Fragmentos de una entrevista hecha por Laura Galindo M. a Laura Restrepo y publicada en El Espectador, el 20 de abril de 2018.
“Sigo las historias durante años. Tengo unos cuadernos con tapa de mármol en los que voy poniendo todo lo que encuentro al respecto. Tienen una cosa como de escuela que me encanta, una etiqueta en la pasta, de esas que se usaban para marcar hace mucho tiempo: ‘Cuaderno de matemáticas. Quinto elemental’. Entonces yo le pongo título: ‘Los Divinos’, ‘Pecado’, ‘Delirio’. Y voy metiendo citas, ideas, recortes, pequeños fragmentos en borrador. Una película que veo sobre el tema, otro libro que leo. Todo lo voy reseñando. Llevo varios al tiempo, uno por cada historia que tengo dándome vueltas en la cabeza, y tan pronto termino un libro, se viene ese momento delicioso de sacar mis cuadernos y escoger el más lleno para seguir. Salvo Los Divinos, que fue como un rayo, como un momento de posesión o de necesidad imperiosa, todos mis libros llevan años cocinándose. Historia de un entusiasmo primero se llamó Historia de una traición, por allá en el 88. Luego cambió un poco y le añadí un prólogo que relativizaba el punto de vista. Todavía me queda por escribir un relato en primera persona de cómo fueron las cosas: Historia de una pasión. Me gusta pensar en secuencias que se transforman, que se completan o se contradicen. Muchas ya están en mis cuadernos."
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“Al escribir tengo mis manías, como todos. Me despierto a las 4 de la mañana y escribo hasta las 8. Mientras todos duermen, mientras hay silencio, mientras no suena el teléfono. La ducha es una fuente de revelación; bajo el agua bien caliente piensa uno muchas cosas. Y para los atascos, mis perros...”
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“Tengo libros a los que siempre vuelvo, libros de los que incluso me agarro para escribir. Siempre intento ponerlos en los epígrafes para que el lector sepa cuál fue mi guía. En Pecado fue Carrère. Él sí que es una fiera para indagar en el mal. Tal vez porque fue religioso y dejó de serlo, algo con lo que yo me identifico. Nunca fui muy creyente, pero tuve una especie de cultura religiosa que ahora es puro descreimiento y nostalgia de la fe. No tengo Dios, pero cómo me gustaría creer en un Padre nuestro que me protege. En Los Divinos fue Michel Tournier: “Para empezar, ¿qué es un monstruo? Ya la etimología nos reserva una sorpresa un tanto pavorosa: monstruo viene de mostrar”. Y en la vida han sido lugares comunes pero inevitables: la Ilíada y la Odisea. Esa concepción, tan heroica y tan prosaica al mismo tiempo, es algo a lo que siempre vuelvo. Y si hay Brad Pitt haciendo de Aquiles, voy y lo miro también. Otro lugar común gigantesco: la Biblia. Ya dije que mi fe no está tan encaminada, pero la Biblia es un lugar repleto de historias truculentas y maravillosas, arbitrarias y tremendas. Es Las mil y una noches de los cristianos”.
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“A Saramago también vuelvo cada vez que puedo. Además de un escritor maravilloso fue mi amigo. Yo no tengo muchos amigos en el gremio. La verdad, tampoco creo que pertenezca ‘al gremio’. Pero a él vuelvo siempre y lo llevo de alguna manera cuando escribo. Hay algo muy gracioso y es que uno de los personajes de Delirio, la novela con la que me dieron el premio Alfaguara cuando él fue jurado, aparece leyendo uno de sus libros. Pensé en quitarlo, pero para qué, si ya lo había usado otras tantísimas veces. Su Evangelio según Jesucristo es algo que leo y leo y leo y vuelvo a leer”.
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