lunes, 27 de mayo de 2024

EL HOMBRE LOBO O LA MADUREZ EXPRESIVA DEL NOVELISTA EDWIN DISLA

Por
ALEJANDRO PAULINO RAMOS

«Despreocupada, llegando a la esquina de la Pina, repentinamente la atacó un extraño que empuñaba en la mano derecha un filoso, ancho y largo cuchillo. Aterrada, soltó el paraguas y la cartera e intentó defenderse utilizando los antebrazos y hombros. Trataba de impedir que le hirieran el cuello y la cara en medio del aguacero incesante. El agresor vestía un impermeable negro, y encapuchado se confundía con la oscuridad y la lluvia. Con fuerza hercúlea le penetró el arma blanca por distintas partes del cuerpo; y ella, aun teniendo una gran chaqueta de cuero, sintió que la hoja del puñal le penetraba con profundidad como un puño caliente tras el cual se derramaba bastante sangre. (…). Empapada de sangre y agua lluvia, a punto de desplomarse, cruzó la calle en diagonal escuchando detrás los pasos apresurados del atacante. Alcanzó el parque Cervantes de esa esquina, y finalmente cayó exánime al pie del busto, erigido en el centro sobre un bloque rectangular. El atacante le descubrió el pecho a cuchillazos, le mordisqueó la garganta y los senos salvajemente hasta cortárselos, y comió los pezones».

Esta descripción impresionante de Edwin Disla sintetiza el primer homicidio público del extraño y misterioso criminal. La mujer asesinada era la concubina de Alex, mediocre seductor, uno de los personajes esenciales de la obra. La singular trama, cargada de suspenso y dinamismo, sorprendió al crítico y doctor en literatura Alex Ferreras, quien nos confió: «Qué excelente novela. Qué increíble personaje, el Hombre Lobo. Edwin Disla tiene muchas ambiciones con este nuevo texto, con ese valor y dimensión psicoanalíticos de trasfondo, como se desprende de la imagen onírica de Alex, y ese significado simbólico universal detrás de la imagen del busto de Cervantes, con ese psicópata que quiere destruirlo con la mandarria, otro jodido símbolo que conecta con las pretensiones del globalismo para destruir los valores de la cultura occidental».

Edwin Disla, oriundo de Mao, provincia Valverde, inicia su carrera literaria como novelista en 1993 con la publicación de Un período de sombras, a la cual le siguieron siete novelas y un libro de relatos. Entre las novelas sobresalen Manolo (2007) y Los que comulgaron con el corazón limpio (2020), ambas galardonadas con el Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván; y Manolo, seleccionada, además, como de las mejores en nuestro país en lo que va del siglo XXI.

Volviendo a El hombre lobo, el hecho de tener como personaje al busto de Cervantes y a Alex, médium gobernado por seres existentes en otros planos, gracias a los cuales adquiere poderes trascendentales y extraordinarios; transforma la obra también en trascendental y extraordinaria. Alex, por un lado, tiene contactos con familiares muertos, como su mujer, Pamela, y por el otro, goza de la protección del busto de Cervantes y tiene incluso pesadillas reveladoras que le permiten ver los movimientos del asesino en los mismos instantes en que los realiza. Es una invención Kafkiana de Disla con igual poder de persuasión que La Metamorfosis. La cooperación de Alex y del busto de Cervantes serían partes de las claves que le permitirían al detective, Ernesto Sierra, develar la identidad del asesino, como se especifica en la contraportada del texto; y nadie creerá en estas claves, salvo los lectores (entre los que me incluyo), que cuando terminen de leer El hombre lobo, de Edwin Disla, se convencerán de lo que afirmara Shakespeare, que en el cielo y en la tierra hay más cosas de las que han sido soñadas en la filosofía de ustedes.

Leyendo la obra, de abundantes páginas y pocas mudas en las escenas y escrita con un lenguaje potente, colorido, nos sumergimos en un mundo de muertes, pesadillas, sospechas y lluvias oscuras. En ningún instante perdimos el interés de la historia, ni siquiera cuando se descubre la identidad del asesino, pues entonces leemos su punto de vista del relato. ¿Por qué razones se convierte él en una máquina de la muerte? A continuación, la lectura se torna más intensa y amena. A algunos lectores, sin embargo, les han producido tanto horror, según nos han manifestado, que no se han atrevido a volver al parque Cervantes porque temen que aparezca realmente el asesino y los ataque.

Otro aspecto del texto que nos fascinó fue su entorno emblemático de la antigua Zona Colonial de Santo Domingo y del sector colindante, Ciudad Nueva, con sus parques románticos y extenso Malecón salpicado por las aguas del mar Caribe de finales del siglo XX e inicios del XXI. Todo este panorama está marcado por un ambiente turístico casi siempre frecuentado por «merodeadores tradicionales, borrachos, vagos, pedigüeños y delincuentes camuflados» en medio de los nerviosos y desconcertados vecinos inmersos en una sobrecogedora realidad terrorífica debido a la presencia del monstruo misterioso, tipificado por las autoridades como un asesino en serie, que moviéndose sigiloso en las noches tenía a la policía desconcertada. Era difícil detectarlo por estar protegido por un cura homosexual, dueño de un colegio de clase alta. Las múltiples interrogantes del detective Ernesto Sierra lo conducen hacia un laberinto de hipótesis inverosímiles, que lo adentran en la vida tanto de los conventos coloniales como de los caminos de discretos narcotraficantes, homosexuales y drogadictos, de complicidades compartidas.

La historia, contada mayormente por un narrador omnisciente, tiene dos capítulos relatados en primera persona, que son las confesiones del hombre lobo. Al final de ellas expresa: «…oí el chirrido de las rueditas del portón. ‘Por fin llegó Beto’, supuse, ‘a no ser que fuera Ernesto Sierra que haya venido a matarme o a liberarme con la muerte’». Y como Vargas Llosa, que sintió envenenarse cuando terminó de leer a Madame Bovary, quien lo hizo con arsénico, muchos de los lectores de El Hombre lobo ahora también escucharán las rueditas del portón, porque al terminar de leer la novela de Disla, también pensarán haberse convertido en el hombre lobo y desearán que Ernesto Sierra regrese a matarlos o a liberarlos de la muerte.

Fuente: Areíto, periódico hoy.com.do

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