viernes, 15 de diciembre de 2023

DIÁLOGOS LITERARIOS

Ideas que debes tener en cuenta al escribir diálogos

El diálogo es uno de los recursos con los que el escritor cuenta para componer su obra. Es un recurso poderoso, ya que durante el diálogo el narrador calla y son los personajes quienes se expresan de manera directa. El lector escucha entonces sus voces sin apenas intermediación y, puesto que los personajes son los que dan vida a la acción y encarnan la historia, saber escribir diálogos resulta fundamental.

El diálogo es entonces un recurso importante, y conviene usarlo bien. Eso no significa sin embargo que deba usarse siempre: hay que aprender a distinguir cuándo conviene usarlo y cuándo conviene dejar hablar al narrador. De igual manera, hay ciertas ideas respecto a escribir diálogos sobre las que conviene reflexionar para matizarlas.

Vamos a repasar algunos aspectos relacionados con el diálogo que te pueden interesar al escribir los tuyos

El diálogo debe tener una función

Lo primero que debes tener claro al escribir diálogos es que estos han de tener una función, una finalidad. Los diálogos, como cualquier otra parte de una obra literaria, no son relleno, sino que tienen que cumplir un propósito.

Las funciones del diálogo son varias, puedes usarlo para desvelar rasgos del personaje, como su estado de ánimo o su carácter, hacer avanzar la trama o mantener la atención del lector. Veámoslas una a una.

Desvelar rasgos del personaje

El diálogo es la expresión viva de los personajes, puesto que les dota de voz. Funciona por tanto como una útil herramienta de caracterización. En consecuencia, debes cuidar de que cada personaje refleje en sus frases sus sentimientos y motivaciones, su estado de ánimo y su carácter.

Seguro que ya sabes que dos personajes que no se parecen en nada no pueden hablar y expresarse de la misma forma. La edad del personaje, su lugar de origen, su nivel de estudios, su profesión, su clase social… todo ello influirá en su forma de expresarse.

Pero el diálogo entre dos personajes también estará marcado por la relación entre ellos: tu personaje no hablará igual si está con su jefe que si está con su novia. Por eso es importante, en el momento de construir personajes, plantear también las relaciones entre ellos: jerarquías, afinidades, rivalidades…

Hemos dicho que el diálogo sirve también para expresar los sentimientos o estados de ánimo de un personaje. En su diálogo, el personaje puede reflejar ironía, rabia, tristeza, etc. No obstante, también debes tener presente que un diálogo responde más a una motivación que a una emoción. Es decir, el que una persona esté triste no determina necesariamente su diálogo, ya que puede que el personaje persiga precisamente ocultar su tristeza. Presta atención por tanto a cuál es la verdadera motivación de tus personajes mientras hablan.

Por otro lado, y aunque el diálogo es una excelente herramienta de caracterización de los personajes, no es la única, no te bases solo en él. Por vivaces que sean tus diálogos y por mucho que te esfuerces en que cada personaje tenga su propia voz, los personajes de tu obra no adquirirán cuerpo y dimensión ante el lector si no cuidas además otras formas de caracterización, como las que te contamos en este otro artículo.

Hacer avanzar la trama

En las obras de escritores noveles es común encontrarse con diálogos que no aportan nada al desarrollo de la trama. Sin embargo, el diálogo siempre debe tener una función y tal vez la más importante sea hacer avanzar la trama.

Por supuesto, proporcionar información sobre los personajes, contribuir a caracterizarlos, también es una forma de hacer avanzar la trama. El lector tiene que conocer cómo es el personaje para comprender sus reacciones, decisiones y acciones. Y ya hemos visto que los diálogos son una manera de revelar al personaje. Ahora bien, un buen diálogo también puede (debe) tener como objetivo proporcionar información que contribuya al desarrollo de la acción.

En un diálogo se deberían aportar datos e informaciones necesarios para que la trama avance y la historia siga desarrollándose. Gracias a lo que dice o le dicen en un diálogo el personaje se verá empujado a actuar, a mover ficha, cambiará sus ideas o sus creencias y todo ello contribuirá a que la acción progrese.

Mantener la atención del lector

Escribir diálogos es también un magnífico recurso para mantener la atención del lector. No solo porque, como acabamos de ver, el diálogo sirva para caracterizar al personaje al tiempo que permite que se exprese de primera mano; o porque proporcione información que haga avanzar la trama. El diálogo logra mantener la atención también por una mera cuestión de su disposición en la página.

En la página de un libro hay grandes bloques de texto ocupadas por la narración: el narrador cuenta, describe, va relatando la historia, en suma. En medio de esos párrafos compactos aparece el texto aireado de un diálogo, las rayas marcan una sucesión de párrafos por lo general más cortos. Simplemente ese cambio en la disposición de la página sirve para llamar la atención del lector, que se dice: «Ajá, hablan los personajes, a ver qué se tienen que decir».

Por eso no conviene defraudar al lector con un diálogo banal, sin verdadera función, que no haga avanzar la acción. Has conseguido captar la atención de tu lector, no desperdicies el momento.

Sin embargo, como imaginas, esta llamada tipográfica de atención no funciona si abusas del diálogo en tu novela. Si toda tu novela se basa en el diálogo, serán las incursiones del narrador las que llamen la atención del lector, pues serán ellas las que supongan un cambio en la composición de la página.

Por eso no conviene abusar de los diálogos.

No abuses del diálogo

Al escribir diálogos no olvides que son solo uno de los recursos de los que dispones. Igual que no escribirías una novela donde solo hubiera descripciones, no deberías escribir una novela en la que solo haya diálogos.

Cuando todas tus escenas están contadas a través de diálogos se produce un desequilibrio y, además, el texto se vuelve repetitivo, redundante. Usas y abusas de un único recurso y eso lastra el conjunto. Te hablamos sobre el error frecuente de abusar de los diálogos en este otro artículo

Por otro lado, cuando hay muchos diálogos, estos suelen resultar estereotipados, sobreexplicativos, repetitivos o triviales. Es muy común que en un diálogo los personajes repitan información que el lector ya tiene, solo porque es la manera de que otro personaje se haga también con ella.

Por ejemplo, el protagonista descubre al leer una vieja carta que su madre fue infiel a su padre y que por tanto tal vez él no sea su hijo. El autor necesita que la pareja del protagonista sepa también esa información, así que plantea un diálogo en el que el hombre le cuenta a su novio cómo encontró esa vieja carta, cómo la leyó y lo que descubrió al hacerlo. Sin embargo, el lector ya tiene toda esa información, porque asistió a la escena en que el protagonista encontraba y leía la carta, y hubiera sido más efectivo confiar en el narrador para que este resumiese el momento en que el protagonista le cuenta a su pareja lo que ha descubierto.


En resumen, al escribir diálogos asegúrate siempre de que están cumpliendo una función y de que no estás incluyendo conversaciones superfluas que se podrían eliminar sin que el conjunto de la obra se resintiese.

Ideas a revisar sobre escribir diálogos

Si eres lector habitual de blogs o libros que reúnan consejos de escritura habrás recibido a menudo recomendaciones respecto a escribir diálogos que, sin resultar erróneas, sí merecen alguna reflexión extra. Repasamos algunas.

Los diálogos deben ser naturales

Seguro que has recibido la recomendación de que los diálogos deben resultar naturales. Y es cierto. Un diálogo debe mostrar en lo posible la forma en que las personas hablamos. Conseguir esa naturalidad no es tarea sencilla, hace falta un buen oído para lograrlo, pero cuando se consigue puedes estar seguro de que tus diálogos aportarán de manera decisiva al conjunto de la obra.

Pero hay dos ideas que se deberían tener en cuenta a este respecto. La primera es que, por natural que resulte un diálogo dentro de una novela o dentro de un relato, no deja de ser literatura. Es decir, no deja de ser un texto, y el registro hablado siempre difiere del registro escrito.

Esto significa que al escribir diálogos debes buscar la naturalidad, sí, pero sin perder de vista que estás escribiendo una obra literaria, artística, y que, por ende, estás usando el lenguaje de una forma distinta a como lo usamos cuando hablamos con alguien.

Por otra parte, la recomendación de que los diálogos deben ser naturales siempre viene aparejada con el consejo de que te ejercites en escuchar a la gente de tu entorno para saber cómo habla y volcarlo luego en tus diálogos. Este es sin duda un consejo muy útil, pero hay que tener en cuenta que es muy posible que el escritor solo se relacione con gente similar: gente de su entorno familiar o profesional que, por ende, tendrá un registro muy similar al suyo. Eso hace que puedas tener carencias acerca de cómo hablan personas de otros sitios, de otras profesiones, de otras clases sociales u otro nivel cultural…; por no mencionar personas de otras épocas.

De modo que el consejo de escuchar y entrenar el oído es muy válido. Pero ese entrenamiento tiene que completarse con lecturas variadas (no solo de textos literarios) que te ayuden a hacerte con otros registros. A no ser que tengas la suerte de relacionarte de primera mano con personas de muy diferente índole y procedencia.

Natural no es coloquial

Hemos dicho que los diálogos deben ser naturales. Pero debes tener en cuenta que «natural» no significa necesariamente «coloquial».

El estilo coloquial es el «propio de una conversación informal y distendida», pero, como es natural, puede que en tu novela o relato no todos los diálogos sean informales y distendidos. Ya lo hemos mencionado antes: tu personaje no hablará igual en una reunión con su jefe que en una cita con su novia. El diálogo con su jefe debería tener un registro más formal.

El problema es que, por diversos factores, se está perdiendo la capacidad de acceder al registro formal del habla. Muchos autores, especialmente los más jóvenes, tienen problemas para manejar este registro, al que no suelen acudir en su día a día.

Por eso tienden a escribir diálogos coloquiales, confundiendo coloquial con natural. La solución ya la adivinas: leer más, leer mucho.

Los personajes no deben sonar igual

Otro consejo frecuente es que los personajes no deben sonar igual. Precisamente por todo lo que hemos comentado —la variedad de registros, el que el diálogo ayude a caracterizar a los personajes— parece evidente que cada personaje debe tener su voz propia. Esto da lugar a que muchos autores sufran a la hora de buscar ese registro propio para cada personaje y acaben por hacer que uno use siempre una muletilla y otro tenga un marcado acento. Y justamente lo que debería mejorar la obra (que cada personaje tenga su propia manera de expresarse) acaba por perjudicarla, convirtiéndola en una cacofonía de voces.

En realidad, puede suceder que tus personajes suenen igual (o muy parecido) sin que ello suponga un demérito para tu obra. En primer lugar, porque es muy posible que todos tus personajes compartan un mismo sociolecto; si todos tus personajes pertenecen a un mismo grupo sociocultural lo lógico es que hablen de manera muy semejante. Tratar de que cada personaje «suene» distinto puede acabar por resultar desconcertante para el lector y llevará su atención a «cómo» dicen las cosas, en lugar de a «qué» es lo que están diciendo.

Por otro lado, tanto las voces de los personajes como la del narrador pasan por un mismo filtro: el filtro de tu estilo. Y es normal que ese filtro tienda a homogeneizarlas un tanto, sin que eso tenga nada de malo. Al contrario, al lector le gustará encontrarse con tu estilo libro tras libro.

Ten en cuenta que, si no hay una sólida construcción de personajes detrás, lo variado de sus voces no lo arreglará. Ocúpate de construir personajes sólidos y bien diferenciados y no tanto en hacer que ceceen o digan «a ver» cada vez que hablan.

Sabemos que escribir diálogos pone a veces una gran presión sobre los hombros de los escritores, por eso hemos repasado varios planteamientos sobre cómo usar este recurso con la esperanza de que el artículo te invite a reflexionar sobre algunos de los consejos más usuales.

Tomado del blog de Sinjania, Escuela de Escritura Creativa en línea

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