Por Emrah Atasoy y Jeffrey Wasserstrom
The Conversation*
23 mayo 2025
¿Existe alguna obra de ficción del pasado que pueda ayudarnos a
comprender las preocupantes tendencias actuales?
Considerando la proliferación de referencias a la "neolengua" ofuscadora,
líderes al estilo del Gran Hermano y sistemas de vigilancia ineludibles en
artículos periodísticos, esta pregunta tiene una respuesta simple: "Sí, y esa
obra es '1984' de George Orwell".
Tanto la izquierda como la derecha política consideran la novela que Orwell
escribió en 1949 como el libro del siglo pasado que mejor se relaciona con el
presente.
Pero hay otros que consideran la cultura del consumo y la obsesión por las
redes sociales como las principales preocupaciones actuales. Entonces la
respuesta es diferente: "Sí, y esa obra es 'Un mundo feliz', de Aldous
Huxley".
Nosotros, sin embargo, pensamos que la respuesta es "ambas".
En el largo debate sobre quién fue el escritor más profético de su época,
Orwell, que fue alumno de Huxley en Eton, es generalmente el favorito.
Una razón de esto es que las alianzas internacionales que durante mucho tiempo
parecieron estables ahora están en constante cambio. En 1984, su última
novela, Orwell imaginó un futuro mundo tripolar dividido en bloques rivales
con alianzas cambiantes.
En el breve periodo transcurrido desde que el presidente estadounidense Donald
Trump inició su segundo mandato, sus políticas y declaraciones han provocado
sorprendentes realineamientos.
Estados Unidos y Canadá, socios cercanos durante más de un siglo, están ahora
enfrentados. Y en abril, un funcionario de Pekín se unió a sus homólogos de
Corea del Sur y Japón para oponerse, formando un trío improbable, a los nuevos
aranceles de Trump.
Quizás por eso existe un campo floreciente de "estudios orwellianos", con su
propia revista académica, pero no de "estudios huxleyanos".
Probablemente también explica por qué "1984", pero no "Un mundo feliz", sigue
figurando en las listas de los más vendidos, a veces junto con "El cuento de
la criada" (1985) de Margaret Atwood.
"Orwelliano" (a diferencia del raramente conocido "huxleyano") tiene pocos
competidores aparte de "kafkiano" como adjetivo inmediatamente reconocible
vinculado a un autor del siglo XX.
Por maravillosos que sean Atwood y Kafka, estamos convencidos de que combinar
la visión de Orwell con la de Huxley ofrece un análisis más profundo. Esto se
debe en parte a, y no a pesar de, la frecuencia con la que se ha contrastado
la autocracia que describen Orwell y Huxley.
El ejemplo de Myanmar y Dubái
Vivimos en una época en la que todo tipo de sistemas de control limitan
nuestras libertades de expresión, identidad y religión. Muchos no encajan del
todo en el modelo que Orwell o Huxley imaginaron, sino que combinan elementos.
Sin duda, hay lugares, como Myanmar, donde quienes ostentan el poder recurren
a técnicas que evocan inmediatamente a Orwell, con su enfoque en el miedo y la
vigilancia. Hay otros, como Dubái, que evocan con mayor facilidad a Huxley,
con su enfoque en el placer y la distracción. Sin embargo, en muchos casos
encontramos una mezcla.
Esto es especialmente evidente desde una perspectiva global. Es algo en lo que
nos especializamos como investigadores internacionales e interdisciplinarios:
un académico literario turco radicado en el Reino Unido y un historiador
cultural californiano de China, que también ha publicado sobre el Sudeste
Asiático.
Al igual que Orwell, Huxley escribió muchos libros que no eran ficción
distópica, pero su incursión en ese género se convirtió en su obra más
influyente. "Un mundo feliz" fue muy conocido durante la Guerra Fría.
En cursos y comentarios, se solía comparar con "1984" como una narrativa que
ilustraba una sociedad superficial basada en la indulgencia y el consumismo,
en contraposición al mundo orwelliano, más sombrío, de supresión del deseo y
control estricto.
Si bien es habitual abordar los dos libros a través de sus contrastes, también
pueden tratarse como obras interconectadas y entrelazadas.
Durante la Guerra Fría, algunos comentaristas consideraron que "Un Mundo
feliz" mostraba adónde podía llevar el consumismo capitalista en la era de la
televisión.
Occidente, según esta interpretación, podría convertirse en un mundo donde
autócratas como los de la novela se mantuvieran en el poder. Lo lograrían
manteniendo a la gente ocupada y dividida, felizmente distraída por el
entretenimiento y la droga "soma".
Orwell, por el contrario, parecía proporcionar una clave para desbloquear el
modo más duro de control en los países no capitalistas controlados por el
Partido Comunista, especialmente los del bloque soviético.
Control e ingeniería social
El propio Huxley en "Un mundo feliz" revisitado, un libro de no ficción que
publicó en la década de 1950, consideró importante reflexionar sobre cómo
combinar, abordar y analizar las técnicas de poder e ingeniería social
presentes en ambas novelas.
Y resulta aún más valioso combinar estos enfoques ahora, cuando el capitalismo
se ha globalizado y la ola autocrática sigue alcanzando nuevas fronteras en la
llamada era de la posverdad.
Los enfoques orwellianos, de corte duro, y huxleyanos, de corte suave, para el
control y la ingeniería social pueden combinarse, y a menudo lo hacen.
Vemos esto en países como China, donde se emplean los crudos métodos
represivos de un Estado del Gran Hermano contra la población uigur, mientras
que ciudades como Shenzhen evocan un mundo feliz.
Vemos esta mezcla de elementos distópicos en muchos países: variaciones en la
forma en que el escritor de ciencia ficción William Gibson, autor de novelas
como "Neuromancer", escribió sobre Singapur con una frase que tenía una
primera mitad suave y una segunda dura: "Disneylandia con la pena de muerte".
Este puede ser un primer paso útil para comprender mejor y quizás empezar a
buscar una manera de mejorar el problemático mundo de mediados de la década de
2020. Un mundo en el que el teléfono inteligente en el bolsillo registra tus
acciones y te ofrece un sinfín de atractivas distracciones.
*Emrah Atasoy es investigador asociado de Estudios Literarios Comparados e
Inglés e Investigador Honorario del IAS de la Universidad de Warwick.
*Jeffrey Wasserstrom es profesor de Historia China y Universal, Universidad
de California, Irvine.
Tomado de BBC News Mundo
RELACIONADOS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario