Por Federico Henríquez Gratereaux
Premio Nacional de Literatura Dominicana 2017
Pocas cosas sabemos acerca de la vida de Homero. Muchas ciudades griegas y turcas se atribuyen el mérito de haber sido la cuna de este poeta del siglo VIII A.C. Se discute incluso si son del mismo autor los poemas de La Ilíada y los de La Odisea. El caso es que este hombre, cuya vida es una nebulosa, escribió miles de versos medidos, estrictamente acentuados. Estos versos contienen las metáforas viejas más hermosas que es posible montar sobre la analogía. La metáfora es una tenaza conceptual que nos permite acercarnos a la comprensión del mundo. Todavía los lingüistas no han querido admitir que sin metáforas no puede haber conocimiento formal.
Las metáforas de Homero son antiguas y, desde luego, antropocéntricas; gracias a ellas podemos decir «las patas de la mesa», «los brazos del sillón», «la cabeza de la tropa», e incluso:« la barriga del Imperio». Por eso estamos «en manos del destino» o recibimos «bofetadas de las circunstancias». Hace unos pocos días leí en Facebook una nota de un amigo donde se refería al egocentrismo y la fanfarronería de Aquiles, mostrados por Homero en uno de los cantos de La Ilíada; en ese momento recibí una llamada y, al atenderla, perdí el contacto con Homero. Abrí la ventana de la actualidad y cerré el portón de la antigüedad griega. No encontré nunca más la observación de mi amigo en relación a la conducta fanfarrona del gran Aquiles.
En el Canto Undécimo de La Odisea, que es « la evocación de los muertos»,se dice que Odiseo pregunto al adivino Tiresias: ¿cuándo yo moriré? Tiresias contestó: «mucho después, y lejos del mar, te sorprenderá la muerte cuándo ya estés abrumado por una placentera vejez». Quisiera saber si yo también terminaré «abrumado por una placentera vejez». No puedo recurrir a Tiresias, entre otras cosas, por no ser Odiseo. Esta nota, que ahora introduzco en el cráter informático de Internet, no tiene copia; y no tendrá el recuerdo del recuerdo que constituyen los poemas homéricos. No habrá memoria individual capaz de recitar ningún verso; ni un hexámetro de Homero, ni un endecasílabo de Darío. Pero todo «quedará guardado» en algún archivo digital.
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