Desde que mi bisabuelo me alfabetizó para que leyera lo que decía La Pequeña
Lulú y no lo molestara, yo le confiaba que, además de mamboleta y actriz,
quería ser escritora.
Tenía cinco o seis años y vivía con mi abuela y sus hermanas que celebraban
entre sonrisitas burlonas mi temprana vocación por las letras. Ya había
demostrado mi aptitud para bailar los mambos de Pérez Prado y hasta trabajado
en La Dama del Alba de Alejandro Casona, recibiendo buenos comentarios de la
prensa, además, tenía fama de ser muy inteligente, pero querer ser escritora a
esa edad, a las tías les parecía un chiste.
Después de cenar nos sentábamos en la galería delantera de la casa donde el
único ruido era el de las ramas de los framboyanes. Desde allí se veía
claramente el cielo lleno de estrellas y la luna en todas sus fases —nueva,
creciente, llena, menguante…— lo que garantizaba un espectáculo fenomenal.
La radionovela de moda era Drácula, el hombre vampiro, y las tías como buenas
aficionadas no dejaban de oírla conmigo medio escondida en una esquina. Los
colmillos del vampiro chirriaban mientras la habitación en penumbras
desdibujaba los contornos. El corazón de todas se detenía con una mezcla de
miedo y de dolor por aquel espíritu prisionero de una maldición que lo privaba
del descanso de la muerte.
Cuando las escenas se ponían fuertes, la mayor de todas me hacía salir del
cuarto con el dictamen de que no iba a poder dormir en la noche y crecería
como una niña miedosa. La escuchaba con un gesto de reticencia y me iba a
jugar trúcamelo con la vecina, consciente de que todo ese drama era un invento
y de que Drácula era el locutor que vivía en la San Martín y que noche por
noche lo podías encontrar en el Vizcaya apurando unos cuantos tragos y
hablando muchas mentiras antes de irse a dormir, por lo que aunque su nombre
era Santiago, le decían Santiaguito, no por bajito, sino porque no lo
respetaban. Además, había visto la sangre que quedó en la acera cuando
la Policía Secreta se llevó a Julito después de casi matarlo a golpes, porque
decían que no quería saber del Jefe; y como si fuera poco, rezaba el rosario
todos los días con las monjas salesianas.
Así que yo no le tenía miedo a nada ni a nadie, pero las tías necesitaban
llenar sus vidas de fantasías y cada radionovela traía un drama diferente que
se convertía en el plato del día, lo que les daba el tema para sus tertulias
nocturnas donde las oías hablar de engaños e infidelidades, de trampas y
abusos, como si le hubieran sucedido a un familiar cercano.
Un día de luna llena todo refulgía y ni siquiera había que encender la luz.
Las tías, entusiasmadas, me llamaron entre risas burlonas y me pidieron que
como yo era escritora le declamara un poema a la luna.
Ni corta ni perezosa me levanté del bordillo del escalón donde me sentaba para
disfrutar el cielo y no sé si lo escuché de algún artista radial, pero miré el
círculo plateado y alzando los brazos dije de forma segura y entonada: “La
luna pálida, pálida, pálida… en un charco de sangre…” Un silencio lleno
de asombro cerró todas las bocas y una mirada temerosa circuló entre ellas
que, mirándome, no se atrevían a decir nada.
Poco a poco se fueron levantando dizque para buscar la sorbetera y hacer
helado como acostumbraban cuando hacía calor. Durante toda la noche no me
volvieron a molestar.
Luego supe que a partir de entonces en la familia me apodaron “la escritora”,
pero entre ellas, y en voz baja, me decían “la vampirita”.
Del libro de cuentos El síndrome de La Pequeña Lulú. 2023.
Tomado de
Acento.com.do
Jeannette Miller. Poeta, narradora, ensayista, educadora e historiadora de
arte dominicana. Premio Nacional de Literatura de la República Dominicana
(2011). Premio nacional Feria del libro Eduardo León Jimenes por su ensayo
histórico
Importancia del contexto histórico en el desarrollo del arte dominicano.
Cronología del arte dominicano: 1844-2005, otorgado durante la celebración de
la X Feria Internacional del Libro 2007.
COLUMNA de Jeannette
Miller, Acento.com.do
ENLACE: Biografía de
Jeannette Miller, en Wikipedia
ENLACE: Reseña de
El Síndrome de la Pequeña Lulú (I), de Jeannette Miller
ENLACE: Reseña de
El Síndrome de la Pequeña Lulú (II), de Jeannette Miller
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