"Querido Juan:
Por vía secreta y apresurada te envío estas líneas con el amistoso propósito
de ponerte en guardia. El tortuoso fabricante de poemas, y seductor diplomado
que lleva, con vanidad incomprensible, el nombre de Félix Grande, sujeto que
hace años destronó, creo que para siempre, mi dichosa tranquilidad, tan
apartada del mundo literario, se propone hoy hacer lo mismo contigo.
Por infidencias muy bien pagadas he podido enterarme de que los Cuadernos
Hispanoamericanos están preparando sigilosa y traicioneramente un número
monográfico dedicado a mi persona y a ese silencio que mantienes misterioso.
Todos los corruptos colaboradores que logre sobornar Félix Grande para cumplir
su incalificable propósito, no solo se preguntarán por qué Juan Rulfo no ha
escrito más que "Pedro Páramo" y "El llano en llamas" y mucho me temo que
abunden seudosagaces investigadores que den respuestas a tal fenómeno.
En apariencia y para todo el mundo lector, que una revista cultural y sobre
todo cuando tiene el prestigio de Cuadernos Hispanoamericanos dedique un
número monográfico a Juan o a Pedro significa un homenaje, un reconocimiento
de los valores literarios del monografiado. Pero la verdad es que el lector,
pasando páginas, comprueba que absolutamente todos los colaboradores, en
¡nocente conjura, sólo escriben, unos tras otros, sobre el mismo tema, acaba
por odiar al así homenajeado. Esto se llama saturación, puñalada a traición.
Porque ni siquiera se consulta al infeliz, victimado y tanto da que haya
muerto o continúe respirando. En cualquiera de esas circunstancias le está
vedada la defensa y sus lectores, enfermos de resaca, jamás volverán a leerlo.
Espero que por esta vez sepas callarte, hacer un esfuerzo para no contestar
cartas, huir de reportajes y de cualquier otra forma de publicidad. Hay un
silencio aunque mucho te cueste y permanece quieto en tu rinconcito mejicano
donde le dedicas a lograr la felicidad indígena.
Yo, por mi parte, dando satisfacción al legítimo deseo de molestar, molestias
que fortifican la amistad, te abrazo y te pregunto por enésima vez:
-Querido Juan, ¿hay Cordillera?
Y tú contestarás que no, también por enésima vez y seguirás embriagándote con
la inmortal coca-cola, orgullo legítimo de la cultura yanqui.
Con el viejo cariño de siempre,
Juan Carlos Onetti
Madrid. 20 de mayo de 1985"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario