sábado, 23 de diciembre de 2023

5 MICROFICCIONES - XI

I. EL MUERTO VIVO
Llegó la mujer a casa y dijo al esposo: “Acabo de recibir varios pésames por tu muerte… parece que se ha regado en el pueblo que moriste anoche…”
— ¿Y qué les dijiste?
— Les di las gracias y me fajé a llorar de manera inconsolable...
— ¡¿Cómo?!
— Verás la sorpresa que se llevarán los cabrones cuando sepan que estás vivito y coleando…
— Sí, sí… van a creer que soy una aparición… eres una bruja mala y genial… I love you.
— Lo que creo que será un problema es que hubo algunos a quienes tú les debes dinero que dijeron que te perdonaban tus deudas…

II. VENGANZA
"Bendita seas madre... Dios te tenga en su gloria. Me llevó 20 años, pero ahí tienes al degenerado dizque era mi padre. Puedes descansar en paz; ese no vuelve a abusar de otra mujer", murmuró entre dientes Joselo mientras era conducido esposado hacia el carro de policía.

III. EULOGIO BAJO CUIDADO PSIQUIÁTRICO
La familia parece que se jartó de verdad esta vez y me puso bajo cuidado psiquiátrico. Me celebraban como gracia ligar el cereal con jugo de naranjas, el arroz con salsa de Soya y mostaza, o el cereal con Country Club rojo y hasta los pasteles en hojas ligados con leche. De repente, de una vez que llené la greca de azúcar y después que subió el agua almibarada la eché en la taza y le añadí el café, un invento delicioso y creativo diría yo, los inútiles machetes botos de mi familia se alarmaron. Para mí que son pendejadas de ellos y una excusa para maltratarme y aislarme porque soy octogenario. Lo que no entiendo es ¿por qué me enviaron a mí donde un loquero en lugar de ir ellos donde un especialista en deficiencia mental y falta de creatividad que es en realidad el problema?

IV. MEJOR RESIGNARSE
En días pasados recordé con nostalgia la guitarra española que me regalaron en mi juventud. Sus contornos curvilíneos, su color café con leche en partes y giro y canelo en otras, hacían de ella un espectáculo festivo a los ojos. Debo admitir que era hermosa y coquetona la condenada, pero eso sí, bruta, y hasta traicionera. Por más que traté de enseñarle acordes, nunca aprendió. También me maltrataba los dedos con sus cuerdas. Pero esas deficiencias se las perdonaba, pues comprendo que no todos nacemos tiernos ni tenemos la capacidad de aprender ciertas cosas. Lo que sí me dolió en el alma fue oírla desbordarse en música el día que mi amigo Nano Espinal, ese gran guitarrista de Mao, la tocó. Al verla tan contenta entre sus manos, no tuve más remedio que decirle a Nano: “¡Llévatela, pero tienes que quererla como yo... esa traicionera!”

Con el tiempo abracé y di albergue a otras guitarras, que tampoco aprendieron nada. A ellas simplemente las dejé ir y las borré de mi mente.

Ayer, después de muchos años de admirar a buenos guitarristas y de soñar que toco como ellos, vi una en el escaparate de una compraventa, y, pensando que ahora tengo más tiempo y paciencia, iba a comprarla hasta que mi mujer intervino y me devolvió a la realidad. “Ni se te ocurra”, me dijo. “¿Te acuerdas de Gracovia, Barcelona y Conchita, que por más que te empeñaste en enseñarlas, nunca aprendieron y terminaron sus días, una sin cuerdas, usada como cama por Michy, la gata de Julio, y la otra podrida en el sótano?”. 

Buscando comprensión la miré con ojos de perro al que el amo ha agarrado con el muslo de pollo en la boca y no tiene defensa, y le dije: “Tachuela, ya no soy el mismo; tengo más paciencia y tiempo… puedo enseñarla”. Me miró de forma oblicua y me dijo: “Sí, lo sé; los años te han hecho más sensato y paciente… eres un hombre cambiado, Saturnino, pero todavía tienes las mismas dos manos izquierdas que te obligan a usar mocasines porque se te dificulta hasta amarrarte bien los zapatos”.

V. FRASE VACÍA
Cuando supe que mi amigo querido estaba en el hospital, lo llamé y le dije: "El Señor pase su mano sanadora sobre usted". Se rió y me contestó: "Tu leit, Chuvalercio; el médico ya me pasó las de él y estoy muy mejor. Gracias por nada". Y me cerró el teléfono. Sé que se sintió ofendido, insultado y burlado por mi uso de esa frase vacía, sin peso y estúpida, que según él mismo me había dicho en una ocasión, se dice para salir del paso. Cuando vaya a verlo, le llevaré al Sr. Remy, a ver si lo contento.

Isaías Ferreira Medina

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