Un gallo, parado sobre su percha, conversaba tranquilamente con un zorro.
— Mi querido amigo gallo —dijo el astuto zorro—. ¿Qué haces ahí arriba? Así no podemos hablar cómodos. ¿Por qué no bajas?
— Muy sencillo —contestó el gallo, que era directo y sincero—. No me gustaría que me atraparas y me comieras.
— ¿Comerte yo? No me ofendas, amigo. ¿Es que no lo sabes? Estamos viviendo un momento importantísimo en la historia del universo: ha comenzado una gran tregua para todos los seres vivos. Los animales hemos decidido firmar la paz y que ya no haya guerra entre nosotros. Nada de comerse, matarse, ni perseguirse.
— Me alegro muchísimo —dijo el gallo—. Sobre todo por ti. Porque desde esta altura puedo ver que viene hacia aquí una jauría de perros cazadores. Se los ve feroces y hambrientos. ¡Qué suerte que hay tregua!
— En ese caso, creo que me despido, mi buen amigo —dijo el zorro, echando a correr.
— Pero mi querido zorro, si estábamos conversando, ¿de qué huyes? ¡Puedes volver! ¿Acaso no hay una tregua universal y todos los animales estamos en paz?
El zorro volvió la cabeza para contestar.
— Se me ocurrió de pronto que quizá los perros no lo sepan —contestó, sin dejar de correr lo más rápido que pudo.
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