Fragmento de Retrato del artista evanescente, un comentario crítico de JAVIER APARICIO MAYDEU sobre La muerte del comendador, Libro 1, de Haruki Murakami, publicado en Babelia
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Pero La muerte del comendador es sobre todo un tratado encubierto de creación artística. Es una novela pero no está claro que quiera serlo, y quiere ser un ensayo pese a parecer una novela. Explica la historia un artista que explicándola pretende explicarse a sí mismo ante el reto de la creación. Se pregunta: “¿Cómo dar forma a algo inexistente?”, señala la necesidad de un locus amoenus en el que poder crear, conoce las servidumbres del artista mercenario, se esfuerza en describir la fascinación que puede llegar a producir el arte y a la vez se enfrenta al demonio de la mediocridad, reflexiona acerca del cambio de estilo en la obra ajena como si de la propia se tratara, sugiere el debate acerca de la innovación y la originalidad a la que dedica un capítulo en De qué hablo cuando hablo de escribir, constata que “en el mundo del arte no se dice que se está vaciando nada, sino que se está trasladando a otro lugar”, que “la realidad no se limita a las cosas que se pueden ver”, que la intuición es para el artista necesaria pero no suficiente, pues debe darle forma y, en fin, que contempla cada mañana un lienzo en blanco para imaginar posibilidades en lugar de asumir resultados habida cuenta de que, como señaló Steiner, “en la creación, las soluciones son mendigos comparadas con la riqueza del problema”.
Refiérese al ego y subraya, como hizo Klee, que el arte no reproduce lo visible, hace visible. No le es al autor ajeno su narrador, y el lector lo sabe bien porque enseguida intuye que el retratista que relata la historia concibe la novela entera como un pretexto para revelar los dilemas que en realidad le inquietan al autor.
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