sábado, 27 de mayo de 2023

¿DE QUÉ ME SERVIRÍA UNA MEMORIA PERFECTA?

 Como le iba diciendo...

A veces quisiera poseer una supermemoria, para no tener que consumirme en la frustración (cada día más frecuente) de no poder recordar dónde puse las llaves del carro o cómo se llama esa persona cuyo nombre tengo en la punta de la lengua, etc. Pero, ¿cuán buena me gustaría que fuera mi memoria? ¿Quiero una memoria perfecta? ¿Me haría eso un mejor ser humano, más completo, mucho más feliz?

Recientemente volví a leer el cuento “Funes, el memorioso”, de Jorge Luis Borges, que relata la historia de Ireneo Funes, un joven con una memoria infalible, incapaz de olvidar, que para él es como una maldición, pues Funes no puede distinguir entre lo trivial y lo importante, lo que le impide priorizar, generalizar y hasta dormir. Definitivamente, la memoria de Funes, que muere a los 21 años (aunque no de un cerebro recargado e hinchado, sino de una congestión pulmonar) es demasiado buena; y para él, causa de tortura. 

Quizás, como dice Borges en su relato, es olvidar, no recordar, lo que en esencia nos hace humanos. Para que el mundo tenga sentido, debemos tener la capacidad de poder tamizarlo, de filtrar su contenido. A pesar de sus proezas memorísticas, según Borges, es posible que Funes fuera incapaz de pensar. “Pensar”, concluye Borges, “es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.

En conclusión, después de todo, no quisiera ser como Funes. Ni, por extensión, como Midas. Y otra vez, la zorra tiene razón.

Miniensayo por Isaías Ferreira Medina

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