jueves, 18 de mayo de 2023

JUAN RULFO: "NO SOY UN ESCRITOR PROFESIONAL"

Entrevista por José Emilio Pacheco 

[Nota: El 20 de julio de 1959, en el suplemento 'México en la Cultura' de 'Novedades', apareció un "compendio del pensamiento" de Juan Rulfo realizado por José Emilio Pacheco, que él presentó de esta manera: "Las líneas que prosiguen no son fieles a la letra, pero sí al espíritu del autor; no son una versión taquigráfica (...) son, en suma, aspectos de las creencias de Juan Rulfo sobre su oficio, sobre su tiempo, sobre sus compañeros." ~ Veintidós años más tarde, el mismo Pacheco recordó, en las páginas del suplemento ‘Sábado’, el regaño que le propinó Fernando Benítez por ese “compendio” del autor de ‘Pedro Páramo: “Nunca he sentido tanta timidez como cuando llegué, por generosidad de Carlos Fuentes, a ‘México en la Cultura’ y el intimidante señor Benítez me dijo: ‘No enmohezca su pluma en el trivial ejercicio de las notitas bibliográficas. Vaya a hacerme un reportaje sobre la gente que están expulsando de Nonoalco-Tlatelolco para levantar una monstruosa unidad habitacional. Entreviste a Juan Rulfo. Haga algo vivo. No sea un parásito de los libros ajenos.’ El reportaje —prosigue Pacheco— fue un desastre y terminó en la basura. La entrevista me salió peor y sin embargo se compadeció Gastón García Cantú y la publicó y allí está afrentándome en cada bibliografía de Juan Rulfo. Volví para escuchar el veredicto del señor Benítez: ‘¿Qué le ha hecho Rulfo, jovencito? Es la entrevista más infame que he leído en mi vida.’ Y entonces, con la solidaridad entre los tímidos, Vicente Rojo, que diagramaba muy rápido y muy serio con su mano izquierda, alzó la cabeza y dijo: ‘Que nos traiga las notas bibliográficas.’ Así pues, lo primero que debo a Rojo es mi actividad de periodista literario que ya se ha prolongado más de veinte años, casi el doble de lo que suele durar en este país.” ~ Ofrecemos entonces la segunda parte de ese largo texto, centrada en las palabras de Rulfo.]

• La vocación • 
Elegí la ficción porque creo que en un escritor lo importante es su poder imaginativo. La fuerza de la imaginación es tan poderosa que puede condicionar los hechos reales. Uno de mis deleites preferidos me lo ha brindado la escuela alemana y nórdica de principios de siglo que creó una realidad y una perspectiva espacial basadas en el vuelo de la imaginación.

He leído y releído a Franz Emil Sillanpää, a Bjornstjerne Bjorson, a Gerhart Hauptmann y al primer Knut Hamsun. Encontré en ellos los cimientos de mi fe literaria. Sucesor de aquellos, “heredero de su manera de soñar” como dice Borges, es Halldór Laxness. Mucho antes de que le dieran el premio Nobel en 1955, Fernando Benítez y yo nos interesamos por él e hicimos que se conocieran en México sus novelas. Laxness reconstruye la epopeya islandesa, crea el Kalevala de nuestros días.

• Nuestra literatura •
En México se está formando una literatura regional que poco a poco finca las bases de una gran literatura nacional. Por ejemplo, mientras en Inglaterra la herencia nórdica tomaba otro sesgo y avanzaba hacia lo futuro en vez de explorar la historia, en los Estados Unidos había una gran generación de novelistas que se adentraban en la angustia del alma. En consecuencia, nos enseñaron a ahondar más en el ser humano.

La grandeza de la literatura norteamericana proviene del localismo. La crítica moderna suele denostar esa tendencia, pero los ataques se invalidan si se piensa que Balzac tomó sus temas de las aldeas francesas; Tolstoi, de su pequeña parte de la Rusia estremecida por la invasión napoleónica. Sus obras nos importan porque ambos crearon una dimensión que deshace las fronteras del tiempo, el idioma y las costumbres. Es el caso de Ole Edvart Rölvaag, en su trilogía: 'Giants in the Earth', 'Peder Victorious', 'Their Father’s God', Rölvaag describe la lucha de los noruegos que colonizaron el oeste norteamericano. Sus problemas son los mismos de cualquier conquistador que incursiona en tierras desconocidas.

Hay que temerles a las novelas que se empeñan en darnos un mensaje. “Mensaje” ha llegado a ser una palabra enfadosa. Toda obra que tiene un punto de vista nos lo comunica porque toda obra es el total de la vida de un ser humano.

Como ejemplo, me parece válido citar a tres novelistas distintos y lejanos que saben ser rebeldes y negar valores todavía sagrados para sus contemporáneos: en un país tan nacionalista como Francia, Jean Giono se opone al sentimiento patriótico y niega que exista Francia. Henry Miller aprovecha cada línea para despotricar contra los Estados Unidos, no con la ironía social de Sinclair Lewis, Erskine Caldwell o William Styron, sino con un repudio total a su circunstancia humana. Vsevolod Ivanov, escritor tártaro, desprestigia a sus antecesores. Esta actitud edípica representa la inconformidad con un pasado inerte y la posición de buena parte de la humanidad contemporánea.

• La obra personal •
Mis amigos preguntan por qué no escribo en vez de leer. He llegado a la conclusión de que existen demasiadas lecturas. Además, quiero aprender a escribir leyendo. El éxito de mis libros en el extranjero puede tener resonancia para los lectores de otras lenguas: a mí ya no me importa. Para el autor un libro publicado es una cosa liquidada. El trabajo real son los nuevos proyectos.

He escrito meros intentos de aficionado. No soy un escritor profesional. Para mí el único oficio es el de vivir. La literatura es un pasatiempo que comparto con mi otra gran afición, la fotografía. A veces siento ganas de salir al campo con mi cámara; otras, de quedarme en casa leyendo. Algunas noches, muy pocas, me encierro a escribir, siempre a mano.

El escritor no debe desvelarse por tener un oficio. El oficio es para los carpinteros. Si el escritor lo adquiere ganará en artesanía lo que pierda en autenticidad. No se puede escribir una novela cada tres meses a riesgo de publicar muchos bodrios. Pero si la obra es buena cada quien puede escribir como quiera y cuanto quiera.

Trabajo en 'El gallo de oro', novela inédita que convertí en guión de una película que producirá Manuel Barbachano Ponce. El género no me interesa. Hace tres años el cine asesinó mi cuento “Talpa”, lo despedazó en una película abominable. La posición ideal de un escritor ante el cine es la del gran escritor cubano Alejo Carpentier. Vendió al cine sus tres novelas, 'El reino de este mundo', 'Los pasos perdidos', 'El acoso', y se encargó de la supervisión. Así la obra queda en libro y pasa a un público vastísimo mediante imágenes que el propio autor ha vigilado.

• La novela de hoy •
La literatura mexicana está gritando en una esquina: ¿Para qué hablamos de ella? Que opinen los críticos impregnados de letras, a mí déjenme en paz. La propaganda y la inmerecida gritería han provocado desorientación. En vez de educar al posible público se le da un concepto erróneo de lo que es nuestro arte. La fórmula de los novelistas recientes es sexo y violencia, como en todo bestseller.

Está muy bien que los periodistas vendan sus libros y el pueblo los lea, pero reconozcamos que escriben todo menos literatura. La literatura no es, como creen algunos, un elemento de distracción. En ella hay que buscar la certeza de un mundo que las restricciones nos han vedado. El conocimiento de la humanidad puede obtenerse gracias a los libros; mediante ellos es posible saber cómo viven y actúan otros seres humanos que al fin y al cabo tienen los mismos goces y sufrimientos que nosotros.

Hay novelistas que leemos por las sensaciones que nos dejan. En apariencia sus libros no contienen ningún ensayo filosófico, en lo que se distinguen de Thomas Mann o de Aldous Huxley, pero nos dan una imagen cabal del ser humano.

No puedo juzgar quién es mejor en México. Admiro a Martín Luis Guzmán y a Mariano Azuela. El tiempo acrecentará el valor de Agustín Yáñez. Hace poco hice una lista, una antología personal, de los mejores cuentos que se han escrito en México. Figuran en mi inventario Jorge Ferretis, Gregorio López y Fuentes, Juan de la Cabada, José Revueltas, Edmundo Valadés, José Vasconcelos, Ricardo Cortés Tamayo, Cipriano Campos Alatorre, José Alvarado, Gastón García Cantú, Rafael F. Muñoz, Luis Córdoba, Juan José Arreola, Julio Torri, Carlos Fuentes y Efrén Hernández. Entre los nuevos escritores incluyo a Sergio Galindo, Carlos Valdés, Tomás Mojarro y Emma Dolujanoff. En fin, son más de treinta escritores, cada cual con uno o dos cuentos.

• El lector •
La sola enumeración de mis preferencias me llevaría muchas horas. Leo tanto y tan desordenadamente que por eso no aprendo. Antes de tomar la pluma abro un libro de Hamsun. Su lectura me baja a la tierra, me vuelve al origen. Hay muchas obras que me gustaría haber escrito, pero sobre todo una: 'Derboranza', del gran narrador suizo Charles-Ferninand Ramuz, tan despreciado y tan desconocido. ~
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D. R. ©️ Herederos de José Emilio Pacheco.

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