Muchas veces me he visto obligado a contestar a la pregunta de por qué escribo. Al principio, cuando era muy joven y tímido, utilizaba la breve respuesta que
daba André Gide a esa pregunta y contestaba: «Escribo para que me lean.»
Si bien es cierto que escribo para que me lean, con el tiempo he aprendido a
completar con otras verdades mi sincera respuesta a la pregunta de por qué
escribo. Ahora, cuando me hacen la inefable pregunta, explico que me hice
escritor porque 1) quería ser libre, no deseaba ir a una oficina cada mañana,
2) porque vi a Mastroianni en La noche de Antonioni; en esa película
—que se estrenó en Barcelona cuando tenía yo dieciséis años—. Mastroianni
era escritor y tenía una mujer (nada menos que Jeanne Moreau)
estupenda: las dos cosas que yo más anhelaba ser y tener.