La intención es hacerle reír… ¿entendido?
LIDIANDO CON UN "TELEMERCADER"
Recibí una llamada en inglés de un "telemercader"; yo, por supuesto, le contesté en español. Me dijo, “I don’t understand”; le dije: “Para inglés, oprima el número 1”. Acto seguido oí el “clic” del teléfono que interrumpía la llamada.
POBRECITO
— Hola, Leoncio, ¿cómo estás mi hermano?
— Aquí llevándola, manita, ¿y tú?
— Más o menos… ¿por qué te veo tan apagao hermanito?
— Tiempos difíciles, sister…
— Oh, oh… lo siento mucho… dime, ¿y la muchacha esa, Lucrecia, que te tenía aficiao?…
— No, me botó, justamente el 14 de febrero, día de los enamorados
— Pero, ¿¡cómo va a ser, Leo… tan bien que trataba tú esa muchacha!?
— Ustedes son difíciles de entender, hermanita… yo me enteré que le encantaban las flores, y me le aparecí con este tremendo buquet en ese día tan especial… cuando se las entrego, yo esperaba que me iba a brincá encima y me iba a llená de besos… uuuum… cogió las flores y me las estrujó en la cara… por poco me saca un ojo…
— ¿Y qué tipo de flores le llevaste, Leo?
— Rosas rojas de satén, Made in China…
— Jajajaja… mi hermano, revísese… no somos difíciles de entender, simplemente no nos gusta lo artificial…
— Yo era pa’ que le duraran pá to’a la vida…
— Hermanito… muy buena intención, pero a nosotras nos gusta que huelan y que se les pueda echar agua, aunque duren un solo día...
TÍO PASSOLINI Y EDU
Dicen que cuando estaba enamorado de Eduviges (Edu), Tío Passolini le mandaba papelitos con declaraciones como esta: "Quisiera ser el guardián que velara tus sueños y el testigo dichoso que te viera despertar..."
DIÁLOGO DE MANSO Y MENSO
CURSO PARA EMPRENDEDORES
— Manso, ¿y qué pasó con el curso para emprendedores que me dijiste iba a coger en la universidad?
— ¡Qué va, Menso… no cogí ná!
— ¿Y qué pasó, Manso?… tú estaba muy entusiasmao con eso
— Menso, cuando pregunté cuántas empresas habían creado los que iban a impartir el curso, me dijeron que ellos ninguna, pero los que aparecían en los videos, muchísimas…
— Ayayay, Manso… ¿y entonces?
— Voy a comprar los videos, Menso; me sale más barato... y los puedo ver cuantas veces quiera…
— Jajajajaja, Manso… ¡qué emprendedor eres!
LA INDIA TRENZONA RECHAZA A OTRO CANILLA 'E PERRO
— Señorita, quisiera ser el guardián que velara sus sueños y el testigo dichoso que la viera despertar...
— Sio, atrabanco decamisao, eso e’ der tío Passolini mentao… ¿por qué será que a mí me persiguen estos copiones come gofio?
A LOS COLEGAS CALVOS
Calvos del mundo... ¡regocijaos! Y ustedes, jóvenes calvos en ciernes, no le den mente a ná. No hay razón para estresarse, pero mucho menos para llegar a los ridículos extremos a que llegó Manolito, el protagonista de esta historia. Al fin y al cabo, al menos por ahora, ¡no hay mucho que se pueda hacer, excepto pagar por un proceso de trasplante carísimo, muchas veces con resultados dudosos!
CONFESIÓN DE UN CALVO
Cuando comencé a perder el pelo, a los 30 y pico de años, la verdad es que me sentí un poco turbado, o más bien atribulado, casi acorralado y sí, muy desgraciado y disgustado. "¿Quién va a querer a un 'caco pelao'?", me decía. Me preocupaba que se rieran de mí, que mis amigos, relajaos como son, en las navidades me fueran a regalar pasta "Turtle Wax" y un paño para brillar el cuero cabelludo, o que al verme llegar me vocearan "voltéate, que me ciega el reflejo", o "¡búscame las gafas, que salió el sol!"; o, peor aún, que los mocitos me vocearan "¡caco 'e ñema!", como le había voceado yo a los de esa especie, cuando era muchacho.
Lo primero que se me ocurrió fue buscar la causa y por supuesto un remedio para contener el avance de la calvicie afrentosa que comenzó como dos inocentes entradas en la frente. "¿Será el agua caliente o alguna comida?", me preguntaba buscando respuestas y negando mi estado. Alguien sugirió que a lo mejor me habían echado algo (brujería), para joderme, y que debía ir a despojarme, bañarme en agua bendita y untarme "Agua de Florida" en forma de cruz, por lo menos tres veces al día, o darme unos cuantos zambullones en el mar, tirándome 7 veces de espalda.
En esa búsqueda desesperada llegué hasta un médico especialista quien se encargó de reventarme la burbuja de la esperanza, de una forma cruel diría yo. Me preguntó el galeno: "¿Alguno de sus abuelos era calvo?"... "sí, dóktor", le dije. "¿Su papá era calvo?"... "sí, dóktor", le contesté. "Pues de esa no se escapa... usted también será calvo", me dijo de tal forma que yo en mi decepción interpreté como festiva. Hay un par de soluciones, prosiguió: "Puede usar una peluca o un bisoñé; usar una gorra o un sombrero, o rasparse a coco". "Azaroso", pensé, "¡qué esperanza me da este matasanos!; ¡qué clase de dóktor es este?". Y, cuando yo salía de la sala del examen jurando no volverlo a ver jamás y deseándole con toda intensidad que ojalá se le cayeran todos los pelos, o que una bandada de garzas le cagara encima, sonrió y me dijo: "Si es de algún consuelo; la calvicie la asocian con la virilidad", lo cual me infló el pecho como a un pavo e infligió en mí un sentimiento de culpabilidad que me incitó a recoger todo lo malo que le había deseado y pedir que todas las vírgenes y los ángeles del cielo y el mero Jesús lo protegieran y lo libraran hasta de gripes. Pero ese destello de alegría no duró mucho.
Mis amigos y familiares notaron mi desaliento y las sugerencias y recetas, sin dudas todas bien intencionadas, no tardaron en llegar como ráfaga de fusil.
"Frótate la cabeza con papel de periódico", sugirió un amigo, a lo que otro contestó: "eso no trabaja ná; si eso hiciera crecer el pelo, yo tuviera un afro allá abajo". Mala idea; la rechacé. Otros me decían "pásate baba de becerro", o "leche materna", o "semen de chivo virgen", y alguno hasta llegó a sugerirme, creo que burlándose de mi infortunio: "frótate la cabeza con fete de gallina; dicen que es lo único"; y aún otro me recomendó frotarme con boñigas de murciélagos acabaditas de ser evacuadas.
La desesperación me llevó a comprarme una peluca que me recordaba a alguna película en que un bandido asaltaba un banco con un "pantyhose" en la cabeza, solo que mi disfraz no cubría la cara. La peluquita que mi mujer bautizó como la "flor de citongo" porque según ella era como una erupción de mierda en medio de un desierto, me quedaba muy bien ajustadita. Recuerdo que me encasqueté mi rejuvenecedora "flor" y salimos mi mujer y yo para una fiesta de Félix del Rosario. ¡Imagínese usted las miradas y las risas de mis amigos al verme con aquello en la cabeza!, lo cual fue poco comparado a las de los desconocidos que primero me vieron con la peluca puesta y después sin ella, pues en mitad de la fiesta se me metió una picazón del diablo en la cabeza y un sudor copioso desesperante que no me dejaba tranquilo. Tuve que decirle adiós a la "flor de citongo". A la salida de la fiesta se la regalé al portero del bar quien a lo mejor vio la oportunidad de hacer un par de pesos en Halloween o llevársela como primicia a algún amigo o familiar.
Pasó el tiempo, la ciencia había avanzado, y aparecieron unos espráis que te tapaban los sitios desiertos de la cabeza y daban la apariencia de que tenías cabellos. Pero no, Manolito no iba a caer en esa ridiculez.
Lo que sí me llamó la atención fue un anuncio que vi en la TV. En este, después de una india exuberante en curvas retocarte la calva, te ponían una crema blanca y sobre ella una especie de esterilla con cabellos y después te recortaban y quedabas de lo más mono. Me sometí al tratamiento y por primera vez después de que comenzó la tortura de ir perdiendo el pelo me sentí a gusto: me veía más joven y hasta podía lavarme la cabeza, que, dicho sea de paso, era una bendición pues a veces, si uno se descuidaba, con el sudor despedías un desagradable aroma a pollo con moquillo.
Todo iba de maravillas, pero en uno de esos veranos calurosos y húmedos, parece que se calentó la crema que sostenía la lámina del cabello y comenzó esa pollina a bailar y a salirse de sitio; entonces, camino a la estilista que la colocó y me la iba a ajustar, casi frente a su negocio, estornudé y se me cayó la cabellera a la cuneta; miré para todos lados y vi lo que parecía ser el personal completo de todas las tiendas alrededor parado en las vidrieras sin poder aguantar la risa. Nada, me armé de valor, cogí mis cabellos del suelo y entré al salón entre aplausos y vítores de peluqueros y clientes, que para darme ánimo me hacían creer que sufrían mi vergüenza. Arreglado esto, como a los seis meses, en otro día caluroso de verano parece que la crema se derritió de nuevo, y mientras observaba un desfile con la familia, vino la brisa y me levantó la esterilla esa, ¡fua!... parecía yo una cacatúa con su penacho levantao... y to'el mundo comenzó a reírse... ¡y ese fue el final de ese adorno ridículo!
Hoy, mucho tiempo después de haber renunciado a mi empeño de querer combatir la naturaleza por vanidad e inseguridad, aunque cuando me lavo la cara debo trepar a la cúspide de la cabeza y seguir lavando hasta llegar detrás del pescuezo, exhibo mi cabeza como una bola de billar, con felicidad y orgullo... ¡y el mundo nunca llegó a su fin!
EL MUERTO VIVO
Llegó la mujer a casa y dijo al esposo: “Acabo de recibir varios pésames por tu muerte… parece que se ha regado en el pueblo que moriste anoche…”
— ¿Y qué les dijiste?
— Les di las gracias y me fajé a llorar de manera inconsolable...
— ¡¿Cómo?!
— Verás la sorpresa que se llevarán los cabrones cuando sepan que estás vivito y coleando…
— Sí, sí… van a creer que soy una aparición… eres una bruja mala y genial… I love you.
— Lo único jodón es que hubo algunos a quienes tú les debes dinero que dijeron que te perdonaban tus deudas…
NADA QUE LE LLAMARA LA ATENCIÓN AFUERA
Divagaba libre entre lo que los observadores especializados habían etiquetado como ilusión y realidad. Para ella no había distinción. Al final rompió definitivamente los lazos que la ataban a la feúra de lo exterior y se enclaustró en sí misma.
LAS METAS
"Proponernos metas", decía tío Passolini, "no es más que la segmentación de un camino que por ser tan extenso, considerar caminarlo en toda su magnitud desde donde estamos, nos resulta abrumador; así, un segmento puede acabar, pero el camino sigue y con él los demás segmentos."
CUÍDATE DE TUS FIERAS
En un abrir y cerrar de ojos, muerto el cuidador, se encontró el don acorralado por la fiera que bajo su comando había desmembrado a tantos de sus enemigos.
BIENVENIDO, CHICHO
El mulato Chicho tocó la puerta de la casa que hacía mucho tiempo había abandonado con mujer e hijos.
—Maaa, te busca un tal Chicho —voceó el jovencito.
Entonces, desde el interior de la vivienda se oyó una voz ronca de mujer que ordenaba…
—¡máááátaaaalo! …
Cuando sonó el primer disparo, ya Chicho había doblado la esquina.
DIÁLOGO DE MANSO Y MENSO
LA ESTACIÓN ESPACIAL INTERNACIONAL Y EL PARAÍSO
— Menso, parece que en la Estación Espacial Internacional están teniendo problemas…
— ¿Cómo así, Manso?
— Según un informe clasificado de la NASA que se coló, los astronautas por los últimos años han tenido muchísimos visitantes extraños que piden que los dejen entrar, creyendo que la estación es el paraíso…
— Vaya jablador, muñeco hereje sin eje…
— ¿Tú crees que es mentira, Menso? Según el Daily Flatearth, que trae la noticia, a uno de los astronautas hubo que sacarlo casi con urgencia de la estación porque vio cuando una vaina vestida de negro, parecida a Darth Vader, agarraba a los intrusos y los metía en una nave y se los llevaba al purgatorio, de donde habían escapado… dicen que el susto convirtió al astronauta en un inútil que ná má quería estar en posición fetal y se negaba a abrir los ojos… tuvieron que enviarlo a la tierra en el primer shuttle disponible…
— Ayayay… ¿y cómo saben que se habían escapado del purgatorio, Manso?
— Menso, porque la nave, grandísima, tenía un letrero que decía: “Purgatorium Poliziotto”.
— Mamma Mia, ¿y qué e’ jeto, Meu Deus?
— Oye la mejor parte, Menso. Dicen que uno de los astronautas, con una actitud valiente y una frase heroica que todavía retumba en los espacios siderales y hace eco en la Tierra, logró asustar a las almas errantes enseñándoles un extinguidor de fuego y gritándoles “¡No hay cama pa' tanta gente!”, como decía Celia Cruz… y desde entonces así las mantienen alejadas... Menso, a nadie se le ocurrió pensar que la EEI estuviera en las inmediaciones del paraíso…
— Ahí tienen los que viven repartiendo su veneno de que el paraíso ej un invento de la mente humana… yo te creo, Manso… ¡Aleluya! ¡Demos gracias, Mansito! ¡Amén!
— Espera, espera, Menso mensuado, no es pa' que te emociones ni vayas a tener un orgasmo... déjate de salivadas pendejas... lo que conté también es un invento de la mente humana...
Isaías Medina
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