I. CONCHITA Y EL DIRECTOR DE POMPAS FÚNEBRES
— Dime, ¿cómo te fue en tu primera cita con el director de pompas fúnebres, Conchita?
— De maravillas... toda una aventura, tío…
— ¿Cómo así?
— Cuando me fue a recoger a la casa, tenía el cuerpo de un muerto enfundado en el asiento de atrás, y me dijo “antes de ir al restaurante, tenemos que atender unos asuntos en la oficina”… y hacia allá nos fuimos y yo hasta le ayudé a sacar el tieso del carro…
— ¿Y eso no te dio grima?
— Nada, de nada, es todo lo que he soñado… me dijo que soy la mujer que ha buscado toda su vida… creo que nos vamos a casar… él me prometió que me va a enseñar a preparar muertos y a embalsamar…
— Dios mío, ¿y de dónde salió este espíritu?
— Recuerde que todos ustedes, mi papá y mis tíos, y hasta los abuelos, son carniceros…
II. DOS BORRACHOS
“¿Qué pasa, compadre?”
“¿Qué pasa con qué, compadrito?”
“Que lo veo dando vueltas como un perro persiguiéndose la cola”
“Ah, no compadrito, trato de seguir la velocidad de las casas que 'tan dando vueltas, compadrito... ¿no las ve?”
“Verdad que sí... lo sigo... ¡qué rápido van!”
“Aumente usted su velocidad giratoria, compadrito, para que no note la diferencia”
III. MIS AMIGOS ME DEPRIMEN
— Papá, ¿y cómo te fue en la reunión con tus amigos?
— Ay, mija, no vuelvo más a esas juntas… se deprime uno mucho
— Pero, ¿por qué?, a ti te gustaba mucho juntarte con ellos…
— Sí, pero eso era cuando bebíamos como pejes, cuando nos reíamos de todo y chismeábamos más que las mujeres… cuando nos juntábamos hacíamos un compendio de todo lo que había pasado durante los meses en que no nos habíamos visto: ¡qué buena está fulana!… y nos interesábamos en quiénes se habían separado o divorciado y por qué, quién metió cuerno a quién, quién tenía su embullito y su lío por ai, cuál era más efectivo si Cialis o Viagra, quién quedó encinta y quién era el padre… quién comenzaba a quedarse calvo y quién se pintaba el pelo… a quién lo dominaba la mujer… en fin... cositas así, inofensivas…
— Papá, pero ustedes todos beben y les gusta la música y de seguro discuten de política y de deportes…
— Sí, mija, aunque algunos ya ni beber pueden, pero cuando uno comienza a hablar de esas cosas y a oír su musiquita tranquilo, de repente salta un afrentoso “eso me recuerda a fulano… que Dios lo tenga en gloria… ay, tan buena gente que era”… o salta el otro “quita eso, quita eso… me recuerda a Mercedita… ¡qué bella era!, todavía la recuerdo con sus zapatacones y su vetido ‘e chaimé”, y por ahí se van y arman una retahíla funeraria que “mengano firmó con los carmelitas o que fulano estuvo al estericar los tenis… o que al compái Estervino no le dan mucho de vida… y que dicen que la suegra lo envenenó lentamente” y se va deteriorando la cosa y todo es un hablar de medicinas y dietas… que me pusieron en Lipitor, o que mis pastillas de la presión me las cambiaron, que las hemorroides me están matando y ya ni la preparación H me alivia… y es como un fuego graneado y los tiros te caen a los pies… ¡qué va!, eso es demasiado real… estoy mejor en mi casa y cuando quiero ver muertos me pongo a ver los programas de la mafia o de investigaciones forenses y si quiero ver cosas absurdas y chismes veo a “Caso Cerrado” con la Dra. Polo… la verdad es que mis amigos me deprimen…
— Lo siento, papá...
— No mijita, yo soy el que lo siento… ¡búscame un trago ‘e Remy para que llueva en mi interior... a ver si me limpia y cambia como me siento y mitigo este dolor!
IV. EL EFECTO VENENOSO DE UN FOLLÓN EN UN ELEVADOR
Vi salir a Sigfrido huyendo del elevador mientras contenía la respiración para una vez a distancia segura exhalar con exageración y entonces respirar profundo, repetidamente, como el que se ahoga. “Debe haber una ley que castigue a todo el asqueroso que follonee en un elevador. ¡Abusadores!”, dijo con rabia. Las otras víctimas, y quién sabe si el mismo follonero, ese descarado, lo secundaron.
V. HÉROE DE CRISIS CREADA POR ÉL MISMO
El castigo del padre fue tan severo, que al muchacho hubo que amputarle una pierna. Ahora el padre insiste en que el hijo debe estarle eternamente agradecido porque gracias a la prótesis que le compró ha vuelto a caminar.
Isaías Ferreira Medina
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