domingo, 5 de agosto de 2018

NO HAY VACANTE

Cuento de Ramón Francisco (*)

Además: Biografía, bibliografía y enlaces a artículos y otras cosas


Aguzó su pensamiento forzosamente tratando de leer la inscripción sobre el pedazo de madera junto a la puerta en la alambrada que rodeaba la factoría.

— No h.a.y v.a.c.a.n.t.e.s …

No hay vacantes. Estas mismas palabras las había leído en otras tablillas, o en pedazos de cartón, o en paredes, junto a las puertas de innumerables factorías. Pero esta vez había tenido esperanzas. Se trataba de una empresa nueva que había abierto recientemente sus puertas. Ayer mismo supo la noticia y hoy la mañana lo había sorprendido camino a ella. ¿Cómo era que así, tan de pronto, no hubiera vacantes? ¡Ah, mi suerte!, pensaba. Y ahora que estaba allí, ¿qué? ¿Llenaría el formulario de solicitud de empleo que posiblemente le darían? ¿Cuántos de estos formularios había sometido y a cuántas empresas en los últimos cinco años? Al parecer, en esto consistía el esfuerzo. Tenía necesidad de trabajar y él hacía su esfuerzo.

— ¡Hey! ¿Dónde va?
— ¡Fello!
— Muchacho, ¿Cómo tá tú?

Como en otras muchas ocasiones, había decidido entrar y, ¡maldita sea!, llenar el bendito formulario de solicitud. Una voz surgida de la caseta de guardianes junto a la puerta lo detuvo. Era Fello, un viejo amigo que había encontrado trabajo.

— Ando buscando trabajo.
— Bueno, básiga, aquí tá difícil eso.
— Quizá si veo al jefe.
— No hay vacante.

Ah, pero quizás. Esta era una empresa nueva. Por lo demás, no esperaba tener tan buena suerte como para encontrar qué hacer, así, de primera visita. Pero anotarían su nombre, claro está, y en la primera oportunidad lo emplearían.

— Hay má de quiniento nombre anotao, básiga.

Pero si hace solamente una semana que esa empresa comenzó a operar. ¿Cómo é posible? Bien, ¿se habría creído él que era el único que, por ejemplo, en Cristo Rey, su barrio, estaba sin empleo? Ah, no. Pero quizás… De todos modos dejaría que anotaran su nombre.

— Básiga, somo amigo, pero éte é mi trabajo. No puede entrar.
— ¿Por qué?
— Órdene son órdene. Hay má de quiniento nombre anotao y no hay vacante.

He aquí lo que se dice un amigo. ¡No quería dejarlo pasar! ¿Acaso no era este Fello, el que hacía solamente quince días se encontraba en las mismas condiciones en que él se encuentra ahora? ¡Y no quería dejarlo pasar! ¡He aquí lo que se dice un amigo!

— Buscaré solamente el formulario pa llenarlo.
— No hay vacante, básiga. Mire el letrero.
— Sí pero…
— No puedo.

Conque no hay vacante, ¿eh? Se lanzó sobre la cerca de alambre. Ni él mismo pudo decir después por qué lo hizo. Arrancó la tablilla y la miró en sus manos por un momento.

— No hay vacante ¿eh?

La tiró al suelo con furia. De repente desabrochó su pantalón y echó fuera su hombría y ante el asombro de su amigo Fello, orinó sobre la tablilla. Fue un momento supremo. Por fin tuvo el valor necesario para ajustarle las cuentas a esa maldita inscripción que desde hacía cinco años lo acosaba constantemente. ¡Ah, cómo gozó!

— ¿Qué ta tú haciendo?

El sereno se lanzó sobre el hombre y lo tomó por los hombros dándole un fuerte empujón. Pero él embistió nuevamente orinando con furia.

— No hay vacante, ¿eh?... ¿No hay vacante?...

Entonces sintió el impacto de un puñetazo que se estrelló en sus ojos e inmediatamente la sensación de que caía.

— ¡Mira qué hombre ma freco!

Quedó derrumbado junto a la tablilla, boca arriba y semiinconsciente, con su hombría fuera del pantalón. Miró un momento hacia el cielo. Sobre él, más arriba, el viento arrastraba el humo que salía por la chimenea de la nueva factoría. Humo negro que rasgaba la serenidad del día. Se dice que él vio millares de bocas que se envolvían con el humo y que le pareció que ellas reían. Y cuando vinieron más personas atraídas por el espectáculo del puñetazo y del hombre tirado en el suelo, también le pareció que todos, a coro, unidos a las bocas en el humo, reían mientras repetían: ¡No hay vacante! ¡No hay vacante!

— ¡Míralo con eso afuera!
— ¿Qué hizo este hombre?
— Ná. Que e un freco. No hay vacante, y to lo día viene aquí a fuñir la paciencia —contestó el sereno.

Biografía de Ramón Francisco

Ramón Francisco nació en Puerto Plata el 21 de octubre de 1929, pero sus primeros años transcurren en Santiago de los Caballeros. Cumplidos los 15 años, se traslada a Santo Domingo donde trabaja y estudia. Se da a conocer en 1952 con Los Juglares, agrupación que presidía Manuel Valerio y de la que llegará a ser uno de sus directores.

Sus compañeros de grupo eran Rafael Astacio, Pedro Guzmán Perdomo y Tomás Pujols Sanabia. Luego se le verá, tardíamente, entre los directores del El Silbo Vulnerado. Posteriormente fue miembro de, El Puño, agrupación cultural que aglutinó, entre otros, a Miguel Alfonseca, René del Risco, Armando Almánzar, Norberto Santana, José Ramírez Conde, Jeannette Miller, Antonio Lockward y Marcio Veloz Maggiolo. Este último ha estudiado con detenimiento a Francisco, debido a un largo proceso de amistad que los vincula.

Nos reuníamos dice Veloz Maggiolo a comentar La Poesía Sorprendida, y, recuerdo que más de una vez Francisco, allá por 1957-59, se mostraba impresionado por el impacto que había hecho el movimiento en los círculos extranjeros. Descubríamos entonces nuestro propio mundo. Siendo prologuista de Las superficies sórdidas y luego dedicándole extensos comentarios en su obra Cultura, teatro y relatos en Santo Domingo, Veloz Maggiolo se encuentra en una envidiable posición de intérprete de esta poesía. Refiriéndose a Las superficies sórdidas, ve esta obra como apéndice de un lejano surrealismo y apunte de una modalidad de expresión que me parecía nueva por su temática.

En cuanto a las Odas a Walt Whitman, las ve estructuradas sobre un tiempo circular que constantemente se muerde la cola para presentarlo a la realidad dominicana en una alucinante simultaneidad donde la historia contemporánea puede ser vista aun desde las perspectivas del pasado, en lo que coincide con ciertas técnicas usadas por Antonio Fernández Spencer en Los testigos.

La música popular le sirve de apoyo a Ramón Francisco para estos intentos de reflejar nuestra realidad. Fragmentos de merengues y pregones, aun con sus notaciones musicales, se reiteran a lo largo de su oda, La patria montonera, lo que le ha permitido al autor, además, hacer galas de sus excelentes cualidades declamatorias en lecturas públicas de sus poemas. Después de la tumultuosa experiencia de las odas, Ramón Francisco profundiza el mundo de los mitos afroantillanos llevado por una aspiración que lo hace interrogar el lado oscuro de la existencia para convertirla en un asidero que lo lleva a la verdadera creencia.

Es lo que nos permite interpretar el salto que se produce casi un salto en el vacío en la obra de este autor, cuando publica en el suplemento cultural de El Caribe un poema inusitado que recrea diversas partes del ritual católico de la misa.

Ramón Francisco es Contador Público Autorizado, graduado por la Universidad de Santo Domingo en 1957. Fue Presidente de la asociación que agrupa a los profesionales de la contabilidad. En 1965 desempeñó las funciones de Vice Ministro de Finanzas. Actualmente vive del ejercicio de su profesión. Ha incursionado en el cuento y en el teatro con obras que en su mayoría permanecen inéditas. Su silencio como creador de poesía abarca ya varias décadas, lo que es de lamentar.

Ramón Francisco falleció en Santo Domingo el 14 de agosto de 2004.

Bibliografía activa

Las superficies sórdidas, Santo Domingo, 1960.

Literatura dominicana 60, Santo Domingo, 1969.

Critica demás, 1987.

De tierra morena vengo, (en colaboración con Manuel Rueda), Santo Domingo, 1987.

Las jóvenes ideas, 1998.

La patria montonera, 2001.

Bibliografía pasiva

"Duró cuarenta años escribir La Patria Montonera" (entrevista), en Galaxia Gutenberg, Boletín de la Editora Nacional, año I, nº 1, junio de 2002.

Pérez, Odalís: La identidad negada: los caminos de La patria montonera, Santo Domingo, Editora Manatí, 2003.

Veloz Maggiolo, Marcio: Cultura, teatro y relatos en Santo Domingo, Santiago de los Caballeros, Universidad Católica Madre y Maestra, 1972.

___________________: La patria montonera, (Historia general del mundo), Santo Domingo, Colección Autores Dominicanos Contemporáneos.

La biografía fue copiada casi en su totalidad de la página de Intec.

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