Por Inés Busquets
Existen muchas teorías y conspiraciones a la hora de pensar el inicio de la escritura en la vida de una persona: ¿es un oficio? ¿Es necesaria la academia? ¿Es algo que se elige o que lo elige a uno? ¿Es un talento? ¿Es producto de la inspiración, de las ninfas y de las diosas del Olimpo?
No se sabe, existen tantas verdades como escritores y escritoras en el mundo.
Lo cierto es que te invade, te ocupa, te desvela y hasta en cierto punto se vuelve una necesidad y una vez que eso sucede van apareciendo voces con experiencia que te van a ayudar a encontrar esa música personal. Esa idea que refuerza la teoría de que todos podemos escribir.
Las voces a veces provienen de talleres de escritura, otras de libros, de películas, documentales o de revistas, escritos desperdigados y blogs especializados en la temática.
Entonces ese compendio se convertirá en la confluencia perfecta.
De manera arbitraria voy a destacar algunos decálogos, no sin pensar que dejo afuera muchísimos más:
Ricardo Piglia en su famosa Tesis sobre el cuento, según la tradición de Poe, Chéjov y Borges nos dirá que existen dos historias:
1. Primera tesis: Un cuento siempre cuenta dos historias.
2. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario. El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.
3. Cada una de las dos historias se cuenta de modo distinto. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos esenciales de un cuento tienen doble función y son usados de manera diferente en cada una de las dos historias.
4. Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra.
5. El cuento es un relato que encierra un relato secreto. Segunda tesis: la historia secreta es la clave de la forma del cuento y de sus variantes.
Por su parte, en el libro Las clases de Hebe Uhart, Liliana Villanueva incluye un Decálogo de Hebe Uhart para los que van a escribir:
1. No hay escritor, hay personas que escriben.
2. Escribir es una artesanía, un trabajo como cualquier otro.
3. Para escribir hay que estar, como decía Chéjov, “a media rienda.”
4. La literatura está hecha de detalles.
5. El primer personaje somos nosotros mismos.
6. No importa el hecho en sí sino la repercusión del hecho en mi o en el personaje.
7. Al personaje se entra por la fisura.
8. Todo cuento tiene un “pero”. El “pero” me abre el cuento.
9. Hay que saber observar y escuchar cómo habla la gente.
10. La verdad se arma en el diálogo.
11. El adjetivo cierra, la metáfora abre.
Si hablamos de teorías conocidas e incorporadas, casi sin saber, como esta, la teoría del iceberg, de Ernest Hemingway:
“Si un escritor deja de observar está acabado. Pero no tiene que observar conscientemente ni pensar en cómo le será útil lo observado. Quizá podría pasarle al principio. Pero después todo lo que vea entrará en la gran reserva de cosas que conoce o ha visto. Por si sirve de algo, yo siempre intento escribir según la teoría del iceberg. Hay siete octavos de iceberg bajo el agua por cada parte que se muestra en la superficie. Puedes eliminar cualquier cosa que conozcas y solo fortalecerás tu iceberg. Es la parte que no se muestra. Si un escritor omite algo porque no lo conoce, hay un agujero en la historia.”
Las recomendaciones de Virginia Woolf, también forman parte de un clásico ineludible:
1. Rodearse de otros escritores y tener un método propio: Un escritor tiene que relacionarse con otros autores y recordar que no todo lo que vale es lo que escribe.
2. Escribir un diario: Woolf mantuvo un diario de forma regular durante 26 años.
3. Crear el propio camino: No debe importar lo que están haciendo los demás, uno tiene que hacer lo que quiera, como quiera y para decir lo que quiera.
4. Salir de casa.
5. Tener un lugar y un momento para escribir.
6. Parar un momento, respirar y pensar.
7. Luchar contra los demonios con la pluma: Dejar que la mente cree lo que quiere crear y no autocensurarse.
8. Escribir es una habilidad que merece ser pagada.
9. No convertirse en otra pieza de detritus literario: Hay que ser claro con uno mismo y sincero.
10. No se puede negar el talento natural.
Algunos circulan más que otros, hurgando en distintos sitios se encuentran distintas miradas para conocer los métodos de escritoras y escritores de todo el mundo. Un blog muy interesante para recomendar y fuente de donde extraje a Hemingway y a Woolf es el de Casa de letras, allí hay un compilado detallado y preciso para profundizar en el tema.
En el libro Ser escritor, Abelardo Castillo tiene un capítulo entre hilarante y certero sobre las “Bambalinas del escritor” está dirigido, a modo de texto instructivo en tono irónico, tipo test, donde describe modos para autodefinirse o no escritor:
“Si usted imagina que doscientas páginas son un trabajo literario más serio que diez, nunca escribirá un buen cuento, ni siquiera uno malo, quizá tampoco una novela.”
“Si empieza a escribir sin saber a dónde va, tal vez tenga suerte y consiga vender eso como literatura de vanguardia; si sabe a dónde va, el día menos pensado escribirá un cuento.”
“Si ve que un señor se cae en la calle y se pregunta qué hará cuando se levante, puede que usted sea novelista o incluso filósofo; un cuentista sólo piensa: ¿Por qué se cayó?”
“Si usted tiene tendencia a escribir cristal, en vez de vidrio; rostro en vez de cara; ascender, en vez de subir; o utiliza expresiones como ¡bingo!, pantaletas, carrusel, dese una vuelta por el mundo real.”
“Una palabra innecesaria puede estropear un buen cuento; una página innecesaria estropea a un buen lector.”
“Si un cuento ajeno le gusta mucho, escríbalo otra vez usted mismo: existen ejemplos ilustres.”
Roland Barthes para finalizar con esta suerte de enumeración desordenada de nociones e intuiciones que orientan y motivan a los iniciados e iniciadas en el arte de la palabra:
“Hay posibilidad de vanguardia cada vez que es el cuerpo el que escribe y no la ideología.”
“La escritura es la mano, por lo tanto, es el cuerpo: sus pulsiones, sus controles, sus ritmos, su peso, sus deslizamientos, sus complicaciones, sus huidas, en resumen, no el alma (poco importa la grafología), sino el sujeto lastrado por su deseo y su inconsciente.”
“La tarea revolucionaria de la escritura no es eliminar sino trasgredir.”
En el Grano de la voz un hermoso libro de entrevistas a Roland Barthes, un periodista le pregunta:
“Usted escribe por 'fragmentos' ¿El termino fragmento no es acaso ambiguo, al dar la impresión de que se trata de pedacitos de un todo o de pedacitos de un edifico?”
A lo que Barthes responde: “Comprendo su objeción. Pero podría contestarle de manera seria diciéndole que ese todo existe y que, efectivamente, la escritura solo es siempre el resto, en general bastante pobre y flaco, de las cosas maravillosas que todo el mundo tiene en sí. Lo que llega a la escritura son los pequeños bloques errátiles o las ruinas, si los relacionamos con un conjunto complicado y tupido. Y el problema de la escritura está allí: ¿Cómo soportar el hecho de que ese chorro que hay en mí culmine, en el mejor de los casos, en un hilito de escritura?”
El camino suele ser ambiguo y contradictorio, algo, un poco de cada decálogo o nada, solo dejarse atravesar por el lenguaje y quizá en ese resto de un todo maravilloso podamos encontrarnos, en el mejor de los casos, con ese hilito de escritura.
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