martes, 17 de julio de 2018

EXTRACTOS Y FRAGMENTOS DE HISTORIAS Y OPINIONES - 3

Fragmento del artículo Hacia Bizancio, por Javier Marías en El País Semanal

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Esa desaparición final de los saberes —la difusa conciencia de que eso sucederá tarde o temprano— creo que es lo que lleva a muchos miembros de la sociedad actual a no intentar ni siquiera adquirirlos.

Para qué tanto esfuerzo, debe de pensar hoy la mayoría de la gente, cuando los “datos” están ahí, al alcance de unos pocos clics, en caso de necesidad. Para qué asumir o asimilar, como hicieron Norwich y tantos otros, la complicadísima y entera historia de Bizancio, o de Venecia, o del Papado.

Ya se ve que las personas pueden atravesar tranquilamente la tierra ignorándolo todo, desde lo ocurrido en el mundo antes de su llegada hasta lo pensado por los filósofos y los escritores; desde quién fue Newton hasta qué fue Lo que el viento se llevó; qué enseñó Platón y cómo cantó Elvis Presley, hoy se borra todo con suma facilidad.

A los gobernantes no parece importarles un planeta lleno de analfa­betos virtuales y de ignorantes profundos. Al contrario, lo propician por todos los medios, con unos planes de educación cada vez más “lúdicos” y más lelos, en los que se prima lo estrictamente contemporáneo, es decir, lo efímero y fugaz, lo obligatoriamente sin peso ni poso, lo forzosamente necio y superficial.

Hace ya décadas que se crean sujetos para los que el mundo empieza con su nacimiento, a los que les trae sin cuidado saber por qué somos como somos y qué nos ha traído hasta aquí; qué hicieron nuestros antepasados y qué pensaron las mejores mentes que nos precedieron. Para colmo, se ha convencido a estos cerebros de conejo de que son “la generación mejor preparada de la historia”, cuando probablemente constituyan la peor, con frecuencia primitivos atiborrados de información superflua y sólo práctica.

Pero ochenta y ocho años son muchos, y no todos pueden pasarse en la inopia, la autocomplacencia y el desconocimiento, si queremos abrirnos paso y enterarnos de algo. Pensar que total para qué, si un día todo desaparecerá, es tan absurdo como no afanarse en ganar dinero (y bien que se afana la gente en eso), dado que tampoco nos lo podremos llevar a la tumba, o que tan sólo necesitaremos una moneda para remunerar al barquero, cuando tal vez zarpemos hacia Bizancio en la travesía final.

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