos inconvenientes...
Si el alma se apasionase,
el cuerpo se alborotase,
y las piernas respondiesen...
Y del pedazo de cielo
reservado para cuando
toca entregar el equipo,
repartiesen anticipos
a los más necesitados...
Quizá llegar a viejo
sería todo un progreso,
un buen remate,
un final con beso.
En lugar de arrinconarlos en la historia,
convertidos en fantasmas con memoria...
Si no estuviese tan oscuro
a la vuelta de la esquina...
O simplemente si todos
entendiésemos que todos
llevamos un viejo encima.
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