Obra de Pedro Espinal
Comentario breve por Randolfo Ariostto Jiménez
Dedico al dilecto escritor y culturólogo Isaías Medina y presento a la comunidad poética internacional, la exquisita obra del poeta Pedro Espinal, oriundo de República Dominicana —porque el gentilicio de los poetas está circunscrito a la etimología del mundo—, el poemario La voz que han visto mis ojos. Obra bucólica de realismo filosófico, que evoca a los grandes realistas al estilo de Gógol en narrativa, y Parra, con ese aire terrestre de Neruda y el aire afluente del Huidobro de Temblor de cielo. Se cuida del adjetivo sin ofender la sana descripción, muestra de respeto a sí mismo, compromiso con las verdades universales que afloran de sus palabras. No hay ficción, fuera del arrebol estético, tal cadencia en el relevo de los versos cortos y largos, propio de los maestros del género, la capacidad en pocas latitudes degustable, de hablar las cosas, de hablar el arte, de extraer el magma poético al cortinaje cotidiano. Para muestra, un par de botones.
Confusión
Chuang Tzu soñó que era una mariposa.
Al despertar ignoraba si era Tzu que
había soñado que era una mariposa
o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
Aún no sé si soñé contigo o desperté en ti.
Sé que rondaste entre mis brazos,
y busqué en mi almohada tu perfume.
Posé mis manos en tu cintura
y creí tocar el arte de la vida:
Tu cuerpo esculpió
una hoguera entre mis manos.
Y miré el respiro de tus ojos,
el sueño lento y dilatado de tu sonrisa.
Perdí el orden de los elementos
atrapados en mis antojos de ti.
Y como Chuang Tzu me pregunté
si estás aquí. Pero si tú me sueñas
¿Cómo puedo acariciar tu sonrisa?
¿Qué hacer para sentirte en mi pecho?
Aún despierto no sé si soñé,
si te hiciste real en mí
o me dejaste sin remedio. (Págs., 42-43)
Su filosofía cual Foucault de barro acendrado, por provenir del alba de los bellos atardeces, como describo esa diversidad fáunica y florida con que Sabaneta vigoriza el panorama liniero, es la filosofía de un hombre consciente del papel de la mujer en su retahíla de pasos por la galaxia que nos nubla, briznas de espiritualidad, sensualidad ardiente, la multiplicidad de sentidos necesaria para el hervor poético sin claudicar en lamento melifluo.
Disipación del tiempo (Fragmento)
“¿Qué será de mis coyunturas,
Esas que se movieron al sonido
De un ritmo encantado?
¿Qué será de mis costillas,
Las que me hacen recordar
La clonación de Eva?
Perdón, huesos de tus huesos.”(Pg., 65.)
De su fervor por develar el edificio de amor que construyera su padre en el íncipit de su poética, nos llegaron poemas recopilados del progenitor, que abarcará otra entrega, pero nada más nos había llegado al momento de desempolvar la magia nibelunga, esta fuerza de demiurgo ungida de gracias y alegría como el Yaque, tal sonrisa de Ereto en cada palabra, o cual Salomón, que solo exige sabiduría estética para sus cantares de amor.
Con mi padre
“¡Te volviste luz que canta!” (Pág.19)
Su fidelidad consciente hacia la transparencia, que le permiten urdir imágenes que por límpidas rayan lo etéreo, el control de la palabra, domeñada a su antojo para llegar al alma, más que la retórica, lo convierten en una voz fresca, que valoro con justa presencia, parado ante el entramado de su deleitante poética.
Bienvenido al parnaso de la poesía nacional.
Temprana adicción (Fragmento)
“Y cuando te diste a las palabras,
Sentí el peso de cada una,
El perfecto dominio, la madurez del hacer.
Al levantarte, vi gracia en tu caminar seguro,
En el candor de lo firme. (Pg.37)
Esperanza, Valverde
11 de Diciembre del 2018
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