A Yisel Arias
Por Randolfo Ariostto Jiménez
Autopista de la noche a medio girón de alba resopla un alarido atiborrado de verde. La danza de los astros se agita pulmón adentro revoloteo de alas carrera desenfrenada en loco estupor de cirros.
El viento del invierno regresa de herir tu alcoba los pechos de las horas procesionan cabizbajos malolientes palpituras sobre el indulto del verso.
Recalentabas tu cintura en la mesita de noche como entornando los ojos para esconder cada abrojo sendero de mil lagartos donde tendías las alas.
Tu piel se llenó de gente hasta taparte los poros gente saltando en tus hombros o cayendo en toboganes si es que tendías las manos. Un océano en tu voz para entender tanto cielo y tan solo un corazón y para colmo de humanos.
Entiendo que eras de afuera, se lo perdieron los diarios el vulgo ni se enteró, tu alma untada de sol cantando añejas vivencias con esas cosas de un tiempo que tal vez no haya existido.
Los quicios de las casas en ti se avivan de llanto, el calzo de la tarde cimbra en lagar de agruras pájaros del día anochecidos de golpe. Sin cielo caer sin cielo las madreperlas del campo se alimonan en silencio los duermevela del genio.
Salto de ángel proscrito recién quitado del mundo cuánta inclemencia desnuda sobre un desierto tan largo. Te vas y ves que te vas a Dios qué diablos lo entiende.
Vestías de gaita y salterio en tu sabana de espinos de metalurgia hierática estrofa de himno sin nombre de esos que aquí no se cantan paisaje desconocido que solo soñar soñamos.
Ventana abierta a la lluvia se expande en el camposanto viento de la represa reperperando tu ausencia saltando sobre el ganado instinto de mariposa empelotado en los mangos el pasto recorre el valle para anudarse en tus manos sin tanto con que decirte con tanto de ti volando íntimamente volando.
Vienes de tour infinito insospechada en mi agenda no sé si duele allí arriba si el sol ensombra allábajo si se abre paso la voz escudriñando tu boca. Dónde escondiste las fuerzas que nunca dejaste libre.
Un largo viene dormido siempre en tu cara de espejo enraridando ternuras aquellas alas de garzas y las corolas de acero que adoquinaban tus ojos o la erupción de tu adiós hecha de un siglo sin aire.
Cómo cazabas la luna con tanta sangre inclemente amiga cometa amiga las autopistas del miedo enflaquecían a tu paso amiga paloma amiga con un solo corazón.
La fosa extendió los brazos a medio pie de la gloria noche caída de bruces con un bostezo de puerta legiones pintarrajeadas tan sudorosas de júbilo ladera de la pendiente donde escondiste tu llanto.
La muerte con traje blanco aplaude tu pandereta criaturas de nombre gótico gimoteantes de emoción osamentas almidonadas girando sus ula ula viento desnudo y largo embelesado en tu adiós.
Ya no pudiste marcharte si el mundo se ve en tus ojos el sol se hizo tu hermano anclados por ti en el cielo rebullen los arcoíris como esas flores silvestres que solo saben nacer.
El 21 de diciembre de 2018 se cumplieron 8 años de la muerte de Yisel del Carmen Arias Vargas.
Este artículo fue publicado originalmente el viernes, 4 de febrero de 2011, en Mao en el Corazón.
viernes, 21 de diciembre de 2018
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