Prólogo a la obra Color magenta de Miriam Mejía
Por Isaías Ferreira Medina
La autora en la presentación de su obra el 8 de diciembre de 2023, en Nueva York
Se dice que todo libro es una obra incompleta; que es el lector con su lectura quien lo completa. En ese tenor, si tomamos en cuenta que la lectura es una labor individual, el libro cerrado es un ente de vida latente que sólo al ser leído se convierte en algo vivo que puede o no encajar con la experiencia del lector, lo que bien puede determinar si el libro le gusta o no.
En ese sentido, es responsabilidad del autor atrapar al lector de manera que lo incite a completar la tarea de la creación del libro, cautivándolo de tal forma que no lo suelte hasta terminarlo y en el proceso dejarlo satisfecho.
¿Cómo? Plasmando historias dinámicas y vívidas, con personajes y situaciones creíbles, aunque sean inventados, que entretengan, que toquen emocionalmente y hagan pensar y reflexionar al lector acerca de lo leído, dentro del contexto del amplio mundo en que vive.
Yo creo que, en Color Magenta, Miriam Mejía cumple a cabalidad su parte del trato de la creación al ofrecernos un manojo de narraciones que —sin acudir a sensiblerías y estímulos superficiales a la emoción, utilizando como vehículo una imaginación rica y certera, y una prosa, que por ser sencilla no por ello es simple— abarcan una gama amplia de situaciones sobre la condición humana, que van desde asuntos tan cotidianos como la hermosa descripción de un transeúnte caminando en la nieve o el accidente cuyo impacto cambia la vida de una comunidad; o la destrucción inmisericorde y dolorosa que causa la guerra, hasta las preocupaciones que han estado en la mente colectiva desde tiempos inmemoriales como son el caso de la creación del mundo, las interpretaciones bíblicas sobre la existencia de los primeros humanos, Adán y Eva en el paraíso, y la creación de la mujer.
Olvide lo que aprendió del Génesis, y prepárese a leer una recreación muy personal e inusitada sobre esos asuntos; por cierto, no muy halagüeña, sobre todo en lo que respecta a Adán, cuya imagen no sale muy bien parada.
En este manojo de historias hay de todo y para todos: cuentos infantiles, fábulas con enseñanzas morales a la usanza de las clásicas, cuentos fantásticos, micro/nanorrelatos (cápsulas mínimas, pero completas, explosivas, con sus zarpazos irónicos y contundentes); relatos con toques de realismo mágico y otros que exponen los abusos odiosos de la llamada autoridad como en el relato Rodilla en el cuello, el cual narra las incidencias del asesinato de Kosi, en Minnesota, mejor conocido como George Floyd; la denuncia del trato inhumano a los inmigrantes en la frontera con México, sobre todo a los niños, y la denuncia vehemente del flagelo vergonzoso y cruel que es para la humanidad la trata de blancas, esto último expuesto sin tapujos en los relatos El dedo gordo del pie derecho y ¡Quiero ser feliz!; ambos, en mi opinión, de calidad antológica.
Aunque cada texto es independiente y se sostiene por su propio peso, es recurrente en Color Magenta la ternura subyacente en muchos de los relatos y la presencia del agua como elemento de vida y purificador. Es un hilillo de agua el que echa a andar la noria del tiempo a principio del libro. El agua está también presente en el hermoso relato Hija de la mar y en Hijas de las diosas.
Muestra de esa ternura a la que hago alusión puede encontrarse en relatos como Frío-frío de frambuesa, Las ardillas, La unicornia y La unicornia y la Luna.
Pero, si bien el tono general de Color Magenta es optimista y algunos personajes obtienen sus pequeños triunfos, como en Cabañuelas, y otros, como en El asesino, reciben castigos merecidos a sus acciones, el mundo que pinta no es color de rosa, como no lo es el mundo real que habitamos, donde no faltan los sucesos y situaciones sangrientas, las frustraciones por impedimentos físicos y los individuos crueles y odiosos. Algunos relatos, como es el caso de Viernes negro, uno de los vástagos de la propulsión al consumismo desenfrenado, son críticas abiertas y burlonas a ciertas costumbres de nuestra sociedad.
Color Magenta es de una contextura breve y su lectura fácil, gratificante y absorbente, pero, como todo libro, como dijimos al principio de esta nota, está incompleto, sólo esperando ser abierto y escrutado por unos ojos y mente curiosos que lo traigan a la vida y con su complicidad cristalizar todo el potencial de entretenimiento y enseñanzas que anidan en su interior.
Miriam Mejía hizo su parte, ahora le toca a usted, estimado lector, complementarla. Le aseguro que su contenido llenará sus expectativas.
¡Feliz Lectura!
Isaías Ferreira Medina
Salem, Massachusetts
Noviembre de 2023
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