Extractos y fragmentos – 22
A veces parto de una frase que leo en los periódicos, o de un episodio autobiográfico del que tengo necesidad de hablar o de algún hecho insignificante que me lleva a pensar en algo y de ahí sale una historia que me divierte desarrollar. Lo comparo con un objeto que está en el fondo del mar y de repente emerge a la superficie para que yo lo vea y… ¡me quedo embarazada otra vez! Mi sensación es justamente esa, la de estar permanentemente encinta y así llevo más de la mitad de mi vida.
No encuentro otra manera de vivir tan apasionante como la de un escritor. Disfruto enormemente, me lo paso muy bien por eso no dejo de hacerlo. Escribir es muy difícil, pero para mí esa dificultad es placentera. Conozco a varios colegas que reconocen sufrir mucho mientras escriben, y siempre les digo lo mismo: que dejen de hacerlo. No se puede escribir desde el tormento sino desde la felicidad y el goce. Es mi manera de entender la profesión.
La mayoría de escritores dejan pasar un tiempo entre libro y libro, yo no espero nada. Necesito no parar, estar siempre en activo. Supongo que ahí debe haber algún miedo oculto al horror vacui.
Nunca había escrito nada antes de los 17 años. A esa edad me inicié y lo hice directamente en forma de novela, no de diario o de poesía que es lo habitual en la adolescencia. En esa época yo acababa de instalarme en Bruselas (ciudad de la que procede mi familia materna y paterna) para estudiar en la universidad, pero no me sentía europea sino japonesa, ya que nací en Japón y allí pasé mis primeros años. Dado que hablaba fluidamente el japonés tenía como meta acabar los estudios para regresar a Tokio y trabajar como traductora-intérprete del francés y el inglés al japonés. Al cumplir los 21 años lo hice y mi experiencia fue desastrosa, lo cuento en Estupor y temblores, que escribí años más tarde. Entonces regresé a Bruselas, tenía 23 años y me sentía una fracasada. No sabía qué hacer con mi vida y decidí explorar la vía de la escritura, ya que tenía a mis espaldas diez novelas escritas, que nunca había publicado.
Pensé que si ya me había atrevido con varias novelas ¿por qué no seguir por ahí? Entonces en 1992 escribí la onceava, Higiene del asesino, y conseguí publicarla tras sufrir el rechazo del primer editor al que me dirigí. Aquello fue una revelación. La novela tuvo muchísimo éxito, vi que mi historia interesaba y me conectaba con gran número de lectores de todo el mundo, así es que decidí seguir por ahí.
SOBRE AMÉLIE NOTHOMB
Fabienne Claire Nothomb, más conocida como Amélie Nothomb (Etterbeek, Bélgica; 9 de julio de 1966), es una escritora belga en lengua francesa, elegida miembro de la Real Academia de la lengua y de la literatura francesas de Bélgica.
Debido a la profesión de su padre, diplomático belga, vivió en Japón, en China, los Estados Unidos, Laos, Birmania y Bangladés. Habla japonés y trabajó como intérprete en Tokio. Desde 1992 ha publicado una novela cada año.
Amélie ha vivido en muchos sitios. Encuentra el horror de la guerra y la pobreza, se refugia en el mundo dorado de la infancia, junto a su hermana mayor, con la que permanece muy próxima. A los diecisiete años descubre Europa y más precisamente Bruselas, ciudad en la que se siente extraña y extranjera. Estudia filología románica en la Universidad Libre de Bruselas, pero su apellido evoca en Bélgica a una familia de la alta burguesía católica y a un bisabuelo de extrema derecha, lo que no favorece su integración en una universidad de tendencias liberal-socialistas (sobre ello escribió una novela semibiográfica, Antichrista). Una vez licenciada, regresa a Tokio y entra a trabajar en una gran empresa japonesa. Posteriormente relató esta experiencia penosa en su novela Estupor y temblores (Stupeur et tremblements), Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 1999, y fue llevada al cine por Alain Corneau en 2003. (Biografía completa en Wikipedia)
Amélie Nothomb tiene novela nueva: no pudo despedirse de su padre por el confinamiento así que lo homenajea con un libro
“Primera sangre” es una carta a ese padre que murió apenas se decretó la cuarentena en Bélgica. Pudo haber muerto en un fusilamiento a los 28 años, pero sobrevivió y deseó una hija más: la escritora belga.
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