lunes, 20 de mayo de 2024

LA BESTIA INTERIOR: VIOLENCIA, CORRUPCIÓN Y TERROR EN EL HOMBRE LOBO, DE EDWIN DISLA

Reseña por
Alex Ferreras

Una novela de misterio, policial y experimental ambientada en los años 80 en la República Dominicana que trata de Francisco Capellán, el Hombre Lobo, mayordomo en un colegio católico de la Zona Colonial de Santo Domingo.

ADVERTENCIA: Contiene "spoilers"

La más reciente novela de Edwin Disla, El hombre lobo (publicada por Soto Castillo, S. A. en 2024), se centra principalmente en la historia de Francisco (Lion) Capellán, conocido como el Hombre Lobo, un asesino en serie. Disla, reconocido como uno de los principales autores de novela histórica contemporánea del país, amplía en esta obra sus horizontes como escritor, al explorar temas como la violencia, la redención, la corrupción y la complejidad de la mente humana. En este libro, el autor experimenta con nuevas técnicas narrativas, al mostrar su ambición y evolución como narrador.

En El hombre lobo el novelista fusiona elementos de las novelas de misterio, policial y experimental. Se respira en ella un aire anticlerical, anticorrupción y contra el influjo del narcotráfico en la sociedad dominicana y otras latitudes. Se destaca el rechazo de Disla a la ambivalencia con que se ha manejado la institución religiosa de mayor influjo en Occidente, la Iglesia católica, en torno a la cual hace su vida el asesino serial que protagoniza la novela. Dicha obra es ambientada en el decenio de los años ochenta en la República Dominicana.

El autor sugiere que detrás del más grande sicópata se oculta una historia que hay que descifrar. En el caso del Hombre Lobo es su madre Cayetana, cuya figura materna represiva y de abandono le dejó marcado para siempre. Como se presume, el asesino hace las veces de antagonista en la novela. El criminal se escuda en su cargo de mayordomo eclesiástico y de sereno en un colegio de la Zona Colonial regenteado por Ángel Darío, un cura homosexual que evoca a un sacerdote real e influyente en la vida política del país de los años sesenta, y el asesino uno de sus amantes al que un día le empleó en el lugar bajo juramento de lealtad total.

Todo empieza con el Hombre Lobo que asesina brutalmente a una prostituta que se citaba con sus clientes en unos arrecifes en el Malecón; la segunda prostituta, cayó en la acera de un solar de la calle 19 de Marzo; la tercera, Pamela De la Cruz, muere en el parque Cervantes, el primer asesinato que sale a la luz pública; la cuarta víctima, Rosa Berreras, es degollada frente a las Ruinas de San Francisco; la quinta, Alondra Fernández, y la sexta, Jéssica, hermana de Alex Herrera, uno de los personajes principales de la obra, sobrevivieron al ataque, lo que indica que la naturaleza humana, en contraste con la demoniaca, en el Hombre Lobo, terminó sobreponiéndose en una cerrada lucha en los dos últimos casos.  Pero se supone que también mató a dos muchachos que le vocearon maricón al cura Ángel Darío cuando pasaba frente a un colmado en la Zona Colonial (248), resonancias de lo cual sucedió en la vida real en relación con una reconocida figura política a cuyo alrededor desaparecieron dos jóvenes que le lanzaron el mismo improperio en los tiempos del régimen de Trujillo.

El Hombre Lobo enfrenta sus demonios interiores que le impulsan a infligir daño a mujeres desvalidas: “Mi vida ha sido un infierno a causa del maltrato de mi madre”, le confiesa a Alondra, contra quien ha atentado por segunda vez. (221). Sufre de un trastorno mental conocido como licantropía clínica. (117) En las dos primeras víctimas volcó sobre ellas toda su saña; en las dos últimas, que bien pudo matarlas igualmente, prevaleció en él su parte humana, lo cual indica que apunta a haber un elemento de redención en su persona de haber ordenado sus conflictos internos.

Al ser acorralado al final en el colegio por Ernesto Sierra, el coronel detective que investiga el crimen de Pamela, el Hombre Lobo se suicida de un disparo en la sien con la pistola que le arrebató al militar, quien había descubierto su verdadera identidad. A partir de entonces, no tenía sentido que siguiera viviendo. Antes, ya en poder del investigador, le informó a este que dejó unos casetes con toda su historia grabada en el clóset de la habitación que tenía asignada en el colegio. Al igual que su historia oscura, lo mismo se registra en ellos la del cura Ángel Darío y sus vínculos con dos hermanos mafiosos y criminales de Baní.

El Hombre Lobo tuvo como padrastro a Víctor, un excura que se había enamorado locamente de Cayetana, su madre, una ramera por la que colgó sus hábitos. Este le había presentado al padre Ángel Darío, antiguo compañero de orgías, y a quien le pidió que le empleara en el colegio San Miguel, para no despedirle de su casa con las manos vacías a cambio de jurarle obediencia total al sacerdote. (239) De esa suerte, no le quedaría al asesino sino suscribir un pacto con el demonio.

Pamela es hija de Toribio De la Cruz, un empresario ganadero de Baní que junto a su hermano Rolando tuvieron un pasado de narcotraficantes en los Estados Unidos. La joven se unió a Alex, un hombre de cuarenta y tantos años mayor que ella a quien había conocido en INTEC y por cuya razón fue desheredada por su familia. Es un clarividente que se comunica con seres de otros planos. A menudo tiene sueños premonitorios que se encarnan. Sufre de alucinaciones e interactúa con el fantasma de Pamela y otros seres. La víctima laboraba en el colegio de Ángel Darío y pertenecía a uno de los grupos que componen a la Iglesia. Alex se ha propuesto vengarse de su muerte. Al haber trabajado en el mismo lugar donde labora el Hombre Lobo, el asesino la acosaba y conocía todos sus pasos. De ahí que haya resultado ser una presa fácil de rastrear.

Pues bien, a Alex Herrera se le conoce como “el encantador de serpientes”. Tiene sueños premonitorios con la singular condición de que coinciden con el momento en el que el Hombre Lobo asesina a sus víctimas; por lo tanto, visualizó el instante en que mata a Pamela frente al busto de Cervantes. La escultura cobra vida para luchar infructuosamente con el criminal, en el tiempo en que asesinó a la chica, y luego en forma real como aliado de Alex en el combate que este libra con el desalmado, una ironía de corte literario. El médium le perseguía permanentemente con un puñal. Es una versión de Quijote que lucha en sus sueños contra el fantasma del asesino ayudado por parejo busto, el que está en la plaza homónima en Ciudad Nueva.

Tanto Toribio como Ángel Darío estarían vinculados con la muerte de Pamela por razones oscuras (Véase 80). El novelista sugiere que los hermanos De la Cruz son cómplices del cura, que es quien les lava activos, el “principal testaferro de los cárteles banilejos de Boston”, dice el autor en alusión a ellos. (104) El cura, los hermanos De la Cruz y el Hombre Lobo forman parte de una red de malhechores, una estructura mafiosa y criminal que se ha cobrado muchas vidas.

Tan relevante es la dimensión sicológica en el Hombre Lobo que, al ser arrastrado por sus traumas de infancia, se venga de la figura materna matando a mujeres jóvenes indefensas con una saña en la oscuridad y en tiempos de lluvia. En consecuencia, cuando se ve perseguido, sea por Alex, sea por el oficial de policía encargado de la investigación, o por otros, lanza un aullido agudo hasta ir a refugiarse en unos arrecifes frente al Obelisco Hembra en el Malecón.

El asesino serial busca con su aullido, o sea, con semejante recurso emocional, un equilibrio a su trauma de abandono por su madre Cayetana, una estabilidad perdida tras haber sido maltratado en su infancia por ella, y por haberle transmitido sus instintos criminales, un equilibrio con el que nunca podrá dar, de no reorientar rotundamente su predisposición criminal, y de no articular sus sentimientos en su alma torcida. Despierta interés la manera despiadada en que mata a sus víctimas, al devorar sus senos y comerles sus pezones, así como darles múltiples estocadas en el pecho y cortarles la garganta de oreja a oreja. (237). El Hombre Lobo sublima de esa suerte el odio que vierte contra Cayetana como figura materna represiva. Según la creencia popular, “solo moriría si [fuera herido por un puñal de plata”. (81)

Si nos aproximamos al caso del asesino en serie, en especial desde la óptica de la narrativa de desamparo y maltrato, sus crímenes brutales sugieren que desarrolla resentimiento y odio hacia la figura materna debido a los abusos que sufrió durante su niñez. Tal condición puede haberle llevado a identificarse con el agresor, es decir, con su madre, y a repetir patrones de violencia en un intento de dominar sus propios miedos y traumas.

Dado lo complejo de los traumas del Hombre Lobo, jamás pudo redimirse. Cayó en un despeñadero del que le resultó imposible salir. No bastaron sus confesiones para poner en orden la madeja de sus sentimientos y pasiones. Su naturaleza demoniaca se lo impidió. De acuerdo al novelista, sufre “del impulso irresistible por asesinar a gente indefensa”. (241) Está profundamente perturbado. Utiliza para perpetrar sus crímenes un impermeable, una capucha sobre su cabeza y se cubre las manos con guantes negros de látex.

Ernesto Sierra es un coronel del Ejército transferido a la Policía que hace las veces de detective para esclarecer los crímenes del asesino. Es reconocido por su habilidad para desentrañar casos difíciles de resolver, lo que evoca a Sherlock Holmes. Es muy eficaz en su quehacer de investigador, pero débil por las prostitutas. En vista de la complejidad de los sucesos que protagoniza el asesino en serie, en una primera etapa no dio con la clave de su enigma; por ende, fue destituido de su cargo; sin embargo, esto no impidió que prosiguiera con sus pesquisas a título personal. Alex fue uno de sus investigados a quien descartó primero por considerarle un acomodado, inservible y chiflado, concepto que cambia de él al final cuando descubre que se enfrenta al Hombre Lobo, un hombre que le supera en fuerza y tamaño, y que encuentra una coincidencia entre lo que le contaba de sus sueños primero y de cómo terminó todo después.

Como se indica arriba, Alex se enfrasca en una lucha cuerpo a cuerpo en una noche de lluvia con el asesino, marcando de ese modo el comienzo de su fin. Ambos se hieren. El primero sufre la peor suerte, lo suficiente como para que Ernesto Sierra se dé cuenta del percance, lleve a Alex al hospital Padre Billini y se dirija inmediatamente al colegio San Miguel con Alondra donde encuentra al Hombro Lobo herido sentado en una silla de ruedas. El presunto minusválido resulta ser Francisco (Lion) Capellán, el mayordomo, sereno y sacristán del centro escolar. Lo apresa. En ese momento se inicia un tiroteo desde el segundo nivel de la casa curial donde el cura protegía a los hermanos De la Cruz, los responsables de los disparos. Luego, el Hombre Lobo confiesa su verdadera identidad a Ernesto Sierra y le dice que su vida está contada en unos casetes guardados en un clóset de su habitación. Con el arma que le arrebata al coronel, se suicida de un tiro en la sien. Momentos después, llega la policía.

El Hombre Lobo, un mito europeo, en el contexto cultural dominicano, vive en la oscuridad de la vida. Los arrecifes del Malecón donde se refugia tras perpetrar sin piedad su primer crimen contra una prostituta, debido al simbolismo que contiene, son una proyección de su vida interior atormentada, una expresión de su mente turbada por el trauma que le provocó el maltrato y posterior abandono de Cayetana. En ella está cifrada la figura materna que representa su madre, otra prostituta, contra la que lucha de forma sublimada con toda la agresividad que le es posible, y a su través, contra sí mismo, en una espiral de autodestrucción que termina con su propia vida.

El asesino en serie, como se mencionó anteriormente, mata primero a dos prostitutas; más tarde, a dos muchachas decentes y fieles de la Iglesia; en otras palabras, la figura de la mujer en general es su presa. Misógino y asesino de ella al fin, no le tiene miramientos como concepto. En su madre está el origen de sus dolores y pesares, de sus crisis y vacíos existenciales que le llevó a desarrollar su naturaleza demoniaca y le dejó profundamente marcado en su psique, hasta el grado en que nunca pudo superarlo.

El símbolo principal en la novela con que Disla trabaja es el busto de Cervantes. Representa el conocimiento y la sabiduría. Hace lo propio con el de la misma Iglesia y su significado espiritual, en la obra, en un nivel de corrupción y depravación, que junto al de la superstición popular del Hombre Lobo, es obvio que son legados de la civilización europea a los que se propondría situar más concretamente en el contexto cultural dominicano.

El busto de Cervantes y su aspecto simbólico, sus efectos paranormales, testigo mudo del asesinato de gentes inocentes y de conflictos sociales que se generan en torno a él, encierra un elemento de ironía dramática, que no es sino la proyección de la impotencia del propio autor con respecto a las injusticias y absurdidades que no puede resolver. Los sueños que tiene Alex con la escultura, es otro plano desde el cual el autor expresa su posición como hombre pensante y artista sensible ante esa lacra social con la que se propone impartirse justicia poética a sí mismo, un elemento que le redime. A diferencia del Hombre Lobo, símbolo de semejante desbarajuste social, que le tiene terror al referido busto en la búsqueda de su redención, solo que a su manera como el sicópata que es.

Nuestro novelista condena la ambigüedad moral de la Iglesia a través de las acciones turbias del cura Ángel Darío (184) y del exsacerdote Víctor. Es notable su postura anticlerical por los vínculos de esa institución con las redes criminales que forman parte en determinados niveles de sus quehaceres, como se da en el caso de los probables nexos delictivos de Ángel Darío con los hermanos mafiosos De la Cruz, reflejo de la obra de arte de cuanto sucede en la historia real de los países y sus culturas.

De la misma suerte en que se advierte la posición anticlerical del autor en El hombre lobo, igualmente ocurre en su crítica solapada a la corrupción, el narcotráfico y las mafias establecidas en la sociedad de todos los tiempos. Se entrevé en el banquero Ramón, amante de Jéssica, un seductor, y “su poderosa influencia” en muchos estamentos de esa sociedad. (Véase 160) El novelista nos dice que el poder hunde sus raíces profundas en una red de complicidades de diversa índole, una estructura que deshumaniza. Tal es la descomposición moral de esta sociedad que un individuo como Toribio de la Cruz fuera capaz de ordenar la muerte de su propia hija Pamela tan solo por haberse amancebado con Alex, un hombre de cuarenta y tantos años mayor que ella.

Por otro lado, mueve a curiosidad la técnica narrativa que utiliza Disla como la de su canon estético ceñido al de personajes del cine hollywoodense para delinear los de su novela. Salen a relucir los nombres para algunos de ellos como los de Richard Gere, con los que adorna a Alex; con una característica de Audrey Hepburn, engalana a Jéssica Herrera; a Alondra, la esboza parecida a Sarah Fawcett; a Rolando De la Cruz, tío de Pamela, le hace pasar la mano por sus cabellos al estilo de Bruce Lee, y demás, posiblemente una maniobra narrativa con la que el novelista buscaría que el lector se identifique y encarne mentalmente mejor sus personajes para así darle un toque más real y más humano a sus narraciones.

Otras técnicas que emplea el novelista en su obra son el uso de la imagen onírica, la de la múltiple narración, la retrospectiva, el empleo de estribillos y epítetos con que describe a sus personajes.  Usa estos últimos recursos para dirigirse a algunos de ellos, tales como el de “encantador de serpientes”, “gobernado por seres existentes en otros planos”, bebedor empedernido del vino Tarapacá Rosé, entre otros, para Alex; “pero el infeliz únicamente tiene valor para atacar por sorpresa a mujeres desprotegidas”, en alusión al Hombre Lobo; a Ernesto Sierra, el novelista siempre le pinta fumándose un puro; “Ese busto está revestido del más grande misterio”, para referirse a la escultura de Cervantes, y demás. Con estas estrategias narrativas, Disla aspira a imprimirle unidad a su novela, esbozar bien los personajes y hacer que la historia que cuenta sea única.

El autor exhibe habilidades narrativas al entretejer intrigas y construir suspensos propios de la novela de misterio. El hombre lobo desde que empieza hasta que termina envuelve al lector en una atmósfera de tensión y maquinaciones. No es del tipo de novelista que tiene hacha ideológica que afilar para no hacer de su novela una obra de propaganda. Eso, y su bien administrado sentido del humor, hacen de sus personajes más cercanos al lector, al mostrar su lado humano.

En pocas palabras, El hombre lobo es una novela de misterio, policial y experimental ambientada en los años 80 en la República Dominicana que trata de Francisco Capellán, el Hombre Lobo, mayordomo en un colegio católico de la Zona Colonial de Santo Domingo con un pasado marcado por el abandono y el crimen. Mientras se enfrenta a detectives y a un clarividente, Capellán comete crímenes en lugares simbólicos como el Parque Cervantes y las Ruinas de San Francisco en tanto busca la redención a través de la violencia. Edwin Disla en su obra explora temas de corrupción y violencia contra las mujeres, en la que invita a reflexionar sobre la complejidad de la mente humana y la búsqueda de la redención.

Tomado de Acento.com.do



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