Reflexiones personales
Vivimos sólo una vez y nos esforzamos (al menos yo me esfuerzo) por vivir
nuestra vida de forma auténtica, procurando hacer aquello que, con mayor o
menor acierto, consideramos adecuado y tratando de no seguir acríticamente la
verdad establecida o eso que se suele llamar las convenciones sociales. La
idea es vivir con conciencia tu vida y no vivir vidas ya vividas por otros.
Sin embargo es difícil, muy difícil.
El ser humano, en el fondo, es apenas un pequeño animalillo social, ve su vida
dirigida por pulsiones a menudo muy superiores a sus propias fuerzas.
No necesito explicar lo que es el enamoramiento en la adolescencia porque
todos ustedes lo conocen suficientemente, la emoción es tan fuerte que domina
a las personas; pero no es sólo el amor, la naturaleza ha incrustado en
nuestros genes emociones que se disparan en cuanto reciben el estímulo
apropiado: el miedo, la ira, el instinto de protección de los hijos, la
venganza, el orgullo. Todas las anteriores son emociones presentes, en mayor o
menor medida, en todas las especies sociales y, en el caso del hombre,
también.
No necesito contarles cómo la naturaleza se encarga de que los padres sientan
por sus hijos un amor tan acrítico e indisimulado —sobre todo en sus primeros
años de vida— que los ven los seres más hermosos del universo; y no se empeñe
usted en discutir eso con una madre o un padre porque, aunque le reconozcan en
un conato de lucidez que todos los niños son iguales, sus hijos, en su mirada
y su mente, son únicos y es una de esas causas por las que mujeres y hombres
se trasmutan.
No necesito contarle tampoco cómo ese muchacho feo, canijo y poco agraciado,
del que su hija se ha enamorado es para ella el ser más adorable del mundo y,
aunque sea un majadero notable, ella juzgará cualquier idiotez suya como una
gracia y hasta le parecerá artística la roña de sus tobillos, las espinillas
grasientas de su cara o la pelusa mal afeitada de su barba adolescente. Es el
amor, las emociones como esta o como la de paternidad/maternidad cambian en
las personas hasta la forma en que ven el mundo.
Marvin Minsky, un científico que dedicó mucho tiempo al estudio de la mente
humana, llegó a llamar al ser humano «The Emotion Machine» (La Máquina de las
Emociones) porque en la base de todo su comportamiento y en la base de su
proceso de toma de decisiones se encontraban estas aplicaciones de
programación de comportamientos desarrolladas por la evolución a las que
llamamos emociones. Incluso propugnó que, si habíamos de diseñar una máquina
inteligente, habríamos de dotarla de emociones pues son un recurso
absolutamente genial para economizar y administrar eficazmente los escasos
recursos de que disponen los seres humanos. Si un león nos ataca nuestro
organismo disparará la emoción llamada «miedo» y, a partir de ese momento,
todos los recursos de nuestro organismo se destinarán a correr como alma que
lleva el diablo; si lo piensan un gran invento de la evolución.
Sólo estas emociones, por sí mismas, condicionan la parte más importante del
comportamiento humano y determinan en gran medida nuestros patrones de
conducta pero, a esta programación biológica que nos ha deparado la evolución,
hemos de añadir la programación cultural que instala en nosotros nuestra
educación por parte de la familia y la sociedad.
Con las dos programaciones anteriores en mente podemos concluir que, aunque
los seres humanos nos tenemos por racionales, la realidad es que, en las 24
horas que tiene el día, muy raramente usamos de eso a lo que llamamos
«razonamiento». Incluso en actividades que uno supondría altamente reflexivas,
como juzgar conductas ajenas, uno descubre en cuanto rasca un poco una
motivación emocional y cultural tal, que asfixia cualquier conato de
razonamiento previo. Los seres humanos, en realidad, no somos seres
racionales, sino racionalizadores, y si en algo brillamos a gran altura es en
nuestra capacidad para racionalizar, defender y argumentar nuestras
decisiones.
Nuestro juicio moral de las conductas ajenas, nuestro juicio sobre las
intenciones de otros, se fundan más en rasgos evolutivos que en una actividad
racional: decidido el fallo ya buscaremos los fundamentos jurídicos que lo
sustenten, diríamos en jerga jurídica.
Con todo esto a cuestas es difícil decir que vivimos «nuestra» vida. Heredamos
emociones, patrones culturales, lenguaje con el que razonar, valores
compartidos en mayor o menor medida y, si bien se examina, no resulta sencillo
afirmar que nuestra vida ha sido nuestra y que no hemos vivido la vida de
ningún otro, porque en muy buena parte sí lo hemos hecho.
Supongo que, cuando llegue la hora de ajustar cuentas, a uno le quedará muy
poco más que tratar de justificarse explicándose que trató de vivir su vida
conscientemente y con pleno conocimiento de lo que hacía.
Pero eso no cambiará mucho las cosas, en el fondo no haremos otra cosa que lo
que hemos hecho siempre, justificar una decisión previa.
Quizá como yo estoy haciendo ahora.
Copiado del
Blog de José Muelas (1961-2025)
ENLACE: El Blog de José Muelas (1961-2025)
José Muelas Cerezuela (Cartagena, España, 25 de febrero de 1961-28 de
septiembre de 2025) fue un abogado especializado en derecho informático. Fue
decano del Colegio de Abogados de Cartagena (2010-2018) y conocido por su
activismo en asuntos de justicia, lo que le llevó a ser uno de los fundadores
de la "Brigada Tuitera" o "Movimiento #T" primero, y de la "Red de Abogados y
Abogadas de España" después. (Seguir leyendo en
Wikipedia)
SOBRE LA MÁQUINA DE EMOCIONES
La "máquina de las emociones" puede referirse al cerebro humano, donde el sistema límbico regula las emociones, o a los robots emocionales/robots afectivos, que son máquinas con inteligencia artificial capaces de reconocer, interpretar y responder a las emociones humanas utilizando sensores y algoritmos de aprendizaje automático. También puede ser una referencia conceptual usada en libros y debates sobre la inteligencia artificial, explorando la posibilidad de reproducir y entender las emociones de forma artificial.
El cerebro como "máquina de las emociones"
• Sistema límbico:
Esta parte del cerebro es la principal responsable de gestionar las emociones, la motivación, el aprendizaje y la memoria.
• Regulación emocional:
El cerebro genera las emociones básicas y la motivación para nuestras acciones, controlando funciones vitales como el latido del corazón.
• Reconocimiento y respuesta:
Estas máquinas usan cámaras, micrófonos y otros sensores para detectar emociones a través de expresiones faciales, tonos de voz y gestos.
• Inteligencia artificial:
Algoritmos de inteligencia artificial y machine learning les permiten interpretar estas emociones y ajustar su comportamiento para interactuar de manera más empática.
• Aplicaciones:
Tienen potencial en campos como la atención al cliente y la logística, donde pueden ofrecer asistencia personalizada y monitorear el bienestar de las personas.
Uso conceptual y científico
Este término se refiere a la aplicación de técnicas de IA para analizar el estado emocional de las personas.
• Investigación:
Se desarrollan dispositivos y sistemas, como interfaces faciales integradas en la piel, para el análisis en tiempo real de las emociones humanas.
El término también aparece en libros que exploran la naturaleza de la mente y la posibilidad de replicar la inteligencia y las emociones en máquinas, como el libro de Marvin Minsky.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario