1. HOMBRE PÚBLICO
Su vida pública fue siempre exitosa. Un orador que encantaba a las masas más ignorantes. Estratega de grandes acuerdos políticos. Su genio intelectual solo era opacado por sus nefastos atropellos a los derechos humanos. Nunca se le conoció mujer, mucho menos hijos. Las malas lenguas lo describían, en secreto, como un misógino empedernido. Otros murmuraban en los pasillos de su palacio que su gusto por las mujeres se limitaba a las prostitutas. La única mujer en la que confiaba era en su sirvienta. Ella lo atendió hasta el final de su vida. El día de su muerte, le encargó que lo alistara para que nadie le pusiera un dedo encima. Le hizo jurar, junto con su militar de cabecera, que lo enterrarían con el atuendo que llevara puesto después del aseo. Ella, con tanto temor como lealtad, lo desnudó, lavó sus brazos, piernas y vulva y le puso el traje azul marino con el que pasaría toda su eternidad.
2. GRANDES LIGAS
Su sueño era llegar a ser una estrella de Grandes Ligas. Se levantaba todos los días a las cinco de la mañana. Le daba treinta vueltas a la cancha de baloncesto que había frente a su casa. Hacía cien sentadillas y ciento cincuenta pechadas. De ahí iba a su casa, se daba un buen baño y comía el desayuno anti-light de la dieta dominicana: plátano con salami. Luego se iba derechito al estadio a practicar. Su desempeño era mayor que el de sus compañeros, aunque nunca oyó un elogio. Los demás miembros del equipo no se explicaban de dónde le venía ese brillo que los quemaba de envidia. Cada juego era una tortura para ellos, un maldito encuentro con la mediocridad.